Artículo publicado el domingo 12 de junio de 2016 en el blog "España Defendida" de La Gaceta:
Juan Velarde, testigo del gran cambio
«Pues
para mí, la política activa es, por ejemplo, haber participado en el Congreso de Falange del año 53 para abandonar el nacionalsindicalismo y
adoptar en su lugar un programa de corte socialdemócrata.»
Quien
así se manifiesta es Juan Velarde Fuertes (Salas, 1927), al que no pocos
rigoristas de la Memoria Histórica insisten en llamar Juanito el
Flecha, creyendo que con ello ofenden a quien en 2015, cercano a
finalizar su octava década de vida, es capaz de afirmar, «No me importa nada
que alguien diga: “Es que Velarde estuvo en Falange”. Pues sí»,
para luego matizar que pertenecía a un colectivo marcado por su adscripción joseantoniana.
Todo
ello y mucho más puede encontrarse en un libro de reciente aparición titulado Juan Velarde. Testigo del gran cambio (Ediciones
Encuentro, Madrid 2016) que nace de una serie de conversaciones mantenidas por Mikel
Buesa y Thomas Baumert con el eminente economista
asturiano que saliera de las aulas de la primera facultad española de Ciencias
Políticas y Económicas para permanecer desde entonces en relevantes puestos de
la vida política española. Más de seis décadas después, Velarde recuerda el
sesgo socialdemócrata que tomó el franquismo gracias a acciones internas, las
de, entre otros, ciertos sectores falangistas, pero también las de terceras
potencias, inquietas por el hecho de que la Falange más revolucionaria, aquella
que miraba con recelo la T de los tradicionalistas, mantuviera
objetivos nacionalizadores para la banca al tiempo que sostenía una firme línea
de afirmación sindicalista incompatible con una economía basada en el
fortalecimiento delconsumidor satisfecho y felizmente encanallado.
Para
disgusto de la grey podemita, Velarde se revela en estas páginas como un
socialdemócrata, objetivo hoy marcado públicamente por Pablo Manuel
Iglesias Turrión, y antaño, en los tiempos prepodemíticos, por Juan Carlos
Monedero, alejado por edad de la efebocracia circularista
morada. Al cabo, socialdemócrata se dice de muchas maneras, incluso al modo
señalado desde las posiciones de la III Internacional, cuando a
quienes así se definían no dudaron en llamarlos socialfascistas.
El común denominador socialdemócrata no es, sin embargo, lo único que une, al
menos de un modo coyuntural, los credos de Podemos y Velarde, como puede
comprobarse al acudir, despojados del sectarismo ambiental reinante, a las
hemerotecas. En el año 1948, el joven Velarde ya cantaba las bondades de la estatalización y arremetía contra los monopolios y la
economía «liberalcapitalista», pues a su juicio, la «socialización
de ciertas actividades económicas no sólo no se contrapone a la libertad, sino
que precisamente la salvaguarda». En un plano más sociológico, también
hallamos otras coincidencias. Si los congregados por el atractor psicologista
del «¡Sí, se puede!» han predicado la austeridad, pese a que
cuenten entre sus prietas filas a las alcaldesas mejor remuneradas de España,
Velarde también escribió, en el año referido, contra el lujo.
Coincidencias
aparte, sin duda molestas para quienes pretenden guiarse por el más
inconsciente adanismo político, la larga conversación con Velarde permite
acercarse a numerosas figuras relevantes para la configuración de la actual
España, heredera de algunas líneas ideológicas nacidas en aquellos días que los
más toscos analistas miran de manera simplificadora acudiendo a la «oscuridad» -los
más escatológicos apelarán a la caspa- de aquellos tiempos, a falta de
diagnósticos más finos. En tal sentido, el libro ofrece, gracias un magnífico
conjunto de documentadas notas al pie un retablo de personajes que
representaros distintas alternativas para la Nación. Es en tan dialéctica
tesitura, donde consideramos que reside el mayor interés de la obra, pues a
medida que avanza la lectura, el título permite una interpretación distinta a
la que a primera vista pudiera sugerir. De la portada puede inferirse que ese gran
cambio al que se refiere el libro no es otro que el paso de la
oscurantista dictadura a la democracia coronada del presente. Sin embargo, es
notorio que ese paso, realizado durante el tiempo llamado de la Transición,
resultó ser una transformación y no una fractura del régimen, que por otro lado
vivió momentos transitorios como el giro aludido al principio del presente
artículo. La clave, así lo entendemos, nos la da el propio Velarde al decir que «los
Gobiernos de Franco eran gobiernos de concentración, que no se parecían nada
los unos a los otros», e incluso, con más precisión, cuando don Juan, al
final de la obra, deja estas palabras mientras habla de la Transición:
«Un proceso que se abre en 1953, y se
acelera con la muerte de Franco en 1975, consolidándose de modo definitivo
cuando Aznar logra que España pase a ser miembro fundador de
la Eurozona.»
Sujeta
a la situación política de la época, polarizada por la tensión entre Moscú y
Washington, España viraría hacia los objetivos socialdemócratas referidos, con
su correlato económico nada casual si se tiene en cuenta que fue durante el
franquismo cuando se impulsó la creación de la Facultad de Económicas. En ese
ambiente se formarían muchos de los que permitieron el paso de una España que
abandonó la exaltación azulada del falangismo sindicalista por la incorporación
de métodos cientificistas que alcanzarían su punto álgido durante los tiempos
de la propagandísticamente llamada tecnocracia a la que tantos
individuos surtió el Opus vencedor en los tiempos en los que España
se debatía entre un catolicismo nacional o federalizante.
A
este cambio, al del paso hacia una economía que tendría su puesta de largo en 1959 con
el Plan de Estabilización, y no únicamente al sacralizado cambio
del 78, es al que creemos que se refiere un Velarde que no sólo fue testigo,
sino también protagonista de la incorporación paulatina de España a ese club
mercantil llamado Europa.
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