Libertad Digital 2 de mayo de 2019:
https://www.clublibertaddigital.com/ideas/sala-lectura/2019-05-02/ivan-velez-apuntes-sobre-antonio-de-mendoza-primer-virrey-de-la-nueva-espana-87782/
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Apuntes sobre Antonio de Mendoza,
primer Virrey de la Nueva España
La acomplejada actitud del actual
gobierno socialista, continuadora de la total imprevisión del precedente, en
relación a los fastos conmemorativos de la llegada de Cortés y sus compañeros a
las playas donde se fundó Veracruz, auguran un comportamiento similar en
relación a otras grandes figuras no ya de la conquista, sino de la
pacificación, es decir, de la implantación del orden hispánico en el Nuevo
Mundo. A esta posibilidad se expone una figura íntimamente relacionada con el
de Medellín, el primer virrey de la Nueva España: Antonio de Mendoza, cuya
figura y trayectoria esbozaremos morosamente, apoyándonos en la obra de
Francisco Javier Escudero Buendía, Antonio
de Mendoza. Comendador de la Villa de Socuéllamos y primer Virrey de la Nueva
España (Toledo 2003).
Afirma Escudero, apoyado en un más
que notable aparato documental, que el que llegara a constituir el canon
virreinal, nació en Mondéjar, que no en Granada, en torno a 1490. Hijo del Gran
Tendilla, Íñigo López de Mendoza, Antonio creció en el seno de una poderosísima
familia cuyos estados se fueron desplazando hacia el sur al ritmo de la
Reconquista. De Álava, los Mendoza pasaron a Guadalajara para terminar, en
palabras de Pedro Mártir de Anglería, tutor de nuestro Antonio, en el «rincón
del rincón», es decir, en la capital del conquistado reino nazarí. Fue en
Granada donde comenzó la verdadera formación política de Antonio de Mendoza,
que creció dentro de una sociedad tenuemente cristianizada. De hecho, el joven,
que acaso sabía hablar árabe o algarabía,
del mismo modo que lo hacía su hermano Diego Hurtado de Mendoza, vestía a la
usanza morisca, como se puede comprobar en una carta que su hermano Luis
recibió cuando Antonio se disponía a partir hacia la casa del Marqués de Denia
para completar sus estudios:
Da priesa en que se venga luego tu
hermano don Antonio, que me escribió el marqués de Denia que lo enviase, y di a
Lázaro de Peralta lo que le haga de vestir y sea a la castellana…
Será ese desenvolvimiento dentro de
un ambiente no cristiano, un factor probablemente decisivo en su futuro en el
Nuevo Mundo, si bien, antes de aquella su definitiva partida, don Antonio
acumuló diversas experiencias bélicas y diplomáticas. La vida algo desordenada
de su hermano mayor, el primogénito Luis, permitió que Antonio accediera a
diversas responsabilidades encomendadas por su padre. Así, durante las
ausencias de don Íñigo, será nuestro hombre quien se ocupe de la Capitanía o
Virreinato de Granada, tarea a la que hay que añadir su cargo como tesorero de
la Casa de la Moneda de la ciudad. Años después, ya como Virrey de la Nueva
España, Mendoza fundará la Casa de la Moneda de la ciudad de México.
Si estos cargos, a los que ha de
sumarse su condición de alcaide de Dentomiz y Vélez-Málaga, fueron dando
relieve a su figura, la estancia en Granada de la Corte de Carlos I, sirvió
para que el joven monarca se fijara en Mendoza. Durante los seis meses que tan
distinguido colectivo permaneció en la ciudad durante 1526 fueron, a nuestro
juicio, decisivos para que Antonio de Mendoza se ganara la confianza del nieto
de los Reyes Católicos, el mismo que en los inicios de la revuelta comunera se
adscribiera a estas revueltas dentro del bando encabezado, entre otros, por su
cuñado Juan Padilla. Todo ello no fue óbice para que entre 1526 y 1530, Antonio
de Mendoza mostrase sus dotes diplomáticas en destinos tales como Flandes,
Inglaterra y Hungría. Sus buenos oficios le procuraron el cargo de Camarero del
rey en Badajoz y Socuéllamos y, más tarde, la Gobernación de León dentro de la
Orden de Santiago. No fueron las únicas las embajadas citadas. Entre 1530 y
1532, Antonio de Mendoza visitó Bolonia, Alemania y Hungría.
En ese momento, su nombre ya se
barajaba para ser quien estableciera orden en la Nueva España, desde donde el
obispo Zumárraga ya había alertado de la inoperancia de la Audiencia. Es muy
probable que el ofrecimiento del cargo de virrey le llegara en el otoño de
1529, si bien, diversos avatares impidieron su marcha y permitieron que el
abanico de aspirantes a tal cargo se ampliara. Aunque la del virreinato no era
un institución castellana, el hecho de que la Nueva España se asentara sobre
una estructura imperial en lugar de sobre un mosaico de tribus, justificaba el
uso de ese término. Aunque el cronista Herrera afirmara que el puesto le fue
ofrecido al Conde de Oropesa y otros, todo parece indicar que el escogido fue
siempre Mendoza, cuñado del secretario del emperador, Francisco de los Cobos, que
finalmente, cuando partió, debió hacerlo convencido de que aquella oferta tenía
como principal característica su perpetuidad. Ello explicará lo ocurrido
posteriormente.
Cuando Mendoza llegó a la Nueva
España, se comportó de un modo similar a como lo había hecho él mismo y toda su
familia en el complejo mundo granadino. El Comendador de Socuéllamos actuó en
el Nuevo Mundo como un verdadero pacificador dentro de un ambiente
caracterizado por el desorden en el que se movían muchos españoles y por el
desconocimiento que muchos naturales tenían de las instituciones y del mismo
idioma español. Mendoza actuó con gran tolerancia hacia estos últimos, e
incluso permitió que algunos señores mexicas se integraran en campañas bélicas
como la de la Guerra del Mixtón. Si esta era su dimensión pública, en lo
relativo a sus intereses, el de Mondéjar buscaba establecerse en la Nueva
España del mismo modo que lo habían hecho sus antepasados en los lugares ya
citados. Razones no le faltaban para albergar esa ambición, pues su envío no
tenía un límite temporal, por lo que era posible soñar con un señorío mendocino
en ultramar. Con la intención de formar una estirpe gobernante novohispana, don
Antonio fue, gradualmente, ampliando las responsabilidades gubernativas de su
hijo Francisco, al que pretendía entregar el Virreinato, ilusión que se
demostró vana, pues cuando solicitó su regreso a España, la Corona reaccionó
enviándole, a pesar de su edad y de su delicado estado de salud, al Virreinato
del Perú en el que le esperaba la muerte.
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