Libertad Digital, 16 de julio de 2020:
Luz
sefardí en Sofía
Fray Tomás de Torquemada se librará
de la oleada iconoclasta y, en general, anticatólica, que ha dejado a su paso
pedestales que ya no sirven para sostener el bronce fundido en su día en honor
de prohombres cuyas acciones no tienen encaje en una sociedad marcada por el más
radical presentismo. La efigie del inquisidor general no caerá, pues su figura
se ensombreció definitivamente en el siglo XIX sin dejar huella iconográfica en
los espacios públicos. Dos siglos después, el apellido del prior de Santa Cruz se
ha convertido en un adjetivo que concentra una aplastante carga de intolerancia,
y no parece que en el sexto centenario de su nacimiento, la situación vaya a
cambiar, pues el personaje histórico, del que poco se sabe, continúa atrapado
en su propio arquetipo.
Durante su desempeño como inquisidor
general, el Santo Oficio llevó a cabo la expulsión de los judíos españoles,
idea que ya fue acariciada por otros hombres de religión e incluso por un buen
número de cristianos que veían con recelo y preocupación el fenómeno de los
conversos. No es el análisis de esta controvertida decisión el que mueve este
artículo, sino el rescate de una noticia que da cuenta de la persistencia de
comunidades sefardíes en diversos enclaves europeos. Hebreos de raíces hispanas
que mantuvieron una importante cohesión lejos de la tierra que un día hubieron
de abandonar «con muchos trabajos e fortunas, unos cayendo, otros levantando,
otros muriendo, otros nasçiendo, otros enfermando, que no había christiano que
no oviese dolor dellos», según la emotiva narración de Andrés Bernáldez.
En particular, queremos rescatar una
noticia publicada en La Correspondencia
Militar el 28 de agosto de 1908, protagonizada por el militar español,
Joaquín de la Llave García, cuya formación académica y acciones bélicas durante
la última guerra carlista, le procuraron continuos ascensos y condecoraciones.
La breve nota periodística aludida, informa de su participación en una comisión
que viajó por Bulgaria y Rumanía, a fin de estudiar la organización militar de
esos países. Fue en la capital búlgara donde ocurrió el siguiente suceso:
Durante su permanencia en Sofía, el
coronel La Llave recibió las visitas de muchas significadas personas de Sofía.
Entre las que fueron al hotel en que se alojaba, con objeto de saludarle,
merece especial mención la de un Mr. Farchy, que se presentó solicitando el
honor de ser recibido por el señor coronel. Hízole pasar nuestro compatriota, y
se le presentó hablando en castellano perfectamente inteligible. Era un
israelita seffardi (sic), de los que se consideran descendientes de los expulsados
de España en 1492. Deseaba saber si podría hacer sin inconveniente un viaje á
España, creyendo, sin duda, que aún se halla en vigor el decreto que inspiró
Torquemada.
Medio siglo después de que los
sefardíes fueran redescubiertos en
Tetuán, De la Llave pudo saber de la existencia de unos 10.000 sefardíes que
publicaban en Sofía un periódico, titulado La
Luz, escrito en español, pero impreso con caracteres hebraicos. Farchy,
además, estaba suscrito al periódico ABC
y a Blanco y Negro, y aunque se le
suponía perfectamente informado de la realidad española de principios del siglo
XX, mostró un singular celo legal. No faltaban razones para ello, pues el
decreto de expulsión, firmado el 31 de marzo de 1492, se derogó formalmente el
21 de diciembre de 1969, un año después de que se inaugurara la primera sinagoga
sefardí en Madrid. Se cerraba de este modo una exclusión de cuatro siglos
apenas interrumpida durante un lustro, el que transcurrió entre la aprobación
de la Constitución de 1869, durante el gobierno provisional del general Prim,
protagonista casi una década antes de los hechos de Tetuán, y el regente
Serrano, y diciembre de 1874, año en el que se produjo el golpe de Martínez
Campos que determinó la restauración borbónica y la derogación de una
constitución que garantizaba la completa libertad de culto, a pesar de mantener
la confesionalidad del Estado.
Sirvan este apunte para completar el
mosaico del afloramiento de las comunidades judías españolas que supieron
mantener una lengua, el ladino, que todavía conserva los ecos de aquellos que
«salieron de las tierras de sus naçimientos».
No hay comentarios:
Publicar un comentario