Artículo publicado en el blog "España defendida" de La Gaceta el sábado 30 de enero de 2016:
Tierno Galván nuevamente "colocado"
Por
unanimidad. De una forma tan desusada ha decidido el Ayuntamiento de Madrid
erigir una estatua al exalcalde socialista Enrique Tierno Galván (1818-1986),
fallecido hace 30 años. El lugar: un sitio aún sin determinar de la plaza de la
Cibeles, toda vez que la primera ubicación sopesada se descartó. Pretendían los
socialistas madrileños que la efigie del alcalde madrileño sustituyera nada
menos que a la estatua de don Álvaro de Bazán, a quien ha salvado su condición
de Bien de Interés Cultural de la Comunidad de Madrid más que su histórica –«la
más alta ocasión que vieron los siglos» a decir de su soldado Cervantes-
victoria en Lepanto sobre los islamizados turcos.
Los
componentes del Mito de la Cultura han vuelto a favorecer al Marqués de Santa
Cruz, pues en su momento, Ana Botella, en su condición de alcaldesa heredera de
Alberto Ruiz-Gallardón, trató de moverle el pedestal al almirante esculpido por
Benlliure para sustituirlo por la figura de Felipe II. Tranquilo de nuevo don
Álvaro, Madrid contará con una nueva figura de bulto del indiscutido don
Enrique, quien ya cuenta con un parque, tres esculturas, dos placas, dos
plazas, un monumento, un centro de mayores, un instituto y veintiún bustos… Los
méritos para acceder a tal omnipresencia conmemorativa fueron encarecidos no
sólo por las llamadas fuerzas de izquierdas, sino incluso por una Begoña
Villacís que afirmó que el Viejo Profesor: «Nos ayudó a salir de la oscuridad,
a vivir de una forma vibrante, y a él mismo le cambió Madrid, sufrió una
metamorfosis, supo que tenía que dejar la izquierda radical para acercarse a
posturas europeístas». Maniqueísmo y europeísmo se daban de este modo la mano.
Tres
décadas después del multitudinario entierro organizado por Pilar Miró,
ceremonia que unió el colorismo de la Movida con la sombría estampa de la
carroza Imperial de pompas fúnebres de Barcelona, el prestigio de don Enrique
parece intacto al menos para aquellos que no han ahondado en su verdadera
biografía, que deberá comenzar con un desmentido: don Enrique no era soriano ni
campesino, muy al contrario, estaba entroncado en una familia militar. Su
padre, el sargento Alfredo Tierno, combatiente en Cuba, como su abuelo, el capitán
Julián Tierno Gómez, muerto por paludismo en la misma isla en 1896, nada
tuvieron que ver con las hoces y sí con los fusiles.
Hará
bien el interesado en alejarse de esa autobiografía titulada Cabos sueltos, pues el hoy celebrado
icono del socialismo, transitó por muy otras vías antes de encontrar acomodo en
el PSOE que, bien nutrido de marcos alemanes, pilotaron González y Guerra, los
jóvenes turcos, tras la caída en desgracia del exiliado Llopis, socialista
viejo sobre el cuyos hombros pesaba como plomo el aroma masónico y un
anticomunismo radical que supieron manejar mejor los sevillanos chicos de la
tortilla, conscientes de que el PCE de Carrillo era mucho menos fiero de lo que
se pintaba.
Antes,
mucho antes, Tierno, maestro del funambulismo político e ideológico, ya se
había integrado en el donjuanismo –Don Juan Tercero
Izquierda llamaban con malicia al regio residente de Estoril- dirigido por
Joaquín Satrústegui: la Unión Española, organización monárquica y anticomunista
que celebró su puesta de largo en una célebre cena que tuvo lugar en el Hotel
Menfis el 26 de enero de 1959. Labrábase por entonces don Enrique una carrera
como profesor universitario en Salamanca, donde a los 36 años recibiría el
apodo con el que aún se le conoce. Su fino olfato, no obstante, le permitiría
percibir la presencia de nuevas oportunidades. A principios de los 60, el
Congreso por la Libertad de la Cultura desembarcó en España provisto de dólares
con los cuales estimuló las actividades de un conjunto de gentes del régimen
que comenzaban a mostrar, la Guerra Civil que polarizó las distintas corrientes
ideológicas en dos bando iba quedando lejos, ciertas objeciones con respecto a
la realidad política española en cuyo vértice se situaba Franco. Tierno fue uno
de los que, no sin un cierto recelo inicial, se integraron en una estructura
que fomentaba la publicación de libros, las becas de viajes y la celebración de
reuniones en las cuales se sentaban las bases ideológicas de la España que hoy
algunos, todos ellos cultivadores del mito de Tierno, pretender convertir
oficialmente en plurinacional.
Atento
a cualquier movimiento, máxime si se tiene en cuenta que esta facción,
encabezada políticamente por el letrista del Cara al Sol, Dionisio Ridruejo, se escoraba hacia la socialdemocracia,
Tierno no tardará en intentar hacerse con el espacio que dejaba el histórico
PSOE en España, toda vez que la vieja guardia tenía su sede en Toulouse. En
este contexto, fundará el Partido Socialista Popular, de estructura federal, al
que perteneció, entre otros, José Bono. El otrora analítico, presentado ahora
como marxista, el Viejo Profesor, tan aficionado a la expresión «comunidades
diferenciadas», llegará a aceptar el derecho de autodeterminación del llamado
«pueblo vasco». Las urnas revelarían, no obstante, el verdadero alcance de su
proyecto. Fracasado en las primeras elecciones, aflorará una importante deuda
que el PSOE asumiría integrando a Tierno en sus filas. Madrid, su Madrid, sería
el techo de sus ambiciones y el teatro donde podría lucir sus variadas
máscaras, algunas de las cuales se conservan en su archivo conservado en
Barcelona tras la donación de su hijo a la Gran Logia Simbólica de España.
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