La Gaceta de la Iberosfera, 16 de octubre de 2020:
https://gaceta.es/opinion/la-impronta-lascasiana-del-subcomandante-moises-20201016-1444/
La
impronta lascasiana del subcomandante Moisés
Firmado por el subcomandante Moisés,
un reciente comunicado que habla en nombre del Ejército Zapatista de Liberación
Nacional (EZLN), se ha opuesto frontalmente a la petición hecha por Andrés
Manuel López Obrador (AMLO) en marzo de 2019 cuando, coincidiendo con los 500
años de la llegada de Hernán Cortés y sus compañeros a las playas de lo que hoy
es México, pidió que el Papa y el Rey de España pidieran perdón por lo ocurrido
en aquel tiempo. Una desenfocada solicitud que se ha reeditado, en el sentido
del vector México-Roma, recientemente.
Para el insurgente Moisés esta
demanda no es más que una cortina de humo tras la que AMLO pretende ocultar,
entre otras desagradables realidades, los más de 3.000 feminicidios que sufre
México anualmente. Un abultado número de bajas que, según el EZLN, serían la
consecuencia de una «guerra de género» desencadenada mientras el planeta sufre
los nefastos efectos del avance de los nacionalismos. Tan confusas como apocalípticas
ideas conviven, no obstante, con el rechazo zapatista a los argumentos
negrolegendarios manejados por AMLO, a quien se reprocha su petición. Un
análisis más profundo del texto permite, no obstante, entrever matices que nos
parecen trascendentales. Veamos.
Guiados por el irenismo emanado por
las tierras de las cuales fray Bartolomé de las Casas fue obispo, los
zapatistas, que reivindican explícitamente la obra del excesivo dominico
sevillano, hablan, por ejemplo, de la «supuesta conquista», poniéndola en
cuestión, al tiempo que anuncian una parada en Madrid el 13 de agosto de 2021,
fecha en la que se cumplen los 500 años de la victoria de Hernán Cortés, dentro
de una gira mundial de tintes feministas, para hablarle al «pueblo español», vocablo
escogido en detrimento del de nación. Aunque cabe pensar que ambos términos,
nación y pueblo, pudieran entenderse como sinónimos, la elección de este
último, si se tienen en cuenta estas palabras incluidas en el escrito: «¿De qué
nos va a pedir perdón España? ¿De haber parido a Cervantes, a León Felipe, a
García Lorca, a Picasso, a la República, al exilio…?», encajan mejor con la
perspectiva lascasiana -«por el imperio hacia Dios»-, que con su contraria, la
fórmula que finalmente se impuso en el Nuevo Mundo, primero como conquista y
luego como pacificación o implantación de lo que cabe llamar pax hispanica. A esta controversia
histórica ha de añadirse un factor que entendemos decisivo, el influjo de la
teología de la liberación, tan arraigada en tales tierras. Teniendo este
presente, las notas del subcomandante Moisés parecen apuntar a una variante a
la dicotomía, Imperio vs Dios, apuntada, que podría formularse de este modo:
«Por el antiimperialismo hacia la cultura» o, por mejor, decir, hacia «las
culturas», conservadas por los siempre derrotados pueblos originarios. Al cabo,
el zapatista condena tanto el imperio español como el mexica, marcadamente
sangriento, en favor de un mundo armónico sólo concebible desde coordenadas tan
idealistas como las teocráticas que en su momento manejara el denominado Apóstol
de Las Indias.
Esta visión, expresada en español y
cultivadora del mito de la Cultura,
que parece una consecuencia de la inversión teológica,
omite el poder institucional, imperial, político en definitiva, que ha
configurado tanto a la España que vio nacer a los Cervantes y Picassos como al
propio México, nación producto de la transformación revolucionaria, realizada
bajo la advocación guadalupana, de
un poderoso virreinato. Un poder político que, sépanlo o no Marcos y AMLO, a
menudo se apoyó en estructuras prehispánicas, originarias, en suma, como
muestran las ordenanzas dictadas en 1573 por el Virrey del Perú, Francisco
Álvarez de Toledo, en las que se habla de la constitución de «república de
indios» gobernada por «indios principales», estructuras que no cabe confundir
con las actuales repúblicas políticas, pero que buscaban los objetivos que el
propio Virrey desgranó en una carta a Felipe II que contiene estas reveladoras
líneas:
«La mayor fuerza que para su
seguridad aca se entiende, es que haya muchos pueblos, porque las casas y las
raices que en estos sitios tienen los pobladores, les hace desear la paz y la
quietud.... No se pueden governar estos naturales sin que los caciques sean los
ynstrumentos de la execucion, así en lo temporal como en lo espiritual, ni hay
cosa que más pueda con ellos para el bien y el mal... Es necesario que estos
caciques sean buenos, para que con su ejemplo se le pegue el bien, pues puede
más una palabra destos para que dejen sus ydolos y otras maldades, que cien
sermones de religiosos».
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