Libertad Digital, 5 de enero de 2020:
https://www.libertaddigital.com/opinion/ivan-velez/sanchez-por-el-triunfo-de-la-confederacion-89645/
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Sánchez,
por el triunfo de la Confederación
Mientras los diputados nacionales
electos que hoy se dieron cita en la Carrera de los Jerónimos para participar
en la primera sesión de investidura se replegaban, en el Parlamento catalán,
una votación tan efectista como carente efectos prácticos, sirvió para mostrar
el apoyo de las fuerzas sediciosas al presidente autonómico, Joaquim Torra. La
farsa, una más de las escenificadas en ese corral de tragicomedias hispanófobas,
ofreció la apariencia de una desobediencia a la reciente inhabilitación del más
alto representante del Estado en esas tierras, emitida por la Junta Electoral
Central. En pleno éxtasis voluntarista, los representantes políticos de las
diversas sectas catalanistas reivindicaron, en un inconsciente homenaje al
barón de Barón de
Münchhausen, el derecho a la autodeterminación y exigieron la amnistía de los
presos golpistas, «presos políticos» según la jerigonza lazi.
Todo ello ocurría mientras en Madrid
todavía flotaban en el aire las palabras proferidas por Gabriel Rufián, a las
que Sánchez respondió con unos dulces susurros en los que agradecía las
intolerables exigencias planteadas por quienes pueden garantizarle, con una
calculada abstención, su estancia en La Moncloa a cambio de aceptar condiciones
intolerables para el presidente de una nación, obligado a negociar de tú a tú
con una de sus partes. En efecto, aunque la enumeración de las medidas «sociales»
era obligada, el debate tuvo como cuestión central el por Sánchez llamado,
«contencioso territorial», fórmula con la que se tratan de encubrir
momentáneamente las aspiraciones secesionistas de la amplia mayoría de sus
apoyos, aquellos que reclaman, no ya el emponzoñamiento de las togas, sino su
desaparición, que no otra cosa sino la impunidad es lo que quiere decirse
cuando se pide que el «contencioso» se mantenga en la estricta esfera de «la
política». Frente a las aspiraciones nacionales, identitarias y sentimentales,
todas ellas asumibles e integrables dentro de un Gobierno «progresista», según
la clasificación sanchista, se alza la zona en sombra, hábitat de «la derecha»,
cuya existencia sólo es tolerable si ofrece incondicionalmente su apoyo al madrileño
y permanece en una suerte de estado estacionario al que no poco ha contribuido
ella misma durante unos años de mandato continuista de las principales
directrices del zapaterato. En lo más recóndito de esta zona oscura, en la
manida caverna, habita un partido cuyo nombre no se sostiene en los labios de
Sánchez, Vox, al que el doctor se refiere como una «ultraderecha» a la que
adivina sus verdaderas intenciones: la vuelta a un franquismo todavía agazapado
dentro de un colectivo que, movido por extraños resortes, concita cada vez más
apoyos electorales.
Autoproclamado parteluz de la
política española, el maniqueo Sánchez divide en dos el hemiciclo desde su
tribuna y, confiado en los poderes taumatúrgicos de la palabra «diálogo»,
aquella que frotaba a diario su predecesor y mentor, Zapatero, se cree capaz
mantener mínimamente embridados a quienes han planteado sin tapujos unas
aspiraciones imposibles de alcanzar sin hacer saltar por los aires la soberanía,
única por más fórmulas plurinacionales que se balbuceen de la nación española. Sépalo
o no el architornadizo Sánchez, la célebre «nación de naciones» es un imposible,
razón por la cual, lo más parecido a esa estructura sobre la que pretende mantener
el control, forzando la legalidad con consultas destinadas a expropiar parte
del territorio nacional a la amplia mayoría de los españoles, deberá adoptar un
perfil llamado federal que, en el fondo, es confederal. Radica ahí la principal
diferencia con Unidas Podemos, mucho más clara, que no menos voluntarista, en
sus planteamientos. Mientras el PSOE mantiene la reliquia nominal de un comité
federal totalmente desactivado, eco lejano de aquella financiación alemana al
«clan de la tortilla», Unidas Podemos opera en el Congreso con una variedad de
rostros con los que trata de hacer visible, añadiendo algún guiño regional, su
orden confederal, mucho más acorde con su proyecto. Sin embargo, dentro de la
pretendida isocefalia del partido morado, destaca la testa de Iglesias,
irradiadora, al parecer, de unos poderes de seducción capaces de hacer regresar
al redil estatal a aquellas naciones liberadas de su prisión. En consonancia
con su confesada fe bolivariana, el vecino de Galapagar, solemne caballo de
Troya del secesionismo, se ofrece, en la sede de la soberanía nacional, para
asesinar, urnas mediante, a la «madrastra España», para luego hacer coincidir a
las naciones liberadas en el viejo proyecto alemán: la Europa de las regiones.
Este, y no otro, es el inestable proyecto sobre el que pretende sostenerse,
sobre un fondo de pluripalmeros, medios mercenarios e intereses «europeístas»,
Pedro Sánchez a partir del día 7, fecha en la que, previsiblemente, al compás
de una política cautiva de los intereses particularistas, aumentará la tensión
en las calles, pues el poder no sólo se ejerce de un modo descendente.
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