viernes, 1 de junio de 2012

Un escenario neotécnico para el Chelsea FC

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Un escenario neotécnico para el Chelsea FC

Recientemente se ha conocido la noticia, según la cual, el Chelsea FC ha presentado una oferta para comprar la célebre Battersea Power Station con la intención de construir en ella un lujoso estadio con capacidad para 60.000 personas, tras desestimar la aplicación de su actual sede: Stamford Bridge.



La gran central eléctrica, obra de Sir Giles Gilbert Scott (1880–1960), empezó a construirse en 1939, y en sus inicios produjo energía con el carbón como materia prima, convirtiéndose, desde su cierre en 1983, en un edificio emblemático al que se le han buscado diferentes usos ajenos al mundo industrial.
Con sus cuerpos de ladrillo asentados a orillas del Támesis, la imponente estación sostiene sobre sus esquinas 4 grandes chimeneas que se elevan majestuosas más de 100 metros hacia el cielo de Londres. Unas chimeneas cuyo humo hoy desaparecido, evocaba los tiempos de la Revolución Industrial, la atmósfera de Dickens y Marx.
Y si nos referimos a la Revolución Industrial es porque sostenemos que el fútbol hunde sus raíces, hasta encontrar su origen, en las sociedades marcadas por los nuevos sistemas de producción y la energía que alimentaba a los mismos en la llamada era neotécnica[1], marcada por la electricidad y todavía deudora del carbón. Una época que continuó concentrando a grandes cantidades de población en las ciudades donde se había inventado el fútbol. Esta afirmación, la de los precisos inicios del fútbol, excluye otros juegos o ceremonias que, por sus similitudes con el deporte practicado por los jugadores del Chelsea, a menudo se sitúan, de forma errónea, en el origen del balompié[2]. En definitiva, lo que afirmamos es que, en un ambiente urbano sostenido por el mundo industrial, es donde el fútbol comenzó a desarrollarse, para expandirse de un modo exponencial a partir de la II Guerra Mundial, cuando en el Viejo Continente se comienza a disputar la Copa de Europa de clubes y el fútbol adquiriere una mayor dimensión, al calor de las sociedades capitalistas de bienestar que en sus pausas dominicales permitían la celebración de partidos a los que asistían ociosas multitudes. Factores estos a los que hemos de unir el desarrollo de la televisión.
Hechas estas consideraciones, la posibilidad manejada por el club del acomodado barrio londinense merece nuestra atención, pues ante la expectativa del regreso del fútbol a un enclave industrial, se plantean varias interrogantes: ¿pueden considerarse obreros a los millonarios jugadores del Chelsea?, o ¿qué puede llevar a Román Abramóvich a fijarse en la vieja estación?
La primera pregunta nos plantea el problema de cómo confeccionar una suerte de columna estratigráfica sociolaboral en la que pudiéramos insertar a tan particulares asalariados, con las consecuencias ideológicas que de dicha clasificación se derivaran, pues es evidente que el salario pagado por el empresario Abramóvich a cambio de la fuerza de trabajo de jugadores como Drogba, es muy superior al del más cualificado operario que estuvo empleado en la estación eléctrica.
La segunda cuestión, acaso más sencilla, nos conecta con movimientos estéticos concretos. En particular con la llamada Arqueología industrial que de alguna manera sacraliza hangares, fábricas y almacenes ya en desuso de un modo similar a como el arte resacraliza, por medio del potente influjo del Mito de la Cultura, espacios religiosos ya alejados de la jurisdicción eclesiástica[3].
Alimentado por el flujo económico del petróleo ruso, con una plantilla confeccionada con jugadores formados en las más dispares canteras o factorías futbolísticas, el Chelsea, en su intento de establecerse en la Battersea Power Station, parece evocar las palabras de Alfredo Di Stéfano, quien empleando una certera metáfora, se refería al estadio Santiago Bernabéu como «La Fábrica».

Iván Vélez


[1] Véase Mumford, Lewis; Técnica y civilización. (1934). Versión de Constantino Aznar de Acevedo, Alianza Editorial, Madrid, 2006.
[2] En este sentido, suscribimos las tesis de Víctor Martínez Patón en su artículo «El fútbol no nació en China», Cuadernos de Fútbol, Nº 17, enero de 2011, http://www.cihefe.es/cuadernosdefutbol/2011/01/el-futbol-no-nacio-en-china/
[3] Véase el artículo de Gustavo Bueno «Más allá de lo Sagrado: un análisis del proyecto del mural de Jesús Mateo», El Catoblepas, núm. 122, abril 2012, pág. 2. http://www.nodulo.org/ec/2012/n122p02.htm

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