Libertad Digital, 25/07/2019:
https://www.libertaddigital.com/cultura/historia/2019-07-25/ivan-velez-santiago-y-a-ellos-88410/
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¡Santiago,
y a ellos!
Con esta apelación al santo que daba
nombre a una de las órdenes militares más potentes de aquellos días, mandaba
cargar Cortés sobre sus enemigos en el Nuevo Mundo. Como tantos otros españoles
de su época, don Hernando cultivaba varias devociones, de las cuales informó
Bernal Díaz del Castillo en su Historia
verdadera de la conquista de la Nueva España. Según el soldado cronista,
Cortés «tenía por su muy abogada a la Virgen María, nuestra señora, la cual
todos los fieles cristianos la debemos tener por nuestra intercesora e abogada;
e también tenía a señor San Pedro, a Santiago e a señor San Juan Bautista; e
era limosnero». De la invocación a un santo que hoy sigue siendo patrón del arma
de caballería, dio también noticia Bernal al describir la que se conoce como
Batalla del río Grijalva:
Y luego comenzaron muy
valientemente a flechar y hacer sus señas con sus tambores, y como esforzados
se vienen todos contra nosotros y nos cercan con las canoas, con tanta rociada
de flecha, que nos hicieron detener en el agua hasta la cinta, y otras partes
no tanto, e como había allí mucha lama y ciénaga, no podíamos tan presto salir
della. Y cargan sobre nosotros tantos indios, que con las lanzas a manteniente,
y otros a flecharnos, hacían que no tomásemos tierra tan presto como
quisiéramos; y también porque en aquella lama estaba Cortés peleando, y se le
quedó un alpargate en el cieno, que no le pudo sacar, y, descalzo el un pie, salió
a tierra; y luego le sacaron el alapargate y se calzó. Y entretanto que Cortés
estaba en esto, todos nosotros, ansí capitanes como soldados, fuimos sobre
ellos, nombrando a Señor Santiago; y les hecimos retraer…
Algo más adelante, el de Medina del
Campo no desaprovechó la ocasión de rectificar a Francisco López de Gómara. Según
el clérigo, durante la batalla, los soldados dijeron a Cortés que «habían visto
hacer a uno de a caballo, y preguntaron si era de su compañía, y como dijo que
no, porque ninguno de ellos había podido venir antes, creyeron que era el
apóstol Santiago, patrón de España. Entonces dijo Cortés: adelante, compañeros,
que Dios es con nosotros y el glorioso San Pedro. No pocas gracias dieron
nuestros españoles cuando se vieron libres de las flechas y muchedumbres de
indios, con quien habían peleado, a nuestro Señor, que milagrosamente los quiso
librar; y todos dijeron que vieron por tres veces al del caballo rucio picado
pelear en su favor contra los indios, según arriba queda dicho; y que era
Santiago nuestro patrón». La respuesta del socarrón Bernal, a quien la visión
del santo se vio vedada, no se hizo esperar. Démosle de nuevo la palabra:
Aquí es donde dice Francisco López
de Gómara que salió Francisco de Morla en un caballo rucio picado, antes que
llegase Cortés con los de caballo, y que eran los santos apóstoles Señor
Santiago, o Señor San Pedro. Digo que todas nuestras obras y vitorias son por
mano de Nuestro Señor Jesucristo, y que en aquella batalla había para cada uno
de nosotros tantos indios, que a puñadas de tierra nos cegaran, salvo que la
gran misericordia de Nuestro Señor en todo nos ayudaba; y pudiera ser que los
que dice el Gómara fueran los gloriosos Apóstoles Señor Santiago o Señor San
Pedro, e yo, como pecador, no fuese dino de lo ver.
Fue, no obstante, durante los
enfrentamientos contra los tlaxcaltecas, comandados por Xicoténcatl, el Mozo, previas al establecimiento de
la alianza con estos, cuando Bernal introdujo en su relato el «¡Santiago, y a
ellos!» cortesiano. Cansado de requerir la paz a aquella nación sojuzgada por
Moctezuma, Cortés decidió atacar del modo que sigue:
Y como les hablaron los tres
prisioneros que les
enviamos, mostráronse muy más recios, y nos daban tanta guerra, que no les
podíamos sufrir. Entonces dijo Cortés: «¡Santiago, y a ellos!». Y de hecho
arremetimos de manera que les matamos y herimos muchas de sus gentes con los
tiros, y entre ellos, tres capitanes.
Terminada la conquista, Santiago siguió presente de
diferentes modos. Entre ellos durante los fastos organizados con motivo de la
firma de la Paz de Aguas Muertas, con las que cesaron las hostilidades entre
Francisco I y Carlos I. El 12 de junio de 1539, en Tlaxcala, el propio Cortés
actuó en la representación de La
Conquista de Jerusalén. La obra, emparentada con las fiestas de moros y
cristianos, concluye con la victoria cristiana, favorecida por la aparición del
arcángel san Miguel, que ensalza la alianza de los tlaxcaltecas con los
españoles y anuncia el socorro de Santiago Apóstol montado en un caballo
blanco, pero también la de san Hipólito, patrón de la Ciudad de México,
cabalgando sobre un caballo oscuro.
Muerto Cortés, Quevedo incluyó sus acciones de guerra,
dentro de una larga serie en la cual el factor divino se habría puesto del lado
de los españoles. En su España defendida y los tiempos de ahora, de las calumnias
de los noveleros y sediciosos, el escritor
madrileño dejó escritas estas palabras cargadas de providencialismo:
Como Dios de los ejércitos, unas
veces, nos amparó, y éstas fueron muchas, con nuestro Patrón Santiago; otras
con la Cruz que, hecha a vencer a la misma muerte, sabe darnos vida a todos los
que, como estandarte de Dios, acaudilla. Milicias fuimos suyas en las Navas de
Tolosa. La diestra de Dios venció en el Cid, y la misma tomó a Gama y a
Pacheco, y a Alburquerque por instrumento en las Indias Occidentales, para quitar
la paz a los ídolos. ¡Quién sino Dios cuya mano es miedo en todas las cosas, amparó
a Cortés para que lograsen dichosos atrevimientos cuyo premio fue todo un nuevo
mundo!
Dos siglos después de su
fallecimiento, la inscripción del sepulcro en el que se depositaron sus tan
traídos y llevados restos, subrayó el vínculo de Hernán Cortés con Santiago:
Aquí yace el grande héroe Hernán
Cortés, conquistador de este reino de Nueva España, gobernador y capitán
general del mismo, caballero del orden de Santiago, primer marqués del Valle de
Oajaca y fundador de este santo hospital é iglesia de la Inmaculada Concepción
y Jesús Nazareno
Iván Vélez
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