La Gaceta de la Iberosfera, 19 de febrero de 2021:
https://gaceta.es/opinion/rapeabamos-ayer-20210219-0938/
Rapeábamos
ayer…
El 27 de marzo de 1572, Jueves
Santo, fray Luis de León fue recluido en la cárcel de la inquisición de Valladolid.
En sus muros dejó escrito: «Aquí la envidia y mentira me tuvieron encerrado». Después
de estar preso durante cuatro años, regresó a su cátedra de Teología. Las
palabras con las que abrió su primera clase, fueron: «Decíamos ayer…». Si el
celebérrimo episodio protagonizado por el belmonteño, ejemplo del fanatismo
inquisitorial, ha pasado a la Historia, la denuncia que este lanzó sobre el
dominico Báñez ante el Santo
Oficio, apenas es conocida. Ya en el siglo XX, Miguel de Unamuno pronunció las
mismas palabras en su primera clase en la Universidad de Salamanca tras
recuperar su cargo como rector. Recientemente, otro hombre de letras ha dado
con sus huesos en la cárcel. Nos referimos a Pablo Rivadulla Duro, vulgo Hazél,
quien, terminado su chusco encierro en la Universidad de Lérida, ingresó en
prisión para cumplir condena por los delitos que jalonan su breve biografía.
Como era previsible, este salutífera medida -la política penitenciaria española
busca la reinserción del interno-, que tan magros resultados ha tenido en las
personas de Oriol Junqueras, Jordi Cuixart, Carme Forcadell y demás sediciosos,
ha hecho brotar la violencia callejera en diversas ciudades de nuestro, en
muchos casos, adoquinado suelo patrio.
Respaldo mediático y político no ha
faltado a los encapuchados que se han dedicado a destruir lo que encontraban a
su paso y a agredir a la policía, so pretexto de combatir al Estado «fascista».
En efecto, a la cobertura de muchos medios de comunicación expertos en el
manejo del adjetivo más acorde
con las preferencias de sus patrocinadores, muchos de ellos gestores de la cosa
pública, se ha unido el apoyo expreso de uno de los socios del Gobierno de
coalición, Unidas Podemos, partido en el que ha vuelto a destacar Pablo
Echenique, que en Twitter mostró todo su apoyo a los jóvenes «antifascistas»
que pedían «justicia y libertad de expresión en las calles». El desahogo del
tocayo de Hazél, el mismo que se rasgaba las vestiduras cuando los cayetanos atestaban la calle Núñez de
Balboa, se ha inscrito en una secuencia de críticas hechas bajo el común
denominador establecido por Pablo Iglesias Turrión, vicepresidente del Gobierno
de España, que no ha dudado en manifestar que esa misma nación -plurinación
según sus entendederas- padece «anormalidades democráticas». Con la petición del
indulto ya cursada por parte de Unidas Podemos y el oportuno lanzamiento de un
manifiesto entre cuyos abajofirmantes aparecen algunos nombres que
recientemente se mostraron partidarios de avanzar por la acercadiza vía abierta
por Marlaska para los presos etarras, todo hace pensar que vamos a vivir
algunas jornadas más, si el tiempo y la autoridad no lo impiden, de violencia
callejera. Las suficientes como para satisfacer a la grey podemita, mientras la
facción sanchista, ansiosa por volver a sentarse en la mesa de negociación con
los lazis, refuerza su publicitado perfil responsable.
Descendiente
de conversos condenados por la Inquisición, es probable que este factor
familiar pesara en la decisión de entrar en religión del joven Luis. Su ingreso
en la orden agustina, de la que llegó a ser provincial, sirvió para difuminar,
en parte, las sombras de su linaje. Si fray Luis de León hubo de cargar con ese
estigma, a nuestro rapero se le ha recordado recientemente que su abuelo fue el
teniente Andrés Rivadulla Buira, distinguido por combatir al maquis en el Valle
de Arán, mácula que sus rimas no consiguen borrar. Al cabo, en los ambientes
por los que Hazél ha paseado su chándal, sigue vigente una suerte de estatuto
de limpieza de sangre progre del que él carece y esa carencia haya jugado a
favor de su violencia para con quienes considera fascistas.
No cabe
duda de que, tras su breve paso por prisión, a Hazél, que bien pudiera decir a
su salida, «Rapeábamos ayer…», le espera un caluroso recibimiento por parte de
sus correligionarios. No es descartable, incluso, que estos meses a la sombra
le procuren un medio de vida más holgado que el que pudieran haberle ofrecido los
ripios que le han llevado a dar con sus huesos en Ponent. Lo que es seguro es
que Hazél no podrá llegar las cimas poéticas alcanzadas por fray Luis de León en
su oda a un músico, el gran Francisco de Salinas:
El aire se serena
y viste de hermosura y luz no usada,
Salinas, cuando suena
la música extremada,
por vuestra sabia mano gobernada.
A cuyo son divino
el alma, que en olvido está sumida
torna a cobrar el tino
y memoria perdida
de su origen primero esclarecida.
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