Libertad Digital, 8/08/2019:
https://www.clublibertaddigital.com/ideas/sala-lectura/2019-08-08/ivan-velez-espana-frente-a-europa-88489/
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España
frente a Europa
Dos décadas después de la aparición de
España frente a Europa (Alba
Editorial, 1999), la Fundación Gustavo Bueno, a través de la editorial
Pentalfa, ha iniciado la publicación de las obras completas del filósofo
calceatense con una obra en cuya estela podemos situar a una serie de trabajos
firmados por miembros, entre ellos quien firma este escrito, de la Escuela de
Oviedo. Por lo que respecta a las novedades añadidas a aquella primera edición
y a las dos que le sucedieron, cabe destacar la incorporación de algunas notas
que el autor dejó manuscritas en el ejemplar que manejó, así como un «Apunte
para las solapas» que finalmente no vio la luz.
Como todas las producciones de
Gustavo Bueno, España frente a Europa
se caracteriza por un desarrollo sistemático que ya aparece en la Introducción,
en la que se distingue entre los «problemas de España» y el «problema de
España», enunciados que se desarrollan en diferentes planos, pues en el segundo
de los casos, el problema adquiere tintes identitarios con profundas
repercusiones en el día a día de nuestra nación. El «problema», en suma, tiene
una dimensión filosófica, condición que excluye la posibilidad de su
encapsulamiento en los ámbitos del dominio de los historiadores, pues tal
«problema», por su escala, afecta a la Historia Universal.
En efecto, en el primer capítulo se
trata de dar respuesta a la célebre pregunta orteguiana: «¡Dios mío!, ¿qué es
España?». A lo largo de la misma, Bueno rechaza las ideas de tintes sustancialistas
–teológicas, zoológicas-, analiza las conexiones entre unidad e identidad de
España, y aborda el concepto de pensamiento español, dentro del cual juega un
papel medular el idioma español, que no castellano.
El segundo capítulo lleva por título
una afirmación de difícil digestión para muchos de los que, llevados por sus
prejuicios, han tratado burdamente de caricaturizar o adscribir a determinadas
corrientes ideológicas a Bueno: «España no es originariamente una nación». El
rótulo toma distancia con la España eterna y obliga a establecer una serie
secuencial, concatenada, de los conceptos de nación. Así, la nación podrá ser
adjetivada como: biológica, étnica, histórica, política y fraccionaria, esta
última siempre acompañada de la mentira histórica, como bien saben los
españoles que todavía no han sido embrutecidos en las diferentes instituciones
adoctrinadoras en el odio a España. Culminada la clasificación, Bueno afirma,
sin titubeos, que España, como sociedad política, existe anteriormente a su
constitución como Estado nacional, debido a su carácter de totalidad atributiva
previa a la redacción de unas constituciones que han desempeñado un papel
similar al de la Gramática de Nebrija
en relación a nuestro idioma común.
La alusión a la obra de Nebrija –recordemos
su «que siempre fue la lengua compañera del imperio»- no es gratuita, pues
sirve para adentrarnos en el siguiente capítulo, aquel en el que Bueno, apoyado
en un desarrollo histórico de gran erudición, distingue entre los tipos de
imperio y en la que emplea un concepto imprescindible para entender el
despliegue planetario: ortograma. Es en este tramo del libro donde aparece el
par imperio depredador/imperio generador, imprescindible para discriminar, en
virtud de su metodología, objetivos y momento histórico, a los distintos imperios
que en el mundo han sido y le han dado forma. Un mundo inexplicable si se
pretende eludir una realidad, la imperial, que a muchos, cuando apareció el
libro, les provocó paulovias reacciones de rechazo. España, al igual que el
resto de las naciones hispanoamericanas, es fruto de las transformaciones del
Imperio católico español, que se debatió entre el «Por el Imperio hacia Dios» y
el «Por Dios hacia el Imperio», opción, esta última, que se abrió paso por la
vía de los hechos.
Frente a la idea hispanoamericanista
de Bueno, la alternativa europeísta, disolvente en muchos casos, de nuestra
soberanía nacional –no han faltado políticos conservadores firmes partidarios
de entregar «toneladas de soberanía» a Europa- es criticada por Bueno, que
caracteriza a la mitificada Europa como una «biocenosis» de Estados. Firme
partidario de fortalecer los lazos con Hispanoamérica, Bueno combate la idea
sublime de Europa tan cara para Ortega. Proyecto nunca llevado a cabo
históricamente, el sueño de una Europa de los pueblos, verdadero anhelo de las
sectas hispanófobas regionales, especialmente aquellas que se autodenominan,
sin más matiz, como «de izquierdas», fue impulsado por la Alemania nazi y dio
paso, tras su caída, a una alternativa mercantil que supuso un dique frente a
la Unión Soviética. Caída esta –recordemos que el libro apareció apenas una
década después del derribo del Muro- la unidad europea mostró su carácter
utópico y la realidad, como Bueno afirma, de ser una estructura dominada por
una «élite políglota», alrededor de la cual gravitan en la actualidad
individuos como el sedicioso Puigdemont.
Veinte años después de su salida a
la luz, el trabajo de Gustavo Bueno, que se cerró con un repaso por otros frentes
–España ante el Islam, ante el protestantismo y el capitalismo, ante el
federalismo- mantiene todo su vigor y debiera figurar como obra imprescindible para
todos aquellos que pretenden enfrenarse, con razones, a aquellos españoles que,
arrastrados por su narcisismo o por su autodesprecio, pretenden liquidar a esa
España a la que con tanto patriotismo cantó Miguel Hernández.
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