Artículo publicado en El Catoblepas, número 141, noviembre 2013, p.1
http://www.nodulo.org/ec/2013/n141p01.htm
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Josep Benet, entre la cruz y la señera
Iván Vélez
El papel político de Josep Benet en la oposición antifranquista y en la transición política hacia en la democracia coronada
El
habitual maniqueísmo que suelen acusar los análisis del franquismo y el
posterior régimen democrático sirve no sólo para establecer una radical
separación –y ello a pesar de la presencia de la elogiada y contradictoria Transición-
entre dos bloques históricos que comienzan a equipararse en cuanto a su
duración; sino también, paralelamente, para agrupar a un conjunto de
personalidades de diversas ideologías cuya cohesión viene dada por la acrítica etiqueta
de «oposición». Tras el cierre del franquismo -¿con la desaparición corpórea
del general gallego?¿con la aprobación de la Constitución de 1978? ¿acaso nos
hallamos ante un cierre en falso?- la nueva etapa vio cómo las ataduras
tensadas a la contra –contra el franquismo, contra el comunismo soviético-, al
aflojarse, dejaban ver la verdadera faz y las reales intenciones de muchos
personajes hasta la fecha embozados tras el anhelo del advenimiento de la
democracia y la integración en una Europa que, sostenida en gran medida por los
EE. UU., exigía, a veces tibiamente, tal régimen político y mercantil a sus
nuevos miembros.
Conviene,
pues, afinar en el tratamiento de una época que, calificada como
nacionalcatolicismo, vio cómo, mientras el palio cobijaba al dictador, otras
facciones eclesiásticas prestaban impagables servicios al derrumbe de tal
régimen. Pese a que suele identificarse izquierda –en su variada riqueza
generacional- con la oposición, muchas iniciativas antifranquistas partieron de
las más rancias corrientes derechistas, aquellas que beben en el carlismo y que
hoy tienen asiento, tras un conveniente aggiornamiento cosmético, en los
hemiciclos españoles. Veamos.
Las
magras filas de la primera oposición -la oposición no comunista, se entiende-
al franquismo contaron con clérigos desde tempranas fechas. En 1950, el jesuita
y nacionalista vasco Alberto de Onaindía Zuloaga (1902-1988) es invitado, junto
a la aristócrata Carmen de Gurtubay, a participar en la sesión inaugural del
Congreso por la Libertad de la Cultura, celebrada en el Palacio Titania de
Berlín. Desde el exilio, el religioso peneuvista, convertido en propagandista
británico -¿no ansiaba Arana la suave protección anglosajona?-, se situó tras
un pseudónimo, James Masterton, y un
micrófono de la BBC, para, una vez liberada Francia, hacer sus prédicas hasta
1957 desde Radio París, esta vez como Sacerdote doctor Olaso.
Si
la iglesia vascongada se situaba con y contra dictadura, algo similar ocurrirá
con la catalana. Ambas, sin embargo, se mantenían a prudente distancia del
ateísmo científico que incorporaba el socialismo soviético al combatía su
otrora aliado contra Hitler: Estados Unidos.
Del
lado franquista es fácil señalar el alineamiento de un buen número de figuras catalanas,
algunas de ellas miembros destacados de la Iglesia, por otro lado, en el sector
abiertamente catalanista, y en tal sentido, antifranquista, podremos encuadrar al
protagonista de este trabajo: Josep Benet y Morell (1920-2008) del cual nos
ocuparemos en adelante tratando de cubrir algunos vacíos de las elogiosas
necrológicas que hace más de un lustro se escribieron tras su deceso[1].
A
los siete años, Benet se traslada de su Cervera natal a Barcelona, a casa de
unos tíos que regentaban una lechería, e ingresa en la Escolanía de Montserrat.
En 1934 comienza el bachillerato en la jesuita Academia Ramón Llull. Dadas las
estrecheces de económicas familiares, lo hará en calidad de fámulo, sirviendo,
entre otras tareas, la mesa de sus acomodados compañeros de pupitre. En este
ambiente entra en contacto con la Federación de Jóvenes Cristianos (FJC). El
piadoso Benet, afecto a la República por el trato que ésta daba a la causa
catalanista, condenará los excesos cometidos con la Iglesia. Mientras en su
intimidad se abrirá un duradero forcejeo entre política y fe, en las calles,
Benet vivirá algunos enfrenamientos con los falangistas más revolucionarios e
impíos.
El
estallido de la Guerra Civil propiciará que marzo 1938, el Servicio de
Investigación Militar emprendiera una campaña contra la Quinta Columna
franquista en Barcelona. Benet se desvelará por proteger a la grey eclesiástica[2] y
a los fieles antes de ser llevado al frente, de donde regresa herido a los tres
meses. Finalizada la guerra es requerido para hacer el servicio militar y
enviado a Cáceres. Poco después estará en Madrid, incorporado en el servicio de
censura militar durante unos meses hasta regresar a Barcelona alegando ser hijo
de viuda pobre, pues Benet, hijo de padre tranviario y madre sastra, quedará
huérfano de aquel, ya separado de su madre, al morir de un tiro en noviembre de
1935 en el transcurso de una discusión política[3].
Benet
ingresa en 1942 en la Facultad de Derecho como alumno libre, allí, funda el Frente
Universitario de Cataluña (FUC) sin descuidar las cuestiones de fe, canalizadas
a través del Casal Católico de Sant Andreu de Palomar –donde conoce a Florencia
Ventura y Monteys con la que matrimonia en 1948- y las juventudes de Acción
Católica, en cuya jerarquía asciende. En esa época entra en contacto con Félix
Millet y Maristany (1903-1967), presidente de unos Jóvenes Cristianos de
Cataluña que tratan de reflotar. La vía religiosa constituirá un subterfugio
para eludir la integración en Falange y mantener las esencias catalanistas,
cultivadas en un periódico clandestino: Orientacions.
Terminada la carrera, Benet comenzará a trabajar para Millet como secretario
particular. Huido de Barcelona durante la guerra, Millet, salvada la hacienda y
la vida, funda en 1943 Benéfica Minerva y participa en otras iniciativas
catalanistas entre las que destaca la creación, en 1961, de Omnium Cultural.
En
1945, durante la vigilia de la Diada se produjo un tiroteo entre militantes del
Frente Nacional de Cataluña y unos policías, resultando herido un propagandista,
que es detenido y liberado por intercesión, solicitada por Benet, del abad
Escarré, al que conocía desde los tiempos de seminarista. Las actividades
culturales de Benet en pro del catalanismo, fueron constantes, no sólo en lo
relativo a la lengua –destacando la fundación, de las revistas Germinabit , junto a Bohigas, Cahner o
Albert Manent- y Serra D´Or- sino en
otros campos como la sardana y el excursionismo, aparentemente menos
politizados.
Por
su parte, la relación del FUC con la Unión Internacional de Estudiantes
permitió que Joan Sansa asistiera al Congreso Mundial de Estudiantes celebrado
en Praga en el verano de 1946, del que quedaron excluidos los comunistas. Como
precedente de esta reunión hemos de citar el Consejo Estudiantil Mundial (CEM),
creado en 1941 en Londres para agrupar las organizaciones estudiantiles
antifascistas. Ese mismo año se monta la Comisión Abad Oliba, para organizar
las fiestas de entronización de la imagen de la Virgen de Montserrat. Benet,
junto a Millet y Escarré, serán quienes se ocupen de la organización de un acto
que culminó con la colocación de una gran bandera catalana por parte de los Grupos
Nacionales de Resistencia. Benet y Sansa viajarán a Francia de forma
clandestina. Benet se entrevista en Barcelona con el laboralista Francis
Noel-Baker[4].
También
en 1946 Benet asiste a una cena de confraternización con el Orfeón Catalán en
la casa de La Ametlla propiedad de Millet. El propio Millet, sobrino de Luís
Millet y Pagés (1867-1941), cofundador en 1891 del propio Orfeón[5],
presidirá dicha organización en 1951.
El
Frente Universitario es el embrión de los Grupos Nacionales de Resistencia que
se conectan con las redes antifranquistas a través de Joan Sansa y Caminal
(1921-1980), doctorando en Madrid, ciudad donde, con la consabida exclusión de
los comunistas, se celebran reuniones, a la casta hora del café, en el American
Bar Pidoux, local de la Gran Vía frecuentado por mujeres disolutas. Allí conoce
a Piñeiro, Koldo Mitxelena o Pedro María Irujo, y a cenetistas como García
Durán[6].
Las
actividades de Benet no pasaron inadvertidas para las fuerzas del orden. De
este modo, en 1947 sufre su primera detención.
Incansable,
a través del Grupo Miramar, en compañía de Mauricio Serrahima. El grupo sirve
para conectar con jóvenes como Carner, Reventós, Cañellas. Es precisamente a
Serrahima a quien, en 1949, el Foreign Office le pide, mediante la embajada en
Madrid, un informe sobre la situación de la Iglesia en España y una lista de
catalanes que pudieran formar parte de un gobierno democristiano. Serrahima
consultará a Benet, antes de emitir su informe.
El
año 1956, acompañado por Raventós, conoce en Madrid a Dionisio Ridruejo[7] y a
Francisco de Luis, consejero delegado de Editorial Católica, a la que estaba
vinculado el diario Ya. Un año más
tarde contactará con el Consejo Privado de Don Juan de Borbón a través de
Santiago Nadal.
El
activismo político de Benet, tan hostil a ciertos componentes del franquismo
como refractario a los vientos del Este, no pasó inadvertido. El final de la
década de los 50 sirvió para que una particular facción opositora al régimen
franquista aunara fuerzas, unas fuerzas acrecentadas por la acción de terceras
potencias, en particular la que provenía de los Estados Unidos. Con Castellet
como mascarón de proa de las huestes catalanistas, Benet se incorporará al
Comité español del Congreso por la Libertad de la Cultura[8], participando
activamente en una larga serie de reuniones que dan comienzo con la celebrada
en la propia casa de Félix Millet. En La Ametlla del Vallés, los días 5 y 6 de
diciembre de 1964 se mantendrá una serie de debates Castilla-Cataluña en los
que interviene don Josep. La reunión se preparó con mimo –se compraron flores
para la señora de Millet, un ejemplar de El
Asno de Oro para Millet mientras que los participantes reciben el libro Llengua: cultura als paisos catalans- quedando
las sesiones grabadas en cintas magnetofónicas. Como conclusión se puede
señalar que a los representantes de Cataluña les preocupa sobremanera el tema
lingüístico, las traducciones y la atracción a de jóvenes y estudiantes que
dieran continuidad a la lucha por tales anhelos.
Por
lo que respecta al trato dispensado a Benet, el Comité, a finales de ese mismo
año, compra once ejemplares de su libro: Maragall:
La Setmana Tragica. Benet también recibe una bolsa para libros junto con Casimiro
Martí que asciende a 35.625,40 ptas., a lo que se añade el ofrecimiento de publicar
Historia del movimiento obrero catalán sin
que el encargo cristalizara.
A
la reunión de La Ametlla le sucedió la celebrada en la casa de Fernando Chueca
Goitia en Toledo entre los días 26 y 28 de noviembre de 1965, sin que en ella
interviniera Benet. Sin embargo, la masía de Millet no sólo sirvió para
establecer esa conexión pretendidamente interregional. La finca se convirtió en
un lugar de encuentro para las diferentes familias del catalanismo unidas a
ciertos empresarios y banqueros, como pone de relieve Manuel Sacristán en un
informe –firmado bajo el nombre de Ricardo- elaborado a finales de enero de
1966, que transcribimos íntegro[9]:
doc. 7-1966,
Cataluña 6, AH-PCE
NOTA DE NOTA
DE RICARDO (Manuel Sacristán)
<24 .1.66="" archivador="" del="" fecha="" titulo="" y=""> 24>
Los dias 8
y 9 de enero, (sábado y domingo), se han reunido en Ametlla del Valles, un grupo
de intelectuales catalanes convocados por lo que oficiosamente podríamos
denominar el secretariado cultural del Omnium, bajo el pretexto de estudiar los
problemas que plantea la difusión de la cultura catalana.
Las
reuniones tuvieron lugar en la casa de Félix Millet y Maristany, con la
presencia del mismo y la representación de Banca Catalana (J.Pujol) y Banco
Industrial de Cataluña (Carrasco), los Srs. Ortinez y Duran Farrell que se
vieron imposibilitados de estar presentes, mandaron cartas de adhesión y
algunos representantes (Sarda y otros). También estuvieron presentes varios
industriales catalanes como el Sr. Carulla de Gallina Blanca.
Las
reuniones se extendieron desde el sábado por la mañana hasta el domingo al
medio dia, con la interrupción de la noche del sábado que los asistentes fueron
a dormir a Barcelona, terminó con un almuerzo de faisán regalado por un
industrial catalán que se dedica al "deporte" de su cria.
A la hora
de los postres y con la euforia del coñac, los asistentes jugaron a
"elecciones libres", de forma que depositaron su voto secreto como si
se tratara de un comicio general. La Democracia-Cristiana, sacó 9 votos, el
PSUC 8, Esquerra y Socialistas 4 cada uno, y algún otro partido 1 ó 2. Es de
notar que las distintas organizaciones fueron denominadas de una forma más o
menos vaga, salvo en el caso del PSUC, en el que la elección se hizo sobre
siglas concretas. Al conocer los resultados el Sr. Carulla expresó que si esto
debiera ajustarse a la realidad "habría como para tomar el barco e irse a
Ginebra" (sic). La dirección de la reunión y cabezas visibles, fueron J.
Benet y J. Pujol con Triadú. Inicialmente se presentaban dos ponencias o temas
de discusión: 1) Problemas que plantea la difusión de la cultura catalana en el
exterior (Castellet, C. Pellicer, J. Molas, R. Salvat). 2) La difusión de la
cultura catalana en Cataluña, (J.Benet).
La lista de
intelectuales invitados, comprendía en general a lo que podríamos llamar en el
campo de la creación cultural, intelectuales de izquierdas politicamente no
comprometidos: J. M. Castellet, O. Bohigas, J. Carbonell, R. Salvat, J. Molas,
S. Espriu, C. Pellicer. Todos ellos, hablan quedado prácticamente de lado en la
dirección y creación del Omnium Cultural en su primera fase.
Parece ser
que en general el curso de la discusión aportó poco o nada de nuevo, pero en el
curso de las mismas se intensificó la aproximación en las relaciones
personales, formulándose repetidamente los deseos y las posibilidades que el
grupo promotor tenia, en el sentido de favorecer y estimular la creación
cultural.
Asi, aunque
sin concretar, se habló de ofrecer puestos de trabajo de medio dia muy bien
remunerados, en empresas que el grupo financiero domina, para aquellos
intelectuales que precisasen solucionar su situación económica.
Por la
mañana del domingo se habló de la necesidad de sacar unas conclusiones que
fuesen base para una relación de trabajo futuro, asi se llegó a establecer la
preparación de un libro sobre Historia de Cultura Catalana, que el grupo
financiero se compromete a publicar incluso en Francia e Inglaterra, y que
dirigiría J. Molas; también se abrió la posibilidad de ayuda económica para un
grupo que integrado por Castellet, Benet, Bohigas, Pellicer y un abogado de
Vilafranca, siguiese estudiando los problemas de la difusión de la cultura
catalana. Otro grupo, (Pinol y Verdura entre los componentes), trataria de los
problemas editoriales en relación con esta misma difusión. Por último, se
decidió una planificación de las ayudas económicas, que hicieron público que en
el momento actual sobrepasa los dos millones anuales, y el estudio de un
posible incremento de las recaudaciones destinadas a fines culturales.
Parece ser
que en principio, el equipo intelectual de izquierdas que calificamos de
politicamente independiente, se inclina a aceptar todo ese plan que le ofrece
posibilidades de proyectarse en un sentido de profundización cultural bajo un
condicionamiento económico favorable, considerando que en principio esto no
disminuye su independencia, y que incluso en estos medios se puede hacer una
labor seria y positiva. De todos modos parece que no se les escapa el peligro
de atomización de movimiento intelectual progresista, que si bien hasta hoy no
ha tenido cierta coherencia organizacional, no deja de ser un grupo con una
coherencia de base.
Asi mismo y
con todas las afirmaciones expresadas de honestidad, no dejan de reconocer la
existencia de un compromiso tácito que puede condicionarles colectivamente a la
hora de proceder a la formulación de su política cultural.
Todo ello,
no obstante, incidiendo sobre un sector sobrecargado de trabajo y con la
sensación de frustración de su "función intelectual seria y
profunda", hace que frente a la propuesta de emplear energías en una
cohesión organizada de intelectuales de izquierdas, que por su condicionamiento
económico y político, forzosamente ha de moverse fundamentalmente en un plano
más primario en el sentido de crearse sus propios condicionamientos en una
primera etapa, esta maniobra de los intelectuales que representan a la
burguesía catalana, haga aparecer posiciones de desánimo y aún de fría
colaboración y escepticismo, en los representantes de la izquierda. A ello debe
añadirse la creencia por parte de este grupo, que el PSUC les ha tenido
abandonados, en el sentido de haberlos tenido apartados del diálogo ideológico
sin mostrar apoyo entusiasta a aquellas aportaciones culturales no
específicamente orgánicas, y a los hombres que las han promovido.
Por último
es de notar, que en las discusiones de la Atmella no ha estado invitado ningún
intelectual de los conocidamente organizados tanto del PSUC como del MSC. Con referencia
a este último se hizo el comentario por parte de Benet de que se había querido
invitar a Reventós, pero "que no se le había podido encontrar".
También se dio a entender que se iba a promover, con el consecuente apoyo
económico, una comisión de abogados que estudiase desde un punto de vista
legal, la protección del Omnium y de todo el movimiento cultural que se
intentaba impulsar.
Parece ser
que se dio conocimiento de la reunión a Tarradellas.
Marzo
de 1966 será un mes de gran agitación. Ante lo que se considerará una agresión
a Cataluña: la designación, hecha en la vallisoletana persona de Marcelo
González Martín, como arzobispo coadjutor, con derecho a sucesión, del
Arzobispado de Barcelona, nuestros Castellet y Benet, pero también Serrahima,
Solé-Tura, Roca, Bohigas, Lluch, Raventós, Carreras… congregados en torno a la
revista Serra D´Or, editada por la
Abadía de Montserrat, e invocando a Juan XXIII, le dirigen una carta colectiva
–la palabra España es sustituida por Estado Español- en la que rechazan la
presencia de «prelados de procedencia forastera, ignorantes de nuestra lengua,
de nuestra casi milenaria cultura y de los complejos espirituales y sociales de
las tierras catalanas», y le piden que renuncie a dicha dignidad.
Una
semana más tarde, entre los días 9 y 11 de marzo, tiene lugar la Capuchinada, encierro
en el convento de capuchinos de Sarriá cuyo objetivo era aprobar los estatutos
del Sindicato Democrático de Estudiantes de la Universidad de Barcelona
(SDEUB). Según la policía, en la capuchinada hubo 557 implicados no frailes:
412 estudiantes varones y, 100 hembras, 33 intelectuales, 2 sacerdotes, 2
extranjeros, 7 periodistas y 1 estudiante empleado de una corresponsalía
extranjera: Robert Stephen Bosschart. Un año después, The Daily Telegraph vinculó a los dos extranjeros –un suizo y un
norteamericano- con la CIA. El encierro se saldó con una serie de detenciones y
el pago de cuantiosas multas.
Como
es lógico, estos hechos fueron trasladados al Comité español del CLC. Una carta
firmada por Benet, Castellet, Manent, Carbonell y Lluch, fechada el 23 de
marzo, denunciaba una campaña «anticatalana» orquestada por la prensa de Madrid
y provincias. Los efectos serían, el atizamiento de «la vieja y mal planteada
querella del “separatismo catalán”». El grupo dice sentirse solo ante el
silencio de las voces amigas, y somete a consideración la tramitación del
documento acordado en La Ametlla y retocado en Toledo, y que se elabore otro,
dirigido al Dr. Rubió, quien había sido homenajeado por el SDEUB.
Paralelamente,
las reuniones interregionales organizadas por el comité, se sucedieron. La Mesa
redonda sobre las comunidades diferenciadas proyectada para celebrarse en la
residencia de Domingo García Sabell en Santiago de Compostela se frustró.
Llevaba por título: Análisis histórico y
socio-económico de la experiencia de las autonomías en Cataluña y el País
Vasco, así como de los proyectos y movimientos autonomistas en Galicia y
Valencia, y debía celebrarse entre los días 15 y 17 de noviembre de 1968. Una
de las ponencias debía ir a cargo de Benet, quien haría un recorrido histórico
por el autonomismo catalán.
La
tercera de esas mesas sí se pudo organizar, teniendo como sede Madrid. El III Coloquio
sobre las Comunidades Diferenciadas, al que acudió también Pujol y en el que vascos,
valencianos y gallegos se incorporaban plenamente, se sostuvo entre los día 6 y
8 junio de 1969. El título fue: «La comunidad hispánica de los pueblos». Benet
interviene con una ponencia titulada: «Antecedentes y práctica de la autonomía».
Omnium Cultural aporta 25.000 ptas.
En
1969 Benet reivindica la creación del Instituto de Historia del Carlismo en los
Países Catalanes, institución que, a su juicio, servirá para ahondar en el
sentido popular de tal ideología. El interés por esta reaccionaria fuente del
catalanismo hemos de relacionarlo con el prólogo[10]
que, firmado en marzo de 1973, escribe para el libro de Evaristo Olcina: El carlismo y las autonomías regionales
(Hora H, Madrid 1974), en el que reivindica el federalismo y emplea con
profusión la expresión Países Catalanes.
La
década de los 70 será también febril en cuanto a sus actividades congresuales.
El 28 mayo de 1970 Benet es uno de los firmantes de la carta enviada a Rogers
en la que el catalán también ve con buenos ojos la incorporación de una España
democrática y compuesta por comunidades diferenciadas, a la OTAN. Precisamente,
el 12 de julio, interviene en el IV coloquio en Madrid sobre Comunidades
Diferenciadas, en el cual se proyecta un libro que recoja lo realizado en estos
debates.
Ese
mismo año, los días 6 y 7 noviembre se celebra otro cónclave al que Benet no
puede acudir. Sin embargo, el 8 mayo de 1971, gracias a la colaboración de la AECE,
se vuelve a organizar una Mesa Redonda sobre Europa y las Regiones. Benet
asistirá:
También
en 1971, se organiza el V Coloquio de las Comunidades diferencias en Llinars
del Vallés, en la finca can Bordou de José María Vilaseca. El coloquio
transcurre entre el 13 y el 17 de octubre bajo el título: «Autonomía,
federación, y otras formas del organización del Estado». Benet expondrá: «Experiencia autonómica en
Cataluña». Omnium aporta otras 25.000 pts.
En
1978 Benet todavía participará en el Coloquio luso-español celebrado en Salamanca.
Tras
la muerte de Franco, la personalidad política de Benet se amplió. En 1977 fue
elegido senador por Barcelona con el mayor número de votos, 1,300.000, de toda España,
tras lo cual se convierte en portavoz de la Entesa de los Catalanes. En las
elecciones de 1979 repetirá en coalición con el PSUC y el Partido del Trabajo
de España, manteniéndose como senador hasta 1982. En 1980 obtiene un puesto
como diputado por el PSUC en las elecciones autonómicas al parlamento de
Cataluña, puesto que abandona cuatro años más tarde.
El
Coloquio luso español cierra prácticamente las actividades de que hemos
hablado. Es ahora, cerrado el ciclo franquista, cuando muchos de sus, en mayor
o menor medida, opositores, se aprestaron a dejar por escrito el relato de lo
ocurrido durante los años de activismo. En el verano de 1981, el propio Pablo Martí
Zaro dirige una carta a Albert Manent -quien en 1963 recibió una bolsa de viaje
por valor de 33.277,70 pesetas- en la que le propone publicar las ponencias de
La Ametlla, de la que Zaro conservaba notas manuscritas.
Un
lustro más tarde, en enero de 1986, con Benet instalado desde su salida de la
escena política como director del Centro de Historia Contemporánea de Cataluña,
el proyecto renace a instancias del catalán, quien escribe a Zaro para
proponerle rescatar, de forma remunerada, los encuentros entre las «culturas de
España». Tras un parón de medio año, Benet insiste, a lo que Zaro responde
haciendo un balance de fechas y nombres e incluso citando las cintas
magnetofónicas de varios coloquios, alguna de las cuales obraban en poder de
Raventós. El presupuesto calculado por Martí Zaro ascendería a 362.150 pesetas.
De la finalización de dicho proyecto no tenemos noticias.
En 2008, mientras apuraba los
últimos días de su vida consagrados a escribir sus memorias, Benet dejará
supurar su hispanófoba amargura:
Termino la redacción de este
prólogo cuando estoy a punto de cumplir 88 años. De éstos, unos 40,
prácticamente la mitad, he tenido que vivirlos bajo regímenes españoles que han
perseguido la identidad nacional de mi patria, con el propósito de convertirla
en una región subordinada a la nacionalidad mayoritaria en el Estado español,
que tiene la capital en Madrid. Una cuarentena de años en los que he debido
dedicar esfuerzos y sacrificios para gozar de lo más elemental -lengua propia e
identidad nacional propia- que los otros pueblos tienen sin que nadie se lo
discuta. Al desaparecer el franquismo, con la transición a la democracia,
pareció que la situación cambiaría y que sería posible que las diferentes
naciones que componen el Estado español viviesen pacíficamente, respetándose
sus identidades y hablas. Han transcurrido treinta años, y esta esperanza está
siendo decepcionada. Vuelven los ataques brutales contra Cataluña, su identidad
nacional, su idioma y su economía. Vuelve a sembrarse el odio contra Cataluña.
En muchos momentos me parece leer y oír textos anticatalanes de ayer, de los
tiempos de Franco y de más atrás. No nos engañemos, la ofensiva actual tiene un
objetivo claro: aprovechar la globalización para aniquilar la nación catalana
en un plazo relativamente breve…
Cuarenta y cuatro años después de
la reunión de Ametlla, Benet seguía atormentado por las mismas obsesiones que
ya Martí Zaro, en la nota manuscrita que cierra este artículo, apuntó de su
puño y letra.
[1] Tomamos numerosos datos de la
entrevista publicada en la revista editada por el Ayuntamiento de Barcelona: Metròpolis Mediterrània, n.62, otoño
2003, el libro de Sergio Vilar: Protagonistas
de la España democrática. La oposición a la dictadura 1939-1969 (Ediciones
Sociales, París 1968, 746 pp), y la obra colectiva: Miscel·lània d'homenatge a Josep Benet, Ed. L'Abadia de Montserrat,
Barcelona 1991.
[2] Del libro Protagonistas de la España democrática. La oposición a la dictadura
1939-1969, p. 638 extraemos estas declaraciones de Benet:
Los miembros de la “Federació de
Joves Cristians” nos reunimos para hacer algo, porque nos encontramos
desorientados. Nuestros dirigentes marcharon al otro bando o se callaron.
Durante las primeras semanas de la guerra me dediqué a salvar curas y a
organizar el culto. Nosotros éramos fieles a la República, pero no podíamos
contribuir en nada a su defensa porque nos rechazaban… Escondíamos a los curas,
buscábamos dinero… Cuando hice el servicio militar en Cáceres (después de la
guerra) me enteré de los asesinatos que se cometieron en el otro bando.
Mientras estuve en Barcelona, durante la guerra, sólo lo sabía por la
propaganda de los rojos, que yo no acababa de creer.
[3] Véase Protagonistas…, p. 422.
[4] Miscel·lània d'homenatge a Josep Benet, p. 661
[5] El periódico La Vanguardia, en su edición del 28 de
junio de 2010, publicaba un artículo de Isabel García Pagán: «El caso Millet,
más de un siglo» en el que se recogen las acusaciones de corrupción de las que
fue objeto el propio Luis Millet.
[6] La presencia de anarquistas en
tales reuniones debemos relacionarlas con el federalismo, común denominador de
varios grupos aliados coyunturalmente.
[7] Protagonistas…, p. 424
[8] Gran parte de los datos
relacionados con las actividades del Comité, los hemos tomado del Archivo Personal
de Pablo Martí Zaro, depositado, y de pública consulta, en la Fundación Pablo
Iglesias, Alcalá de Henares, Madrid.
[9] El informe está recogido el
volumen de anexos de la tesis doctoral Miguel Manzanera Salavert Teoría y práctica, UNED 1993, p. 787.
[10] He aquí el breve prólogo de
Benet:
El escritor y político
republicano catalán, Pere Coromines, que en su juventud fue uno de los acusados
en el proceso de Montjuich, en una conferencia dada en el Ateneo de Barcelona
en 1.927, se lamentaba de que los estudios sobre la historia del carlismo
fueran tan poco cultivados. Y hacia observar que los que hasta aquel momento se
habían publicado eran por lo general de signo parcial, ya que pretendían
defender, unos, la idea y actuación liberal, y oros, la carlista. Eran, por así
decirlo, escritos de combate.
Ante esta situación, Pere
Coromines pedía que se renovaran los estudios sobre las guerras carlistas -
”cal renovar els estudis carlins", - escribía y que se entrara en una
etapa de objetividad.
Pese a los años transcurridos, no
puede decirse que la petición de Pere Coromines haya encontrado eco. Por
desgracia, los estudios sobre el carlismo continúan tal como estaban en 1.927.
Puede decirse que los pocos que los cultivan continúan haciéndolo, casi todos,
desde una posición aún combativa, militante o, por lo menos, apologética.
Por otra parte, hay que constar
que los estudios sobre el carlismo no han interesado aún a los jóvenes
historiadores, formados en las nuevas escuelas históricas, a pesar de la
extraordinaria riqueza temática del carlismo, tanto desde el punto de vista
ideológico, como militar, como guerrillero o político. No podemos olvidar, por
ejemplo, que en los Países Catalanes, durante el ochocientos. El carlismo y el
republicanismo federal -ambos, pues, Federalistas- fueron los dos únicos
movimientos auténticamente populares, como asimismo los únicos capaces de
levantar masas de combatientes civiles voluntarios. Sin embargo, los estudios
sobre el carlismo continúan ausentes de la Universidad. Tampoco existe un
Instituto de las Guerras Carlistas, ni en el País Vasco ni en los Países
Catalanes, territorios en los que debería existir, porque en ellos aquellas
guerras fueron hechos importantes y auténticamente populares, sin el
conocimiento de los cuales no es posible entender la historia vasca ni la
catalana. Quizá ese Instituto llegará a ser realidad, alguna vez, en alguna Universidad
norteamericana o británica, que descubrirá un día, la riqueza histórica de
aquellos acontecimientos y lo creará por su cuenta...
Ante esta situación de los
estudios sobre el carlismo, no es extraño que muchas personas, incluso entre
aquellas que se interesan especialmente por la historia contemporánea o por la
vida política, sigan teniendo sobre el carlismo, su actuación y su doctrina,
las opiniones tendenciosas que difundieron los liberales cristinos del
ochocientos, o las difundidas por los grupos que, desde la extrema derecha,
instrumentaron las masas y aspiraciones populares carlistas en favor de causas
ajenas al carlismo. Es natural, por tanto, que estas personas desconocedoras de
la historia del carlismo, se sorprendan de ciertas declaraciones del carlismo
de hoy.
Por todo ello, creo que este
libro, que ha escrito el valenciano Evarist Olcina, debe ser recibido con
agradecimiento por aquellos que desean conocer y comprender mejor el carlismo
de ayer y de hoy.
Evarist Olcina nos ha dado un
libro que, por primera vez, plantea con seriedad, y utilizando una base
documental suficiente, uno de los puntos fundamentales de la doctrina carlista
que más contribuyó a movilizar las masas populares en el País Vasco y en los
Países Catalanes: el federalismo. Creo que es un acierto que el autor haya
abierto, el primer capítulo de su obra con unas frases del escritor catalán,
combatiente que fue en la tercera guerra carlista Marián Vayreda, que expresa
con rotundidad su caso particular, que fue, sin embargo el de muchísimos otros
carlistas. Las palabras de Marián Vayreda podrían ir perfectamente acompañadas
por las de Jacint de Maciá, también referidas a la tercera guerra carlista: “Es
innegable que don Carlos conoció desde el principio de la guerra que sus
voluntarios, lo mismo que el país que representaban, hacían tan heroicos
sacrificios no por su persona, sino por la Religión y los Fueros, que se creyó
defendían.”
“... que se creyó defendían.” Con
estas palabras, Jacint de Maciá introduce una de las cuestiones menos
estudiadas hasta el presente en la historia del carlismo: la posición de cierto
número de dirigentes del carlismo que pretendieron convertir la autentica
fuerza popular que representaba el carlismo en un movimiento exclusivamente
antirrevolucionario. Esta cuestión es tratada por Evarist Olcina, y, a mi
entender, las paginas que dedica a estudiarla son de las más interesantes de su
obra. Creo que son unas páginas que toda persona que desee comprender ciertos
momentos cruciales de la historia de España de este siglo debe leer.
Seria superfluo que siguiera
insistiendo en poner de manifiesto el interés que tiene esta obra de Evarist
Olcina. El índice del libro es bastante expresivo, y los documentos que son
transcritos suficientemente importantes, para que esta obra sea conocida por
todas aquellas personas que se preocupan por el presente y el futuro hispánico.
Porque si bien el libro termina en 1.936, el problema de que se trata es un
problema fundamental, que continua vivo y pendiente de solución.
Barcelona, marzo de 1.973
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