Artículo publicado en la revista El Obstinado Rigor, n. 1, p. 14, México D.F. 2015:
La Torre del Oro de David Roberts
Atrás había quedado Cádiz y su Constitución, atrás la
ocupación francesa que, tras los áulicos episodios de Bayona habían transformado
al Imperio español en una serie de sociedades políticas adornadas con lemas
revolucionarios y cimentadas en la más clásica escolástica que se concentra en
el pactum translationis. Con los ojos
puestos en el suculento mercado hispanoamericano, los ingleses hallarían un
cercano exotismo en las tierras españolas sobre las cuales se recortó la figura
de viajero fascinado por encontrar arquitecturas islámicas o tipos humanos
pintorescos.
De este modo, y con diferentes propósitos, atravesaron España
personalidades como Teófilo Gautier, capaz de descubrir aromas moriscos en
Vascongadas, o el célebre y políglota George Borrow, 'don Jorgito el inglés', agente
de la Sociedad Bíblica Británica y Extranjera empeñado en vender una asequible
edición de la Biblia protestante. Borrow, embelesado por el modo de vida y la
estética de los gitanos españoles, quienes dos siglos después abrazaron el
evangelismo, trocando en ocasiones el opio por el, a los ojos de Marx, opiáceo
efecto de la fe religiosa, mantuvo un estrecho contacto con Richard Ford, quien
disfrazado de serrano andaluz y a lomos de una mula, atravesó España para
escribir un Manual para viajeros en
España y lectores en casa que iluminó él mismo con dibujos salidos de su
pluma.
Dentro de este movimiento romántico y
viajero en el que hemos de inscribir los Cuentos
de la Alhambra de Washington Irving, podemos situar al acuarelista y
grabador escocés David Roberts (1796-1864), que cruzó España entre 1832-33 dejando
a su paso obras como La Torre del Oro,
perteneciente desde 1943 a la colección del Museo del Prado y de la que
hablaremos en adelante.
Se trata de un óleo sobre tabla en la que se representa la
afamada torre albarrana construida por los musulmanes y ampliada por los
cristianos a orillas del Guadalquivir.
La obra, en la antesala del impresionismo, reproduce un paisaje
envuelto en una leve niebla, acaso la canícula estival, con un punto de fuga
descentrado y bajo al que flanquean la Torre del Oro y un templo cristiano,
menos nítidos que las embarcaciones que en primer plano sirven para presentar a
los españoles de la época que tanto llamaron la atención a los visitantes
foráneos.
Esta y otras obras pictóricas y literarias sirvieron para
fijar la imagen novelesca de una España cuya fuente de imágenes manaba en la
Andalucía en la que terminaban las trayectorias de pintores y escritores, caudal
que algunos, tal es el caso de Roberts, consideraron insuficiente, razón por la
cual dejó atrás España para visitar Egipto.
El estereotipo, sin embargo, sobrevivió a sus acuñadores, y
sería interiorizado incluso por los propios españoles a lo largo de un
turbulento siglo XIX en cuyo final fueron cristalizando unos regionalismos que
emplearon lo folclórico y lo racial como base para un nacionalismo atravesado
de etnicismo y sermones antiliberales.
Y si cada región trató de fabricar o rescatar viejos tipismos
y tradiciones, acompañadas de artistas que abandonarían el preciso trazo del
pincel por el nada academicista uso del metal y la piedra que se dio en el caso
vasco, en el que nos ocupa, Andalucía, territorio distinguido por la presencia
de joyas renacentistas y barrocas, se comenzó a valorar cada vez más su
patrimonio musulmán. La Alhambra dejaría de ser el lugar donde los gitanos
hacían hogueras, las alcazabas se reconstruyeron y Medina Azahara era
recuperada junto con la búsqueda de la toponimia árabe de muchos lugares.
De este modo, el decimonónico impulso orientalizante de
autores como Roberts comenzó a operar en el terreno político, hasta
personalizar sus resultados en figuras como Blas Infante, padre de la patria
andaluza y converso al Islam.
Hoy, mientras el flamenco del que tanto recelaban los
catalanistas de primera hora explota las viejas esencias y en Ronda permanece
abierto el Museo del Bandolero en los que se conservan los fetiches tan caros
para Roberts, las reliquias arquitectónicas musulmanas constituyen un señuelo
para el proyecto de reconquista que desde las filas del yihadismo pretenden
recuperar Al Ándalus –España- para la Umma.
Si ello llegara a ocurrir, las viejas estampas como la de
Roberts no serán sino el recordatorio de una ingenua alucinación.
Iván Vélez
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