Artículo publicado el 11 de septiembre de 2016 en el blog "España Defendida" de La Gaceta:
La Diada roja
Como cada año, el 11 de septiembre ha servido para que las
diferentes sectas catalanistas, con Puigdemont y Colau como
testas más visibles, se hayan echado a la calle, al parecer en menor medida que
en convocatorias anteriores, alentadas y cubiertas por los numerosos medios de
comunicación que viven al calor de la subvención a cambio de ser sumisos y
propagandísticos altavoces de la sedición. Celebrada desde hace décadas, la así
llamada Diada Nacional (sic) de Cataluña, supone
el principal hito anual de secesionismo catalán, habitualmente identificado, de
forma simplista, con los intereses de la burguesía catalana. Sin embargo, tal
visión es, cuando menos discutible si atendemos a lo ocurrido en la segunda
etapa de floración del catalanismo: los años 60.
El actual auge de la Diada debe mucho a las imprudentes palabras
pronunciadas por el entonces secretario general del PSOE, José Luis
Rodríguez Zapatero, quien en pleno clímax mitinero prometió apoyar la reforma del Estatuto que
aprobara el Parlamento de Cataluña. El irresponsable compromiso lo hizo Zapatero ante
20.000 personas que asistieron al mitin central de la campaña a la que daba
rostro Maragall, socialdemócrata otrora becado en
Francia, que se ufanaría más tarde de conseguir que la presencia del Estado en
Cataluña fuera residual. Como el lector recordará, tras las elecciones
autonómicas se configuró, blindado por el sectario Pacto del Tinell,
el tripartito constituido por el PSC, ERC e ICV,
formación, esta última, heredera del mitificado Partido Socialista
Unificado de Cataluña, ya agotado durante la década de los 80, cuando el
comunismo posconciliar, tras su mutación carrillesca hacia el eurocomunismo,
comenzó a teñirse de verde sostenible. Sin embargo, antes de que la acción
zapateril actuase como gran avivador de un independentismo que no paga
traidores, señaladas organizaciones izquierdistas ya se habían involucrado
decisivamente en los fastos del 11 de septiembre.
Los hechos, como quedó dicho, nos remiten a la segunda mitad de los 60, con
el trasfondo del antifranquismo como denominador común de diversas
organizaciones obreristas. En efecto, ya en 1967, CC.OO. se
sumó a las celebraciones de la Diada, decisión apoyada por el PSUC bajo el
pretexto de ampliar sus contactos en la lucha que a todos, por diferentes
motivos, unía. La decisión, así lo afirma el diputado español Xavier
Doménech en su libro Clase obrera, antifranquismo y cambio
político. Pequeños grandes cambios, 1956-1969, sería fuertemente
cuestionada por la poderosa Coordinadora del Metal, pues al juicio
de esta, tal maniobra manifestaba «una clara tendencia integradora de la clase
en la sociedad burguesa, pretendiendo confundir sus objetivos con los de la
burguesía nacionalista llamando a la unidad en la “lucha por las libertades de
Cataluña, por encima de los intereses de clase”». Crítica que pone de relieve
las distintas dialécticas existentes en relación a los Estados y a las clases
que analizara magistralmente Gustavo Bueno.
La incorporación de Comisiones Obreras a tales ceremonias, respondía a los
efectos de ese diálogo cristiano-marxista posterior al
aggiornamiento de una Iglesia que siempre se había mostrado
calculadoramente sensible a la cuestión obrera. Tan es así, que a esas alturas
de un franquismo marcado en su arranque por un poderoso factor sindicalista, la
Iglesia ya había dispuesto varias factorías obreristas de implantación regional
precisamente en aquellos territorios históricamente más antiliberales: Cataluña y Vascongadas.
Con el telón de fondo de la HOAC, en esas regiones
operaban el Frente Obrero de Cataluña y su homóloga vasca, ESBA,
organización más pacífica que esa otra que nacería, también con una doble
pátina obrerista y católica, con un hacha y una serpiente como símbolos.
Profundamente infiltrada, Comisiones pasaría de sumarse a liderar las
celebraciones de una Diada que de este modo comenzaría a enrojecer. Así ocurrió
un año más tarde, no en el oligárquico barrio de Gracia, sino en la proletaria Sabadell,
donde además la voz cantante la llevarían, para sorpresa de los más acendrados
catalanistas, extremeños, andaluces y murcianos que ya habían dejado atrás el tracoma,
convirtiéndose en útiles elementos para un movimiento que ya tenía mucho de
transversal, o de interclase, por emplear la terminología de aquella
época preempoderamental. Prueba de la complicada miscelánea en que se
convirtió el catalanismo, es el revelador fragmento de un informe del Consejo
Nacional del Movimiento que rezaba así:
«(un) catalanismo,
cuyo Estado Mayor (se conocen todos sus miembros uno a uno) es capitalista,
tiene como masa a los barbudos, melenudos, marcusianos, che-guevaristas,
marxistas, intelectuales del neoizquierdismo, los jóvenes clérigos, las monjas
(en especial las castellanas), los universitarios contestatarios, a los que el
Banco Urquijo sostiene económicamente, y una clase media que quieres ser
europea, que frecuenta las “boite” que sabe de “striptis”, que asisten a
Montserrat, piden el divorcio, que tienen coches, y organizan huelgas y
comandos.»
Casi medio siglo después, la caída de Barcelona a manos de la facción
felipista sigue ofreciendo una ocasión ideal para exhibir victimismo,
hispanofobia y falsificaciones históricas. La fecha de aquel episodio final de
una guerra civil que involucró a las principales casas reales europeas y
dividió a los catalanes, sirve para presentar los hechos como una pretendida
ocupación extranjera de esa inexistente nación catalana que recuerda compungida
a Rafael de Casanova, omitiendo que apuró sus ochenta y seis años
de vida gracias a una pensión concedida por Carlos IV. Mas si el
culto a la deformada personalidad de Casanova es un hecho que hasta sus
descendientes han tratado de enmendar, la principal omisión en relación a
aquellos hechos es la ocultación de una parte fundamental del bando que
se hizo público antes de la caída de la Ciudad Condal, que reproducimos para
ilustración de ignorantes y desengaño de víctimas del sistema educativo vigente
en el Principado:
…tots com verdaders
fills de la patria, amants de la llibertat, acudirán als llochs senyalats á fi
de derramar gloriosament sa sanch y vida, per son Rey, per son honor, per la
patria y per la llibertat de tota Espanya…
No hay comentarios:
Publicar un comentario