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Un escenario neotécnico para el Chelsea FC
Un escenario neotécnico para el Chelsea FC
Recientemente
se ha conocido la noticia, según la cual, el Chelsea FC ha presentado una
oferta para comprar la célebre Battersea Power Station con la intención de
construir en ella un lujoso estadio con capacidad para 60.000 personas, tras
desestimar la aplicación de su actual sede: Stamford Bridge.
La
gran central eléctrica, obra de Sir Giles Gilbert Scott (1880–1960), empezó a
construirse en 1939, y en sus inicios produjo energía con el carbón como
materia prima, convirtiéndose, desde su cierre en 1983, en un edificio
emblemático al que se le han buscado diferentes usos ajenos al mundo industrial.
Con
sus cuerpos de ladrillo asentados a orillas del Támesis, la imponente estación sostiene
sobre sus esquinas 4 grandes chimeneas que se elevan majestuosas más de 100
metros hacia el cielo de Londres. Unas chimeneas cuyo humo hoy desaparecido,
evocaba los tiempos de la Revolución Industrial, la atmósfera de Dickens y
Marx.
Y
si nos referimos a la Revolución Industrial es porque sostenemos que el fútbol
hunde sus raíces, hasta encontrar su origen, en las sociedades marcadas por los
nuevos sistemas de producción y la energía que alimentaba a los mismos en la llamada
era neotécnica[1],
marcada por la electricidad y todavía deudora del carbón. Una época que
continuó concentrando a grandes cantidades de población en las ciudades donde
se había inventado el fútbol. Esta afirmación, la de los precisos inicios del
fútbol, excluye otros juegos o ceremonias que, por sus similitudes con el
deporte practicado por los jugadores del Chelsea, a menudo se sitúan, de forma
errónea, en el origen del balompié[2].
En definitiva, lo que afirmamos es que, en un ambiente urbano sostenido por el
mundo industrial, es donde el fútbol comenzó a desarrollarse, para expandirse
de un modo exponencial a partir de la II Guerra Mundial, cuando en el Viejo
Continente se comienza a disputar la Copa de Europa de clubes y el fútbol
adquiriere una mayor dimensión, al calor de las sociedades capitalistas de
bienestar que en sus pausas dominicales permitían la celebración de partidos a
los que asistían ociosas multitudes. Factores estos a los que hemos de unir el
desarrollo de la televisión.
Hechas
estas consideraciones, la posibilidad manejada por el club del acomodado barrio
londinense merece nuestra atención, pues ante la expectativa del regreso del
fútbol a un enclave industrial, se plantean varias interrogantes: ¿pueden
considerarse obreros a los millonarios jugadores del Chelsea?, o ¿qué puede
llevar a Román Abramóvich a fijarse en la vieja estación?
La
primera pregunta nos plantea el problema de cómo confeccionar una suerte de
columna estratigráfica sociolaboral
en la que pudiéramos insertar a tan particulares asalariados, con las
consecuencias ideológicas que de dicha clasificación se derivaran, pues es
evidente que el salario pagado por el empresario Abramóvich a cambio de la
fuerza de trabajo de jugadores como Drogba, es muy superior al del más
cualificado operario que estuvo empleado en la estación eléctrica.
La
segunda cuestión, acaso más sencilla, nos conecta con movimientos estéticos
concretos. En particular con la llamada Arqueología industrial que de alguna
manera sacraliza hangares, fábricas y almacenes ya en desuso de un modo similar
a como el arte resacraliza, por medio del potente influjo del Mito de la
Cultura, espacios religiosos ya alejados de la jurisdicción eclesiástica[3].
Alimentado
por el flujo económico del petróleo ruso, con una plantilla confeccionada con
jugadores formados en las más dispares canteras o factorías futbolísticas, el
Chelsea, en su intento de establecerse en la Battersea Power Station, parece evocar
las palabras de Alfredo Di Stéfano, quien empleando una certera metáfora, se
refería al estadio Santiago Bernabéu como «La Fábrica».
Iván
Vélez
[1] Véase Mumford, Lewis; Técnica y civilización. (1934). Versión
de Constantino Aznar de Acevedo, Alianza Editorial, Madrid, 2006.
[2] En este sentido, suscribimos las
tesis de Víctor Martínez Patón en su artículo «El fútbol no nació en China», Cuadernos de Fútbol, Nº 17, enero de
2011, http://www.cihefe.es/cuadernosdefutbol/2011/01/el-futbol-no-nacio-en-china/
[3] Véase el artículo de Gustavo
Bueno «Más allá de lo Sagrado: un análisis del proyecto del mural de Jesús
Mateo», El Catoblepas, núm. 122,
abril 2012, pág. 2. http://www.nodulo.org/ec/2012/n122p02.htm
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