Artículo publicado el miércoles 15 de enero en La Voz Libre:
Caerse
del nogal: la ingenuidad judicial con la marcha de Bilbao
El
pasado fin de semana la ciudad de Bilbao fue el escenario de una multitudinaria
manifestación que recorrió sus principales vías exhibiendo la habitual
parafernalia del secesionismo vasco. La marcha fue posible porque un togado la autorizó
condicionando su celebración a esta fuera silenciosa. De este modo, el hombre
que representaba al tantas veces invocado poder judicial, a menudo acusado de
deficitario en lo relativo a su independencia, demostró un elevado grado de
ingenuidad que linda con la falsa conciencia, pues ¿qué español en edad adulta
podría creer que los adscritos a la vieja coalición PNV-ETA -en sus múltiples e
imaginativos logotipos y marcas- se iban a comportar como piadosos observantes
de la regla del silencio de alguna procesión de Semana Santa?
Como
era previsible, en la manifestación se gritó a voz en cuello por la
independencia de Euskal Herria –aspiración común a las facciones participantes-
y por el regreso al País Vasco de los etarras que penan por sus atentados contra
la nación española –a la que han atacado cometiendo asesinatos y atentados que
destrozaron la vida de muchos compatriotas- en cárceles de un resto de España
que se pretende, desde el delirio nacionalista fraccionario, yugo de la patria
de Aitor.
Así
pues, y tirando de la clásica metáfora frutal tan cara a Arzallus y a sus
críticos, muchos han sido los periodistas, comentadores y opinadores
profesionales al servicio de la prensa del régimen, del que forma parte
sustancial el separatismo, que se han caído del nogal al advertir, con fingida
sorpresa, pues ya no caben ingenuidades en tal sentido, que el partido de Dios
y la Ley Vieja es aliado del de la serpiente y el hacha.
Conviene, no obstante, insistir –a riesgo de
que algún fideísta de nuestra democracia coronada pudiera escandalizarse- en
que, más allá de las nueces, este conjunto de corrientes políticas que el
fundamentalismo democrático permite actuar dentro de la legalidad al precio de
comprometer seriamente la existencia de la propia España, pertenecen a la
derecha más reaccionaria y primaria, aquella que, espantada por la amenaza del
liberalismo decimonónico, hizo acopio de materiales del Romanticismo para tejer
una viscosa ideología por la desfilan el racismo y la xenofobia, ingredientes a
los que se sumó tardíamente algún componente, convenientemente falsificado y
deformado, del marxismo en el momento en que numerosos seminaristas decidieron
cambiar la intimidad de la sacristía por criptas criminales llamadas zulos.
De
aquella época de dialogante relación entre cristianos y marxistas procede gran
parte de la fascinación que el separatismo ejerce sobre numerosos políticos
autodenominados «de izquierdas», algunos de los cuales llevaron hábitos en su
piadosa juventud, circunstancia que nos lleva al recientemente conocido dato de
que el actual País Vasco, tras el citado trasvase que trocó tonsuras por
capuchas, tan condicionado por los delirios del beato carlista Sabino Arana,
sufre una grave crisis de vocaciones que casi ha vaciado sus seminarios.
Y
es que, en el pecado hispanófobo de Sabino iba una penitencia que hoy
horrorizaría a uno de los padres del bizcaitarrismo y que se resume en esos
apenas 15 aspirantes a sacerdotes de una tierra cuya representación se arrogan
los que celebran su día el Domingo de Resurrección. Obsesionado con lo
folclórico, el campo en el que se conservaban las esencias vascongadas, Arana
trabajó incansablemente para fabricar una artificiosa Euskoarcadia en la que ni
siquiera los nombres de sus habitantes tuvieran conexión, como así la tenía el
propio Arana, con Maketania, lugar de donde procedía el socialismo que hoy
venera el neologismo Euskadi, tan denostado por Unamuno. De la inagotable inventiva
araniana y su cuadrilla saldrían
neologismos de todo tipo, pero en el desarrollo de tal deriva se iría
produciendo un alejamiento no del suave protectorado inglés con el que soñó don
Sabino, sino de sus más íntimas convicciones religiosas.
Sea
como fuere, el actual País Vasco, tal es la conclusión que se extrae de las
encuestas, ha sufrido una gran merma en la fe en el Dios trinitario, y una gran
parte de sus jóvenes, distinguidos con nombres que a menudo apelan a la
Naturaleza parecen, a pesar de hacer ondear una bandera con dos cruces, están
preparados para abrazar con fuerza esa nueva religión cuasinatural que es el
nacionalismo.
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