Artículo publicado el 26 de enero de 2019 en El Debate:
https://eldebate.es/politica-de-estado/feijoo-y-la-regeneracion-del-pp-20190126
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Feijóo
y la regeneración del PP
Los personalísimos movimientos
producidos en el seno -¿o acaso se trate del núcleo irradiador?- de Podemos, han
dejado en un segundo plano lo ocurrido esta semana en el Parlamento gallego, en
el que se han vuelto han reclamar más competencias encaminadas al
fortalecimiento del autogobierno de Galicia. La petición de sus señorías
vendría a dar continuidad al habitual flujo de cesiones que va del gobierno
central a las estructuras pseudoestatales que han cristalizado gracias a la
Constitución de 1978, la misma que distingue, sin mayores especificaciones -que
a buen entendedor…- entre nacionalidades y regiones. Después de una década sin recibir
nuevas transferencias, los diputados gallegos han alcanzado una desusada
unanimidad para solicitar los traspasos que se consideren «convenientes», bien
por mímesis en relación a otras comunidades bien por dar fin a los procesos de
cesión ahora en curso.
El giro que ahora da la
partitocracia sentada en el Parlamento de Galicia ha sido posible después del
cambio de postura del Partido Popular de Galicia que, en la estela del BNG, se ha
sumado a este impulso después del anuncio del calendario de transferencias que
recibirá el País Vasco de manos del Gobierno presidido por Pedro Sánchez.
Sabedores de la debilidad del doctor madrileño que ahora pernocta en La
Moncloa, los tan jesuíticos como tecnocráticos políticos que manejan la cosa
pública vasca, concierto económico y coartadas junteras incluidas, se aprestan
a recoger 33 nuevas competencias.
La iniciativa de los nuevos
compañeros de viaje de Beiras, tan conectada al movimiento del PNV, remite a lo
ocurrido en Cataluña en la última década, tiempo en el que las facciones
independentistas allí radicadas se han convertido en la punta de lanza de un
movimiento que trata de socavar, y ya ha dado lugar a una grave fractura social
interna, la soberanía nacional. El recuerdo de la vieja Galeuscat, en unos
momentos en los cuales ha regresado la terminología guerracivilista cultivada al
calor de la ideología propia de la Memoria Histórica –«Frente Popular» y
«extrema derecha»-, parece inevitable. Sin embargo, el fácil paralelismo, que no
es tal si se atienden a las muy diferentes condiciones -¿cómo hablarle de la
cuestión agraria a los millenials
dedicados a la indagación identitaria?- en las cuales se han configurado unas
alianzas que apenas acusan ciertas semejanzas con las fraguadas hace ocho
décadas, queda roto por el comportamiento, aparentemente desconcertante, del
PPdeG, máxime en un momento en el que Pablo Casado parece decidido a reclamar
cierta recentralización de las competencias estatales.
En efecto, apenas unos días después
de que José María Aznar, en el curso de la convención nacional del PP, mostrara
públicamente su confianza en Casado, la diputada Paula Prado, compañera de
partido de ambos, declaró, sin asomo de rubor, que «Galicia no puede permitir
que tras ser perjudicada por los presupuestos del ultraje, encima tengamos que
sufrir una marginación mayor en materia de competencias. Galicia tiene los
mismos derechos que el País Vasco o Cataluña, por lo que demandamos que se
negocie en igualdad de condiciones y al mismo nivel». Las comunidades con las
que la Prado compara a su Galicia son reveladoras y muestran hasta qué punto
las intenciones mostradas por Casado tendrán que comenzar por doblegar la
inercia o, por mejor decir, vicios, de muchos de sus compañeros, rigurosos
observantes de la Constitución en lo referido al narcisismo y rapaz oportunismo
que se embosca tras el término «nacionalidad».
Nada es lo que parece en el partido
en el que la gaviota resultó ser charrán. El hoy presentado como ogro
españolista, el Aznar que hogaño unge a Casado, es el mismo que, incapaz de
realizar el menor atisbo de autocrítica, entregó a Pujol la cabeza de Vidal
Cuadras, acompañada por las transferencias de tráfico, justicia, educación,
agricultura, cultura, farmacias, sanidad, empleo, puertos, medio ambiente,
mediación de seguros, política lingüística y vivienda. Y es que, al igual que
ocurre con el partido de los círculos y «la gente», hoy en crisis, el que
fundara Manuel Fraga Iribarne, verdadero arquitecto de las estructuras
protonacionalistas en las que se asienta su delfín Feijóo, demuestra día tras
día su talento para cabalgar contradicciones.
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