Artículo publicado el 21 de junio de 2018 en el suplemento Ideas, de Libertad Digital:
https://www.clublibertaddigital.com/ideas/historia-espana/2018-06-21/ivan-velez-en-el-centenario-de-julian-juderias-85416/
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En el centenario de
Julián Juderías
Sus ojos se cerraron el 19 de junio de 1918. Agotado por la
bronconeumonía, o gripe española,
Julián Juderías y Loyot exhaló su último aliento en su casa de la madrileña calle Preciados. Una
suscripción pública, impulsada por el periódico en el que su pluma era asidua, El Debate, y encabezada por Alfonso
XIII, sirvió para mejorar las precarias condiciones en que quedaron su madre,
viuda e hija. Un siglo después de aquel luctuoso suceso, Juderías, al que dos
meses antes de su fallecimiento se le habían abierto las puertas de la Real
Academia de Historia, es una figura central en un género historiográfico, el de
la leyenda negra, que hoy goza de un inusitado éxito de ventas.
Hijo de un periodista manilense entusiasmado por la Historia de España,
y de una madre parisina, don Julián había nacido el 16 de septiembre de 1877 en
Madrid. Instruido en la lengua francesa dentro de su ambiente doméstico, el
joven, tras convertirse en bachiller, entró en la órbita del Ministerio de
Estado, en el que ya trabajaba el padre. Allí se desempeñó como intérprete y
traductor de documentos. En este contexto laboral, desde la capital de España,
vivió Juderías la Guerra de Cuba, crucial para la acuñación del rótulo, «leyenda
negra», con el que hoy se le identifica. En efecto, poco después del final de
aquella guerra, marcada por el sensacionalismo periodístico, el 18 de abril de 1899, e
invitada por la Sociedad de Conferencias, Emilia Pardo Bazán pronunció en la Universidad
de la Sorbona la conferencia titulada, «La España de ayer y la de hoy. (La muerte de una
leyenda)». El acto tuvo un gran eco en la prensa nacional de la época, y dio
como fruto la publicación del discurso en edición bilingüe. No es descabellado
pensar que alguno de los periódicos de aquellos días llegara a manos de nuestro
hombre. Por lo que respecta al origen de la expresión, todo parece indicar que
«leyenda negra» pudo ser un préstamo que la Condesa tomó del idioma francés que
dominaba, y en el cual se desarrolló su intervención parisina. Doña Emilia no
era, naturalmente, la primera pluma española que se enfrentaba a la propaganda
hispanófoba, sin embargo, fue la primera en usar el rótulo «leyenda negra» en
un sentido contrapuesto a lo que denominó «leyenda dorada», que definió como
una apoteosis del pasado. Fijado por doña Emilia, el lema fue empleado con cierta frecuencia. Eduardo Gómez Baquero, Andrenio, o Vicente Blasco Ibáñez fueron dos
de sus usuarios más célebres.
Poco después de que la Pardo Bazán interviniera en París, Juderías pasó
por la Escuela de Lenguas Orientales de París y, posteriormente, por la
Universidad de Leipzig, donde aprendió ruso. Con esa formación pasó a Odesa. El
contacto con una sociedad tan diferente como esa Rusia a la que conocía gracias
a sus novelistas, hizo brotar en Juderías el interés por la imagen externa de
las naciones y por los tópicos que gravitan sobre ellas. De algún modo, los
trabajos sobre España están conectados con su estancia en una Rusia en la que
siempre hubo espacio para una hispanofilia concentrada en la admiración por un
personaje literario tan estilizado y arquetípico como don Quijote. Fruto de
aquel viaje, ya de vuelta a España, publicó Rusia
contemporánea (1904).
Su ingreso en el
Instituto de Reformas Sociales, que trató de canalizar las corrientes
regeneracionistas de la época, le llevó a ocuparse de cuestiones como la
situación del obrero, la criminalidad o la trata de blancas. Juderías participó
en varios congresos internacionales en los que se abordó este último problema. Con
una creciente presencia en la prensa de la época, a veces emboscado bajo el
pseudónimo Marcos de Obregón,
Juderías era un asiduo de los círculos literarios madrileños. También del Ateneo
de Madrid, institución de la que llegó a ser bibliotecario.
Todas esas
actividades comenzaron a quedar en un segundo plano a partir de 1913. Fue en
esa fecha cuando ganó un concurso convocado por la Ilustración Española y Americana dirigido a escritores españoles e
hispanoamericanos, cuyo tema era, precisamente, la imagen de España en el
extranjero. El trabajo de Juderías, titulado La leyenda negra y la verdad
histórica. España ante Europa,
se publicó en cinco entregas entre los meses de enero y febrero de ese año. Un
año más tarde, aquellas piezas, convenientemente completadas, dieron forma a un
libro de elocuente título: La leyenda negra y la verdad histórica: contribución al
estudio del concepto de España en Europa, de las causas de este concepto y de
la tolerancia política y religiosa en los países civilizados (Madrid, Tip. de la Revista de Archivos, 1914). Bien
recibida por la crítica, la obra se reeditó muy ampliada en 1917 bajo los
auspicios del ingeniero y empresario español afincado en los Estados Unidos,
Juan Cebrián Cervera, circunstancia que aprovechó Juderías para añadir un nuevo
capítulo titulado «La obra de España». Cebrián, contrario al empleo de la
expresión «América Latina», entusiasmado con la obra y consciente de la mala
imagen que España tenía en su país de acogida, especialmente desde los tiempos
del conflicto cubano, pretendía que el libro se difundiera por los centros de
enseñanza. El título de esta edición, aparecida en mitad de la Gran Guerra, fue
La leyenda negra: estudios acerca del
concepto de España en el Extranjero: segunda edición completamente refundida,
aumentada y provista de nuevas indicaciones bibliográficas (Ed. Araluce,
Barcelona 1917).
La obra constituye un estudio pormenorizado, y convenientemente
contextualizado en el ambiente político e histórico en que se publicó, de las
diversas facetas o expresiones que ha ido adoptando la leyenda negra
antiespañola, adjetivo este que, dada su persistencia en relación a España,
resulta incluso redundante. El libro, que despertó la admiración de Maeztu, tomó el testigo de autores que, como
Juan Valera, ya habían salido al paso de los ataques lanzados contra España, y constituye
un ejercicio de Filosofía de la Historia capaz de enfrentarse a las seculares
acusaciones recibidas por el Imperio español. Por sus páginas desfilan personajes
como Torquemada, Felipe II y su desdichado hijo, pero también todas aquellas
cuestiones que cabe denominar como negrolegendarias. La tolerancia religiosa,
la conquista de América o la brujería, son sometidas a análisis, y en su caso,
al cotejo con lo ocurrido en Europa. Trata incluso Juderías, de la tan enconada
querella de las ciencias, es decir, de la supuesta incapacidad de los españoles
para las disciplinas científicas.
Cabe, por último, detenerse en la definición que
Juderías dio de la leyenda negra:
«Por leyenda negra entendemos el ambiente creado por los fantásticos
relatos que acerca de nuestra patria han visto la luz pública en casi todos los
países; las descripciones grotescas que se han hecho siempre con el carácter de
los españoles como individuos y como colectividad; la negación o, por lo menos,
la ignorancia sistemática de cuanto nos es favorable y honroso en las diversas
manifestaciones de la cultura y del arte; las acusaciones que en todo tiempo se
han lanzado contra España, fundándose para ello en hechos exagerados, mal
interpretados o falsos en su totalidad, y, finalmente, la afirmación contenida
en libros al parecer respetables y verídicos y muchas veces reproducida,
comentada y ampliada en la prensa extranjera, de que nuestra patria constituye,
desde el punto de vista de la tolerancia, de la cultura y del progreso
político, una excepción lamentable dentro del grupos de las naciones europeas.
En una palabra, entendemos por leyenda
negra la leyenda de la España inquisitorial, ignorante, fanática, incapaz de
figurar entre los pueblos cultos lo mismo ahora que antes, dispuesta siempre a
las represiones violentas; enemiga del progreso y de las innovaciones; o, en
otros términos, la leyenda que habiendo empezado a difundirse en el siglo XVI,
a raíz de la Reforma, no ha dejado de utilizarse en contra nuestra desde
entonces, y más especialmente en momentos críticos de nuestra vida nacional».
Más de un siglo después, en los tiempos de las falsas noticias, el párrafo
reproducido invita a la reflexión. En él se habla de fantásticos relatos
extendidos por diversos países, en los cuales dominan la distorsión y la
caricatura. El papel escrito, aquel que se puede leer, que a ello se alude cuando
de leyenda se habla, arroja la imagen de una España excepcional por negativa. Una
nación no homologable con las naciones de su entorno. Sin cabida en los
terrenos roturados por el Mito de la Cultura, incapaz para practicar la
tolerancia, secularmente refractaria al progreso.
Cien
años después de su muerte, en otro momento crítico de nuestra vida nacional,
marcado por unos movimientos disolventes de profunda impronta negrolegendaria,
las palabras de Juderías mantienen plena vigencia.
1 comentario:
Mí criterio es que, en el 99'9% de las locuciones públicas de los llamados políticos españoles, en sentido amplio, claro, no son entendibles para el súbdito corriente, no iniciado por su lenguaje, plagado de barbarismos y frases sin sentido. Es muy difícil saber de que hablan sin estar al tanto de sus consensos y pactos. Si lo supiéramos saldríamos corriendo. Caso entrevista Soros - Sánchez.
Un saludo
José Carlos García.
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