Texto publicado en The Muros Times:
https://issuu.com/muradano2000/docs/a_botella_viaxeira
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La cápsula
del tiempo de Muros
El 6
de noviembre de 1988, dos hermanos estadounidenses, Koriahn y Travis Doughty,
lanzaron una botella al Atlántico en las playas del estado de Maine. Un año
después, la botella, con su mensaje escrito, fue encontrada por cinco amigos
que buscaban los pequeños tesoros y despojos que deja el temporal sobre la
arena.
Los
niños, que no hablaban la lengua de Shakespeare, entregaron el mensaje a la
hermana de uno de ellos, quien lo guardó en su libro de inglés a la espera de
que comenzara el curso escolar, momento en el que se lo enseñó a su maestro, Amado
Barrera, quien les animó a contestarlo. La respuesta se dio, sin embargo, el
intercambio epistolar y oceánico, se quebró.
Casi
tres décadas después, el maestro, ya jubilado, inició la búsqueda de sus
protagonistas por Internet, hasta dar con ellos de nuevo, retomando la relación
no ya en las olas, sino en la más concurrida red de la actualidad.
Muchas son las botellas que se lanzan al mar conteniendo
mensajes que a menudo buscan lo mismo que aquellos niños que lo eran por aquel
entonces: encontrar un interlocutor del que es improbable recibir respuesta. El
caso que nos ocupa, sin embargo, tiene la particularidad de haber visto cómo
ese círculo abierto en la playa de Maine, se cerraba en el buzón en el que los
Doughty hallaron la respuesta de los niños gallegos. Rota la relación postal,
una tecnología novedosa ha permitido retomar el intercambio.
Todo
arrancó en un gesto inicial adornado por la aureola del azar. La botella lanzada
al mar flotaría libre hasta llegar a cualquier costa, tal parece el pensamiento
de los hermanos norteamericanos. Sin embargo, el viaje de esa vítrea cápsula
del tiempo, lejos de estar marcado por la libertad, estaba fuertemente
determinado por la corriente del Golfo, la cálida corriente que asciende por el
Atlántico para caer sobre las costas gallegas, la misma que los marinos
españoles emplearon para su regreso a España desde un Nuevo Mundo que sólo pudo
ser concebido como tal al insertarse, por la vía de los hechos, es decir, de
los viajes, en un globo del que Magallanes y Elcano verificaron su esfericidad atravesando
estrechos y cruzando océanos.
El
conocimiento de la evidencia determinista de tal corriente fue el que llevó a
otro marino español, Andrés de Urdaneta, a buscar su correlato en el llamado
Lago Español, el Océano Pacífico, donde el clérigo guipuzcoano fue capaz de
trazar un tornaviaje que permitió esbozar uno de los primeros proyectos
globalizadores, el que conectaba Europa y Asia, dándole centralidad a América. Siglos
después, la metáfora de la navegación gravita sobre ese Internet que ha servido
para volver a comunicar a aquellos a los
que un día unió un papel surcado de arrugas que semejan un oleaje.
Iván Vélez
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