La Gaceta de la Iberosfera; 29 de enero de 2021:
https://gaceta.es/opinion/por-un-nuevo-camino-sin-retorno-hacia-la-secesion-20210129-1040/
Por
un nuevo camino sin retorno (hacia la secesión)
Carlos Bardem, Cristina Fallarás, Willy Toledo y otros habituales abajofirmantes
afectos a la autodenominada causa progresista, han estampado sus firmas al pie
de un manifiesto en el que reclaman el fin de la dispersión de los presos etarras,
proceso ya abierto por el actual Gobierno de coalición -más de cuarenta etarras
han sido ya acercados a las Vascongadas- que a estos representantes de las
«fuerzas de la cultura» les resulta desesperantemente lento. Atormentados por
tal ralentización, los adheridos al manifiesto, titulado Por un nuevo camino sin retorno, ofrecen una serie de argumentos
eticistas con los que tratan de acabar con una estrategia, la de la dispersión
de los terroristas etarras encarcelados, oficializada en 1989 por el Gobierno
de Felipe González. Hasta hace unos días, entre los dispersados figuraba Diego
Ugarte López de Arcaute, trasladado desde el Centro Penitenciario de
Granada, donde cumplía una condena de 100 años y 9 meses de prisión por el
asesinato, cometido en febrero de 2000, de Fernando Buesa, portavoz del PSOE en
el Parlamento vasco, y de su escolta, Jorge Díez, a la prisión leonesa de
Mansilla de las Mulas.
El principal argumento empleado para
solicitar el acercamiento de los criminales etarras, en el texto «personas
condenadas por delitos de terrorismo», es que estos sufren «lógicas de excepcionalidad», algo que los
suscriptores consideran propio de un tiempo ya pasado. La conclusión es clara
para los firmantes: «no tiene razón de ser que haya presos que queden al
margen de las normas penitenciarias que rigen para el resto de los reclusos».
Cabe, sin embargo, plantear diversas
objeciones a la obra de tan distinguido colectivo manifestante. La primera de
ellas tiene que ver con el empleo del manido recurso de la disolución de la
especie en el género, con el que se pretende equiparar a estos presos con los
comunes. Bajo el pretexto de la «disolución
definitiva» de ETA, los signatarios omiten el verdadero motivo por el que los
reclusos acercadizos dieron con sus huesos en las cárceles: su pertenencia a una
facción de españoles cuyo objetivo, antaño buscado por la vía armada, hogaño por
otras menos criminales pero no menos violentadoras de la soberanía nacional, es
la mutilación de la nación española. Nada dicen de esto nuestros
plurinacionales protagonistas, víctimas y, a la vez, cultivadores del mito de
la Cultura del que viven y del que pretenden seguir viviendo, pues en el texto se
avistan nuevas posibilidades, las aparejadas a «la apertura de esos espacios de
convivencia junto a la normalización institucional, los esfuerzos en pro de la
memoria, los diferentes programas educativos y un buen número de proyectos
culturales».
Hondamente preocupados por el futuro
del colectivo etarra, los signatarios, firmemente asentados en su eticismo,
vuelven a mostrar su apoyo –recordemos los tiempos de la ceja zapateril- a un
Gobierno que, oscilando entre la socialdemocracia y el globalismo, debe su
estabilidad al apoyo prestado por los herederos de ETA durante la investidura
como presidente del Gobierno de Pedro Sánchez, pero también en la aprobación de
los últimos Presupuestos Generales del Estado.
Como era previsible, en el
manifiesto no aparece la palabra España, sino una invocación a la Europa
leguleya, en concreto a la jurisprudencia del Tribunal Europeo de Derechos
Humanos, y a «los principios de reeducación, reinserción y resocialización
consagrados en la propia Constitución Española», es decir, a esa misma
constitución que, con calculada ambigüedad, introdujo la imprecisa distinción
entre nacionalidades y regiones. Convencidos de la excepcionalidad española, los
manifestantes reproducen, casi de modo literal, parte de la definición que hace
más de un siglo dio Julián Juderías del rótulo leyenda negra:
Por leyenda negra entendemos el
ambiente creado por los fantásticos relatos que acerca de nuestra patria han
visto la luz pública en casi todos los países; las descripciones grotescas que
se han hecho siempre con el carácter de los españoles como individuos y como
colectividad; la negación o, por lo menos, la ignorancia sistemática de cuanto
nos es favorable y honroso en las diversas manifestaciones de la cultura y del
arte; las acusaciones que en todo tiempo se han lanzado contra España,
fundándose para ello en hechos exagerados, mal interpretados o falsos en su
totalidad, y, finalmente, la afirmación contenida en libros al parecer
respetables y verídicos y muchas veces reproducida, comentada y ampliada en la
prensa extranjera, de que nuestra patria constituye, desde el punto de vista de
la tolerancia, de la cultura y del progreso político, una excepción lamentable
dentro del grupos de las naciones europeas.
Por nuestra parte –contraria sunt circa eadem- no podemos
más que dar la razón a los Armendáriz, Urbán, Mayor y otros firmantes del
montón. Ciertamente, España es una excepción, pues financia y ofrece cobertura
legal a aquellas sectas, sangrientas o no, que tienen como fin explícito la
aniquilación de la nación que les da sostén. No hay más que ver el trato que
Francia ha dado a sus secesionistas o echar un vistazo a la ley de partidos
portuguesa para comprender que España es diferente.
Adormecida por los efectos del fundamentalismo
democrático, la sociedad española, capaz de aceptar que el golpe de
Estado perpetrado en Cataluña fue una ensoñación y de encajar el reparto de
culpas esparcido por Pedro Sánchez, probablemente asumirá lo manifestado
recientemente por la portavoz de Bildu en el Parlamento Vasco: que a propósito
del reconocido daño infligido por ETA, «que fuese o no injusto depende de cada
relato». No hay duda de que entre los abajofirmantes no faltarán voluntarios,
colaboradores especiales o simples meritorios dispuestos a poner en escena tan
posmoderno planteamiento. El camino (hacia la secesión) lleva tiempo trazado.
Por lo que a los criminales se refiere, la próxima cesión al PNV de la política
penitenciaria permitirá a los hijos de Sabino capitalizar toda la sangre
derramada.
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