Artículo publicado en El Semanal Digital el lunes 2 de octubre de 2017:
http://www.esdiario.com/elsemanaldigital/942439258/Transparencia.html
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Transparencia
Un balcón abierto de par en par con
la filigrana metálica de la barandilla del Hotel Ranzini mezclada con su
sombra, la estatua de Colón al final de la vía recortándose sobre el Mediterráneo.
En medio de la desquiciada perspectiva cubista, una bandera española, bicolor
naturalmente, pues la composición se realizó en el revolucionario año de 1917
en el que en España reinaba Alfonso XIII. Dos décadas después, las mismas manos
que pintaron El paseo de Colón, las
de Pablo Ruiz Picasso, confeccionaron uno de los principales iconos artísticos
del siglo XX: Guernica. Convertido en
un símbolo del rechazo a las guerras, el lienzo, reproducido hasta el infinito
en forma de cartel, adornó muchas alcobas donde se mezclaba el pacifismo
contracultural con el distanciamiento de determinadas posiciones ideológicas
izquierdistas que terminarían por disolverse en movimientos diversos.
Dos años antes de que Picasso
falleciera, el barcelonés Joan Manuel Serrat grabó una de las canciones más
exitosas y populares del siglo XX español: «Mediterráneo». La canción llegó
tres años después de que Serrat se viera envuelto en una polémica por su no
participación en el festival de Eurovisión, ausencia que algunos han
interpretado como una maniobra comercial, un guiño en definitiva, al
catalanismo que se había ido infiltrando en un movimiento, la Nova Cançó, a la
que la televisión franquista concedía cada vez más espacio. Sea como fuere,
Serrat quedó aureolado con los atributos de un ardoroso antifranquista que
defendía, poniendo en riesgo su carrera, un idioma pretendidamente perseguido:
el catalán. Persecución que un cuidadoso repaso al mundo editorial y musical de
la época, queda seriamente comprometida. Apenas cuatro años más tarde Franco
fallecía, y todas las maniobras, muchas de ellas consentidas, de ciertos grupos
políticos e ideológicos, desembocaron en la redacción de la actual
Constitución, la misma que incorpora la dupla nacionalidades y regiones, siendo
las primeras, fundamentalmente, aquellas que tenían lenguas diferentes al
español y sectores muy interesados en cimentar en tal circunstancia las
estructuras de una serie de protonaciones. Entre estas figuraba, naturalmente,
Cataluña, que ya había vivido un lustro antes un anticipo de la actitud hoy
expresada por cientos de clérigos catalanistas: la xenófoba Capuchinada.
Serrat, vetado en Televisión Española, llegó al periodo democrático avalado por
un disco homenaje a Machado, al que seguiría otro basado en la obra de Miguel
Hernández.
Reconocido como cantautor
antifranquista, Serrat ha cosechado enormes éxitos tanto en España como en
Hispanoamérica, que han venido acompañados de reconocimientos internaciones,
nacionales y otorgados por la Cataluña construida por Pujol y su red
clientelar. El noi del Poble-sec también prestó su rostro en la campaña de
apoyo a Zapatero, presidente que abrió la caja de los truenos catalanistas
después de que su predecesor, Aznar, hiciera enormes concesiones a un gobierno
bajo el cual operaba la Sagrada Familia,
tan pródiga en sus envíos de misales a Andorra.
En la recta final que conduce al
referéndum secesionista del 1 de octubre, Serrat ha vuelto a la actualidad al
manifestar lo siguiente en relación con la votación: «Este referéndum no es
transparente, no puede representar a nadie». Tales manifestaciones le han
granjeado al cantautor un aluvión de críticas e insultos. De repente, Serrat se
ha convertido en un facha, en un renegado, en un traidor. Sin embargo, y una
vez acalladas mínimamente las voces de los más fanatizados catalanistas, cabe
analizar, siquiera mínimamente, las palabras de quien, encuadrado en el clan de
«la ceja», avaló unas políticas, las de Zapatero, que concedían gran parte de
las aspiraciones que hoy anhelan los que vilipendian a un Serrat que, por otro
lado, se ha opuesto a que se usen sus canciones en marchas contra la
independencia de Cataluña.
Teniendo presente todo lo anterior,
las palabras citadas cobran un sentido muy diferente al que han querido ver los
sectarios catalanistas. En definitiva, las palabras del cantante catalán no
pueden ser tomadas como la muestra de un patriotismo español que habría
aflorado en tan delicadas circunstancias. Muy al contrario, las manifestaciones
que tanta polémica han desatado, desvelan el formalismo democrático de quien
las ha pronunciado. Serrat, lejos de ser un defensor de la nación española que
ahora pretende trocearse para facilitar su reparto entre sus depredadores, no
sería más que un fundamentalista democrático obligado a exigir pureza
procedimental. Al cabo, no lo olvidemos, la célebre canción nos informa de que
nació en el Mediterráneo, mar al que se podrían asomar la Cataluña
independiente y una España mutilada y balcanizante.
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