Artículo publicado el lunes 10 de marzo de 2014 en La Voz Libre:
España contra Cataluña: Análisis y refutación del fraude catalanista
Con
su ya acostumbrada erudición, el historiador Jesús Laínz Fernández acaba de
publicar un nuevo ensayo que lleva por título España contra Cataluña. Historia de un fraude (Ed. Encuentro, Madrid
2014, 416 p.). La obra, desde su misma portada, le da la vuelta a lo expuesto
en un simposio generosamente financiada por el dinero público y celebrado a
finales de 2013 del que prestigiosos historiadores como Elliot renegaron: España contra Cataluña, que generó un
pequeño revuelo dentro de ese mundo desconectado de la opinión pública que es
el de la historiografía española. Tal desconexión no debe, empero, preocupar si
tenemos en cuenta que se trataba de un nuevo acto de propaganda del gobierno
que encabeza un tan prepotente como consentido político regional que sabe de los
complejos e ignorancia con que se conduce la mayor parte de la llamada clase
política española, incapaz siquiera de pronunciar la palabra sedición y cuyos
alcances en lo relativo a la idea de nación apenas pasan de esa cursilería de
nuevo cuño llamada «marca España».
No
obstante, y como el propio simposio es tenido en cuenta en el libro, el volumen
acomete cada uno de los temas catalanistas clásicos, terreno en el cual Laínz
se desenvuelve con soltura como demostrara hace una década con su ya clásico
Adiós,
España. Verdad y mentira de los nacionalismos. De este modo, la cuestión nacionalista catalana es
abordada en cada uno de sus aspectos aportando, como dice el tango, las pruebas
de la infamia. El método impuesto obliga pues a hacer desfilar por las páginas
del volumen multitud de manifestaciones, programas, ensayos o material de
hemeroteca en los cuales puede el lector comprobar cómo los catalanistas han
ido empleando argumentos racistas, mercantilistas, telúricos o históricos, con
un común denominador: la hispanofobia.
Sin
embargo, como bien subraya el autor, el cuestionamiento de la españolidad de
Cataluña nunca adquirió el vigor que empezó a cobrar tras 1898, verdadero punto
de arranque del catalanismo.
Siguiendo
las metáforas acuáticas incorporadas en el arranque del libro –las citas de
Verdaguer y de Oriol Pujol con sus catalanas barcas a punto de hacer aguas-,
podríamos decir que, con el 98 como punto de inflexión, Cataluña vivió un
momento de pleamar, aquel que, al calor del proteccionismo, hizo que la
burguesía industrial se enriqueciera, aunque en los tropicales negocios haya de
incluirse la trata de esclavos y, añadimos por nuestra parte, el filibusterismo;
y uno de bajamar, el que supuso la gran decepción de la pérdida de Cuba y
Filipinas, derrotas militares que muchos abnegados voluntarios catalanes
trataron de impedir combatiendo bajo la bandera rojigualda que hoy tantos
sarpullidos provoca allende el Ebro.
La
bajamar del Desastre dejó sobre la costera Cataluña, al margen de la gran depresión
que pronto mutaría en hispanofobia, grandes capitales que no se estaba
dispuesto a repartir con los desharrapados que venían a trabajar, acompañados
de su prole, a las industrias de tan industriosa como privilegiada región:
había llegado el momento de la Frenología y del racismo. Las pretendidas
verdades emanadas de los gabinetes médicos venían a socorrer a los
historiadores ávidos de encontrar en crónicas y anales hechos diferenciales que
palidecían ante esa conclusión santificada por las níveas batas que predicaban
las bondades de la eugenesia. Comenzaba entonces una nueva marea que alcanzó su
punto álgido en los días de esplendor del nazismo, fechas en las que los escamots de la Esquerra no vistieron
camisas azules, ni pardas, ni negras, sino verdes, que al cabo, Cataluña
siempre tuvo una potente industria textil. Cabe en este punto detenerse para constatar
que si bien el primer franquismo tuvo más que veleidades con el régimen de
Hitler, en el ideario que finalmente triunfó –en el que tanto peso tuvo el
catolicismo- no hubo lugar para el racismo que sin duda formó parte del
catalanismo durante demasiadas décadas hoy oportunamente vaporizadas, si usamos
la terminología orwelliana que emplea Laínz en su libro.
Un
libro que dedica una vasta extensión a analizar la Leyenda Negra que sin duda
forma parte de la ideología de casi todos los españoles y de la que extraen
numerosos materiales nuestros separatistas. En un amplio capítulo que es un
ensayo en sí mismo, los orígenes y desarrollo de tal Leyenda son analizados sin
dejar pasar la oportunidad de constatar la participación de catalanes en todos
aquellos episodios en los que se apoya la propaganda antiespañola.
Los
capítulos finales tratan de cuestiones fundamentales una vez abatidas las
doctrinas racistas que permitían a los catalanistas ufanarse de su condición
aria. Así, en España contra Cataluña se
dedica un amplio espacio a tratar la fecha, los personajes –singularmente el
patriota español austracista Casanova- y los acontecimientos que tuvieron lugar
en 1714 o se profundiza en la manida cuestión lingüística, verdadera obsesión
del catalanismo.
No
falta la crítica del comportamiento que las izquierdas han tenido a propósito
de la cuestión nacional y los separatismos, o las continuas rectificaciones y
ajustes que el catalanismo ha tenido que hacer para mantener sus posiciones e
ir ganando terreno hasta llegar al famoso «España nos roba». Sin embargo, en
sus últimas páginas, Laínz muestra cierto agotamiento, el propio de aquel que
es consciente de que en este frente de nada sirve la argumentación, el rigor o
la apelación a las fuentes históricas; de nada la denuncia del adoctrinamiento
escolar, de la violación de la ley o del empleo de distorsionados ejemplos
foráneos con los que establecer disparatados paralelismos. El odio y la falsa
conciencia junto con el sentimentalismo y la visceralidad aparecen como
sustento de tan tenaz separatismo.
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