Artículo publicado el sábado 4 de junio de 2016 en el blog "España Defendida" de La Gaceta:
CEPS, escuela de transitólogos
En 2002, Gonzalo
Sánchez de Lozada, candidato a la presidencia de Bolivia por
el partido Movimiento Nacionalista Revolucionario, empleó un
voluntarista lema para su campaña electoral: «Sí se puede». La
optimista invocación obtuvo el favor de los bolivianos, y permitió al
licenciado en Filosofía por la Universidad de Chicago recuperar el cargo que ya
ocupara entre 1993 y 1997. Hijo de diplomático, Sánchez de Lozada había
comenzado su andadura empresarial como productor de cine. Ocho años más tarde,
un profesor universitario interino, Pablo Manuel Iglesias Turrión,
coordinaba en la Universidad Complutense un ciclo titulado El cine
político. El curso estaba respaldado por la Fundación Centro de
Estudios Políticos y Sociales (CEPS).
El 17 de enero de 2014, con
sede en la calle Zurita del madrileño barrio de Lavapiés, nacía Podemos, partido que
ha alcanzado amplias áreas de poder dentro de la sociedad política española, al
tiempo que surte de rostros y retórica a diversas plataformas mediáticas. Con
una ideología que en muchos puntos supone la continuación del zapaterato, no
olvidemos que Iglesias elogiaba a Zapatero en su tesis doctoral, al
considerarlo un «referente progresista mundial», sus alusiones al
comunismo han desatado el pánico en amplios un sectores
periodísticos, marcados por el lugar común, la estricta observancia a los
dictados empresariales y el manejo de encuestas elaboradas ad hoc como único
argumento.
Sorprendidos por el fulgurante
crecimiento de Podemos, muchos han sido los que, trocando la pluma por la
brocha gorda, han identificado a Podemos con CEPS, creyendo ver en la Fundación
la tapadera ideal, dotada de una pátina intelectual, para la financiación del
partido. La identificación tiene sus antecedentes, pues fue al dolarizado calor
de fundaciones norteamericanas, donde se formaron algunos de los que, andando
el tiempo, desempeñarían un relevante papel político o académico en la
construcción ideológica que acabaría dando forma a la España
autonómica, distáxica y cultivadora de las más provincianas señas de identidad que
adquirió forma legal en la Constitución de 1978. Si en el caso de
las becas de los años sesenta los viajes tenían como destino los Estados Unidos
o la Alemania Federal de la que vendría la financiación del PSOE post Suresnes,
a finales del siglo en el que caída la Unión Soviética, los viajes tendrían
como destino países hispanoamericanos. Es allí donde se ha tratado de implantar
el llamado Socialismo del siglo XXI que en modo alguno puede
homologarse con el comunismo que marcaría siete décadas tras las cuales
emergería la amenaza islámica.
En efecto, CEPS nació en el
postsoviético año de 1993, y se presentaba como «lugar de encuentro de un
amplio grupo de profesionales, profesores e investigadores de varias
Universidades Españolas, que pretenden contribuir con la aplicación práctica de
su trabajo intelectual a la transformación de la sociedad en una realidad más
justa, democrática y solidaria». La referencia a naciones, a clases sociales, a
medios de producción, brillaba por su ausencia en una declaración marcada por
el más riguroso gremialismo académico. CEPS invocaba el debate, la
búsqueda imprecisa de una «sociedad más justa y solidaria» que buscara el
reparto de la riqueza cimentando su acción en esa «democracia participativa» a
la que Juan Carlos Monedero, cultivador de una poética rayana en la
cursilería, pretendía medir su densidad.
Al menos en sus textos fundacionales,
que el lector no podrá encontrar tecleando ese www.ceps.es que
conduce a ninguna parte desde hace meses, CEPS invocaba como plataformas para
llevar a cabo sus objetivos, no a las naciones, sino a los pueblos y
sociedades, protegidos por los eticistas Derechos Humanos redactados
en 1948, supeditados en gran parte del globo a unos Derechos del Islam de
1991 vigentes en ese Irán que financia el canal Hispan TV en
el que Iglesias ha pulido sus aristas mediáticas.
Constituida CEPS en el Estado español
(sic), a los iniciales Rubén Martínez Dalmauy Roberto
Viciano, este último, Catedrático de Derecho Constitucional de la
Universidad de Valencia, tan relevante en la redacción de la Constitución
ecuatoriana aprobada por Rafael Correa, se irían añadiendo oleadas
de profesores y colaboradores universitarios afines marcados por su
fundamentalismo democrático y unas formas identificables sociológicamente como «de izquierdas»,
signifique eso lo que sea en un mundo como el actual, una vez alcanzado el fin
de las ideologías, vocablo que encubría la oposición entre capitalismo y
comunismo durante la Guerra Fría. El relevo generacional permitiría
que a CEPS llegaran gentes como Monedero y, más tarde, otros más jóvenes, hoy
omnipresentes en las telepantallas como son los Iglesias, Errejón, Alegre…
Financiados y agasajados por los líderes
hispanoamericanos, a los cuales se obstinan en llamar latinoamericanos, los
profesores encontrarían un terreno abonado para desarrollar sus teorías sin
el peso y la responsabilidad que las tareas de gobierno suelen
acarrear sobre el mandatario que toma decisiones, que ejerce el poder político
en definitiva. Los frutos de su asesoramiento no tardarían en cristalizar en
cartas magnas miméticas, en gran medida, de la española, por cuanto en ellas se
imita el modelo autonómico hasta el punto de proponer, como en
Bolivia, ese estado plurinacional que ahora pretende
implantarse en España para realizar los objetivos últimos de las oligarquías
regionales periféricas. Las mismas que, acogidas al sagrado por temor al
comunismo, buscaron la fragmentación nacional, por la vía federal,
apoyándose en gramáticas y folclore.
De este modo, el interoceánico conjunto
de profesores simultaneó su pertenencia a CEPS con su intervención en algaradas
callejeras antes de asomar sus cabezas sobre el indignado clamor del 15M en el que se
rescataron los manoseados tópicos de aquel 68 tan alejado de Moscú. Lanzados al
estrellato por cadenas televisivas cansadas de ver las mismas caras, el
conjunto de transitólogos se constituyó en partido político
conmoviendo la estable estructura bipartidista que ha ido haciendo concesiones
al separatismo para mantenerse en el poder. Hoy, a las puertas de ese poder,
los ideólogos, convertidos en políticos profesionales, se preparan para
realizar los objetivos últimos de la vigente Constitución, aquellos que
exacerban las diferencias entre españoles con criterios regionales. Apóstoles
de la segunda transición, los podemitas se preparan para corromper
definitivamente España y estabular en sus terruños a sus compatriotas.
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