Libertad Digital, 12 de abril de 2020:
https://www.libertaddigital.com/opinion/ivan-velez/en-la-muerte-de-enrique-mugica-herzog-tomas-fuenfria-90492/
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En la muerte de Enrique
Múgica Herzog (Tomás Fuenfría)
Un
par de cámaras de seguridad flanqueaban la entrada a la vivienda de Enrique
Múgica cuando la visité una mañana de marzo de 2014. En su interior, la escalera que ascendía al
piso superior apenas dejaba paso para la circulación. Tabicas y huellas servían
como quebrada librería en la que se apoyaban innumerables volúmenes. Antes de
acceder al salón donde se iba a celebrar la entrevista, una
bicicleta estática ponía un contenido contrapunto dinámico a la quietud
libresca. Con gran amabilidad, Enrique Múgica respondió a todas las cuestiones
que le fui planteando durante una conversación muy útil para conocer mejor el
periodo histórico en que estaba interesado. Recientemente se ha publicado el
fruto de aquel trabajo, en cuyas páginas
consta mi agradecimiento a sus atenciones.
El
fallecimiento de Enrique Múgica Herzog ha propiciado numerosas necrológicas en
las cuales se reconstruye la trayectoria vital de una personalidad muy
relevante en la vida política española, razón por la cual, en este escrito nos
centraremos en el Múgica que se mueve entre los años 50 y 70. O lo que es lo
mismo, en ese Múgica que entró en contacto en 1953 con Federico Sánchez, es decir, con Jorge Semprún. Como es sabido, ese
fue el año en el cual, mientras en la URSS moría Stalin, España veía
cristalizar sus pactos con el otro protagonista de la Guerra Fría. En ese
contexto, según confesión de quien perteneciera a una acomodada familia donostiarra
dedicada al negocio de la peletería, al domicilio del joven Enrique comenzaron
a llegar revistas procedentes de Francia tras las cuales operaba un PCE que ya
había comenzado a virar. En aquel San Sebastián, Gabriel Celaya fue quien
conectó a Múgica con El Partido que,
un año más tarde, cuando se cumplían 15 años del final de la Guerra Civil, hizo
público su Mensaje del Partido Comunista
de España a los intelectuales patriotas, escrito en el cual se explicita el
aperturismo de un partido que se irá desestalinizando a marchas forzadas, en
sintonía con lo que ocurría en Moscú.
Múgica
llegó a Madrid para estudiar en la Facultad de Derecho de Madrid en el curso
1953-54. En un mundo universitario marcado por un SEU en el que convivían
diversas corrientes ideológicas, el estudiante se dispuso a integrarse en ese
ambiente. En la capital, gracias a Eduardo Ducay, conoce a Semprún y comienza a
moverse en los ambientes literarios, preferentemente poéticos, atmósfera donde
era más sencillo el ejercicio de la crítica política, al amparo de la metáfora.
Múgica se relaciona con activistas izquierdistas y falangistas como Francisco
Eguiagaray en el Hogar José Miguel Guitarte, local habilitado en honor al líder
del SEU y divisionario que le daba nombre. Se trataba, en definitiva, de
practicar un entrismo muy diferente al que se estaba llevando a cabo en los
ambientes obreros. En este caso, los agentes de tal estrategia eran hombres
como Celaya, Blas de Otero o Bardem, compañeros de viaje en la vía intelectual
que desembocó, en el caso de Múgica, en su contacto con Pedro Laín y Dionisio
Ridruejo. Con el primero, según la confesión de aquella mañana, se fingió
liberal, mientras que con Dionisio las cosas fueron más fáciles. Al cabo, el de
Burgo de Osma ya acusaba una incipiente democratización, si bien, «conservaba los
restos del falangismo, sobre todo en la prosa». Como era habitual en la época,
aquellos colectivos se reunían alrededor de revistas. En este caso, de Alcalá.
Establecidos
estos vínculos, Múgica permanece vinculado al grupo que hizo público el Manifiesto a los universitarios madrileños,
probablemente redactado por Miguel Sánchez-Mazas Ferlosio, publicado el 1 de
abril de 1956, es decir, días antes de que, durante el XX Congreso del PCUS, Kruschev
pronunciara, ante miles de personas, el Discurso
secreto, que abundaba en la desestalinización soviética por la vía, entre
otras, de la eliminación del culto a su personalidad. El propio Múgica, que fue
detenido junto a algunos compañeros de algaradas universitarias -jaraneros y
alborotadores se les llamó desde la oficialidad,- subrayaba que en aquellos
episodios convivían hijos de vencedores y de vencidos. De extracción burguesa,
añadimos nosotros. Con Ortega como elemento –liberal- cohesionador, de este
grupo, que rápidamente salió de Carabanchel, a excepción de Julián Marcos,
autor de un soneto contra Franco, surgieron algunos de los nombres que marcaron
el panorama político español. Por lo que respecta a Múgica, que abandonó el sector
elitista del PCE en 1963, su vínculo con Pedro Laín Entralgo, primer presidente
del Comité español del Congreso por la Libertad de la Cultura, se mantuvo. De
hecho él fue el autor de un artículo publicado en el primer número de la
revista comunista Nuestras Ideas, editada
en Bruselas. El texto se tituló: «Los pasos de Pedro Laín
Entralgo por el camino de España».
Su
lógico paso al PSOE se produjo de la mano de un histórico, Antonio Amat. Es a
partir de entonces cuando su papel político fue más relevante, pues junto a
gentes como Ramón Rubial y Nicolás Redondo, fortaleció el papel del PSOE del
interior, aquel en quien la socialdemocracia alemana puso sus ojos, y sus
marcos, para que el del exilio, el de Rodolfo Llopis, decayera en favor de una
organización que hizo la transición del comité nacional al federal. Cuatro años
después de que ETA asesinara a su hermano Fernando, Múgica, nombrado Defensor
del Pueblo, se dio de baja –requisito indispensable para ocupar ese cargo- del entonces
partido del puño y la rosa. Su alejamiento definitivo del PSOE se produjo
cuando Zapatero entró en tratos con el brazo político de la banda terrorista.
Desde entonces, su actividad en favor de las víctimas de ETA fue tan notoria
como meritoria.
Sirvan
estas líneas como homenaje al hombre que nos ha dejado.
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