Artículo publicado el 13 de noviembre de 2016 en el blog "España Defendida" de La Gaceta:
"Lamentábase recientemente Victoria Rodríguez, viuda de Antonio
Buero Vallejo (1916-2000), de que coincidiendo con el centenario del
nacimiento de su marido no haya dinero para subir a las tablas una obra del
dramaturgo alcarreño. El centenario, empero, ha sido conmemorado por la Biblioteca
Nacional, que le ha dedicado una modesta exposición, Del dibujo a la
palabra, en su Sala Mínima, a la que se han sumado una serie
de actos en la SGAE, Sociedad a la que Buero perteneció desde 1949,
diez años después de que terminara la Guerra Civil en la que nuestro hombre,
encuadrado en el bando republicano, estuvo a las órdenes del comandante
médico húngaro Goryan. Buero, dotado para las artes plásticas, se desempeñó
como ilustrador de La Voz de la Sanidad de la XV División.
En ese sanitario contexto conocerá a Miguel Hernández,
de quien realizó un famoso retrato.
Terminada la guerra, tras su paso por un campo de concentración en Castellón,
será conducido a Madrid, donde es condenado a muerte. No ejecutada
la sentencia, Buero pasó por diversas cárceles hasta alcanzar la libertad.
Orillada su faceta pictórica, el de Guadalajara se volcará en otra de sus
pasiones: la dramaturgia. Pronto llegarán los premios: El Lope
de Vega, convocado por el Ayuntamiento de Madrid, en 1949, por Historia
de una escalera, o el Nacional de Teatro en 1956 y
1957. Atesorando un gran prestigio en el mundo de la escena, Buero
llamaría la atención de un importante proyecto: el impulsado por el Congreso
por la Libertad de la Cultura (CLC), que no en vano tenía como agente
liberado en España a otro hombre de las tablas: Pablo Martí Zaro,
que en 1951 obtuvo el Premio Nacional Calderón de la Barca, y que pronto
contactaría con Dionisio
Ridruejo. Retomaremos esos asuntos más abajo…
La
prensa ha recordado en estas fechas la vinculación que existió entre Buero y Orson
Welles, sustanciada en la elaboración de una adaptación a nuestro idioma
del guión que el norteamericano, apoyado en Shakespeare, había
preparado para la película Campanadas a
medianoche. El productor Emiliano Piedra (1931–1991)
fue quien hizo el encargo, ofreciendo a cambio 200.000 pesetas y
la aparición de Buero en los títulos de crédito, circunstancia, esta última,
que este rechazó por las muchas modificaciones introducidas por Piedra en su
trabajo. El rodaje en España comenzó, no obstante, el 14 de octubre de 1964.
Los
vínculos norteamericanos de Buero habían comenzado antes. En mayo de 1961,
junto a personalidades como Aldecoa, Lilí Álvarez o Luis
Díez del Corral, es invitado a participar en «Soluciones
occidentales a problemas de nuestro tiempo», organizado por la Asociación
Española de Cooperación Europea, organismo que serviría para canalizar
diversas iniciativas culturales financiadas por la CIA en
España, particularmente las de la Comisión española del CLC, en
cuya nómina estaba Martí Zaro, beneficiario en 1958 de una beca de la misma Fundación
March que había premiado a Buero en 1956 por su Hoy es fiesta.
Desembarcada en España tal Comisión, que en 1966 entregó 2.500 pesetas por un
trabajo titulado Realismo y realidad en la literatura contemporánea,
a Julián Marías y
al mismo Guillermo de Torre (1900-1971), cuñado de Borges,
cuyas cartas con Buero son expuestas en la exposición de la Biblioteca
Nacional, don Antonio participaría asiduamente en diversas actividades
impulsadas por tal plataforma europeísta, federalista y,
sobre todo, anticomunista. Buero figurará varias veces como jurado
en la concesión del Premio de los Escritores Europeos, galardón
auspiciado por esta plataforma, e incluso formará parte, junto a Cela, Menéndez
Pidal, Pemán, Dámaso Alonso, Gerardo Diego, Vicente Aleixandre,
Pedro Laín Entralgo, Julián Marías, Lafuente Ferrari, Chueca Goitia, José
Antonio Maravall, Aranguren, y otros, del intento de recuperar el Pen
Club Español. Buero se integrará incluso en el consejo asesor de la
editorial Seminarios y
Ediciones.
La
quiebra de la dolarizada trama político-literaria llegaría una vez que la
propia prensa norteamericana, el New York Times,
principalmente, destapó la desagradable realidad: los dineros que financiaban
tan culturales programas venían de la célebre Central de Inteligencia.
Las fundaciones que lo distribuían no eran sino burdas tapaderas…
Conocedores de tal circunstancia, los principales integrantes de la Comisión
española: Laín, Ridruejo, Chueca, Manet y Martí Zaro, se reúnen para tejer una
estrategia. Un año más tarde, el 30 de junio de 1967, el colectivo
escribirá una carta que mostraba estupor, pero dejaba la puerta abierta a
continuar con tan jugosas actividades.
Tan sólo un miembro de la
Comisión dimitió. Su nombre: Antonio Buero Vallejo. El 15 de abril de
1967, Martí Zaro escribe a Roselyne Chenu para
comunicarle que, a pesar de los esfuerzos realizados para que reconsiderara su
situación, «Buero Vallejo a été la seule exception, comme vous le
savez». El sustituto no tardaría en aparecer. Su nombre: Carlos
Santamaría Ansa, hombre que recién había dejado atrás su etapa como
secretario del Movimiento Pacifista Internacional Pax Christi,
con sede en la misma París desde la que el poeta Pierre Emmanuel dirigía
la Comisión española de la que Buero hizo mutis.
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