OkDiario, 1 de julio de 2019:
https://okdiario.com/opinion/hernan-cortes-nuevo-herodes-segun-leyenda-negra-4318457
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Hernán Cortés, un nuevo Herodes según la leyenda negra
Su desbordante
personalidad y la escala de sus conquistas, han convertido a Hernán Cortés en
un verdadero icono de la leyenda negra. Severo en la aplicación de la justicia,
tanto en el castigo de los delitos cometidos por sus compatriotas como en el de
los protagonizados por los naturales -en
Tlaxcala, cuando descubrió la presencia de espías en su campamento, ordenó que
se les amputasen las manos-, el de Medellín, capitán general del pequeño
ejército español, encabezó algunas acciones sangrientas durante su penetración
hacia el corazón del Imperio mexica. De entre todas ellas destaca poderosamente
la matanza que tuvo lugar en la ciudad sagrada de Cholula, condición esta, la
religiosa, que subrayó Cortés al hablar de sus numerosas «mezquitas», vocablo
que asignó a sus muchas pirámides.
Establecida la crucial alianza con
los tlaxcaltecas, Cortés marchó hacia la ciudad lacustre de Tenochtitlán.
Antes, hizo escala en Cholula. Allí, después de un cálido recibimiento, la hostilidad
cholulteca fue creciendo, mientras se descubrían inquietantes señales: algunas
calles estaban cortadas, en el suelo se habían excavado zanjas, ocultadas con
ramas y tierra, en cuyo fondo esperaban varas aguzadas para herir a los
caballos y en las azoteas había gran cantidad de piedras para ser usadas como
proyectiles. A estos datos, presentes en las crónicas, ha de sumarse una
historia, de tintes románticos, que introduce en escena a doña Marina para
convertirla en delatora. Demos la palabra a Bernal Díaz del Castillo:
Y una india vieja, mujer de un
cacique, como sabía el concierto y trama que tenían ordenado, vino secretamente
a doña Marina, nuestra lengua. Como la vio moza y de buen parecer y rica, le
dijo y aconsejó que se fuese con ella a su casa, si quería escapar la vida,
porque ciertamente aquella noche o otro día nos habían de matar a todos, porque
ya estaba así mandado y concertado por el gran Montezuma, para que entre los de
aquella cibdad y los mexicanos se juntasen y no quedase ninguno de nosotros a
vida, o nos llevasen atados a México.
Doña Marina, tras fingir aceptar la
oferta de la anciana, comunicó la traza a Cortés, que dio una razón más
prosaica en su Segunda Carta de Relación
para efectuar un gran castigo:
Y así por esto como por las señales
que para ello veía, acordé de prevenir antes de ser prevenido, e hice llamar a
algunos de los señores de la ciudad diciendo que les quería hablar y les metí
en una sala y en tanto hice que la gente de los nuestros estuviese apercibida y
que en soltando una escopeta diesen en mucha cantidad de indios que había junto
al aposento y muchos dentro de él. Así se hizo, que después que tuve los
señores dentro de aquella sala, dejélos atando y cabalgué e hice soltar la
escopeta y dímosles tal mano, que en pocas horas murieron más de tres mil
hombres».
O lo que es lo mismo, podemos
afirmar, usando una terminología actual, que Cortés lanzó un ataque preventivo
a quienes pretendían aniquilar a su ejército. Así se hizo. La matanza de
Cholula causó una gran conmoción en los dominios de Moctezuma, pero tuvo
también gran repercusión en los ambientes españoles en los que se cuestionaba
la legitimidad de la conquista. A la cabeza de los críticos se hallaba fray
Bartolomé de Las Casas, que dio a Cortés el calificativo de «nuevo Herodes» a
partir de aquel episodio. El dominico llegó a afirmar, en su Brevísima relación de la destrucción de Las Indias,
que Cortés, mientras se producía la masacre, recitó desde uno de los tejados el
siguiente romance, tomado de La Celestina:
Mira Nero de Tarpeya
a Roma cómo se ardía;
gritos dan niños y viejos,
y él de nada se dolía.
Como es lógico, Bernal, testigo de
aquellos hechos, combatió la versión de Las Casas. El soldado cronista percibió
hasta qué punto la obra del dominico podía ser perniciosa para los intereses
hispanos, como en efecto así fue, al proporcionar tanta materia a lo que se dio
en llamar, siglos después, leyenda negra. Estas fueron las palabras que dedicó
al religioso esclavista en su Historia
verdadera de la conquista de la Nueva
España:
Y aun dícelo de arte en su libro a
quien no lo vio ni lo sabe, que les hará creer que es ansí aquello e otras
crueldades que escribe, siendo todo al revés, e no pasó como lo escribe.
La versión de Cortés y Díaz del
Castillo la avaló, años más tarde, el conquistador Bernardino Vázquez de Tapia,
que si en un principio, cuando andaba enemistado con Cortés, trató de presentar
lo ocurrido como una caprichosa atrocidad, rectificó después, y se refirió a
aquellos acontecimientos como necesarios y prudentes:
[…] ni nos querían dar de comer, ni
maíz para los caballos, sino toda la gente de mal arte. Y como el marqués vio
todas estas cosas, temió de alguna traición y mandó que toda la gente estuviese
muy apercibida, y andando con gran aviso inquiriendo, supo que allí, cerca de
Cholula, estaba una guarnición de gente de México y, ratificado dello,
determinó, que antes que nos tomasen durmiendo, de dar en los unos y en los
otros, y ansí lo hice, aunque con no poco peligro nuestro.
Como última verificación de lo
ocurrido, podemos acudir a la pesquisa que el propio Emperador Carlos ordenó
hacer a los franciscanos en la ciudad. Bernal se refirió a ella de este modo:
Y también quiero decir que unos
buenos religiosos franciscanos, que fueron los primeros frailes que Su Majestad
envió a esta Nueva España después de ganado México, según adelante diré, fueron
a Cholula para saber e inquirir cómo y de qué manera pasó aquel castigo y por
qué causa, e la pesquisa que hicieron fue con los mesmos papas e viejos de
aquella cibdad; y después de bien informados dellos mismos, hallaron ser ni más
ni menos que en esta mi relación escribo, y no como dice el obispo.
A la vista de los testimonios
aportados, parece evidente que, tal y como él mismo afirmó, de no haberse
adelantado, Cortés y los suyos hubieran perecido en Cholula. Ello no fue, sin
embargo, obstáculo para que aquella mancha sangrienta quedase siempre asociada
al conquistador de Medellín, modelo de otros muchos, y de la propia doña
Marina, a la que muchos prefieren llamar Malinche,
para hacer de ella una mujer tan liviana y como traidora de un México
inexistente.
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