Libertad Digital, 28 de enero de 2021:
Cruz
del Llanito de las Descalzas: sección horizontal
El pasado 19 de enero, el disco de
una radial, manejada por manos expertas, se abrió paso en el hormigón que, en
forma de cruz, se mantenía en pie al lado de la puerta del Monasterio de San
José y de San Roque de Aguilar de la Frontera. Pronto, la limpia sección
horizontal se convirtió en tosca horadación gracias a un martillo compresor.
Una grúa de la que pendía una cinta, garantizó la seguridad de los operarios,
pero también la de la propia cruz, impidiendo que esta se hiciera añicos contra
el suelo. Tumbada sobre la caja de un camión, el considerado escombro
cruciforme terminó tirado en una escombrera de Moriles. La operación fue
realizada gracias a la decisión de la alcaldesa del municipio, doña Carmen
Flores Jiménez, perteneciente a Izquierda
Unida Los Verdes-Convocatoria por Andalucía, que, sin hallar amparo en la Ley
de Memoria Histórica, decidió
la eliminación de la cruz para evitar las humedades que el arriate sobre el que
se eleva produce en el templo. Argumento que reforzó esgrimiendo su escaso valor
artístico. La retirada de determinadas cruces no es algo insólito. De hecho es
una práctica que cuenta con sonoros y nocturnos precedentes como el de Callosa de Segura.
El caso aguilarense acusa, no obstante, ciertas peculiaridades que nos obligan
a retroceder más de ocho décadas.
Morosamente, la secuencia de los
hechos es la que sigue. El 24 de julio de 1936 el pueblo fue bombardeado por la
aviación del bando sublevado, tratando así de bloquear el avance del bando
antagonista –a menos de una semana del 18 de julio, la distinción nacional/republicano es del
todo imprecisa-. El saldo de víctimas de aquel ataque ascendió a cuatro
fallecidos. A este bombardeo le sucedió otro, de signo contrario, ocurrido el
25 de octubre de 1938, que dejó 42 víctimas entre muertos y heridos, además de
devastadores daños materiales. Como en tantos otros enclaves, en memoria de
estos últimos, con la prosodia propia de aquellos tiempos, en 1939 se erigió la
cruz que recientemente se ha eliminado.
Ya en tiempos de la actual
democracia coronada, la placa que acompañaba a la cruz comenzó a ser
cuestionada hasta el punto de que la comisión municipal permanente decidió por
unanimidad retirar la lápida de la Cruz de los Caídos en la Cruzada de
Liberación Nacional –citamos literalmente- «por considerar que estaba desfasada
en el tiempo». José María Navarro León, concejal del partido socialista del
ayuntamiento de Aguilar de la Frontera, llegó a sugerir una alternativa.
Considerando que «el recuerdo de todos los que murieron en La Guerra Civil
Española debe perdurar ya que en aquella contienda cada uno defendía los
ideales de que estaba poseído», propuso la sustitución de la lápida por otra «con
una inscripción que aluda a todos los caídos que murieron en la pasada Guerra
Civil Española. La aludida podía ser la siguiente: En Memoria de los caídos en la Guerra Civil Española 1936-1939». Corría
el año 1981. Eliminada la alusión al bando vencedor, alrededor del símbolo
cristiano se han celebrado homenajes en recuerdo de los caídos del otro bando,
que perdió la guerra, mas no, al menos en su totalidad, la fe. De hecho, la
cruz, pintada de amarillo, formaba parte del paisaje del municipio, sin que
nada delatara el motivo de su construcción.
Como es sabido, a principios del
presente siglo, José Luis Rodríguez Zapatero –recordemos su «nos conviene que
haya tensión», confesado a Gabilondo- impulsó una polarización guerracivilista de
la sociedad española que le procuró importantes réditos electorales y que,
posteriormente, dio paso a una ley, antesala de la de Memoria Democrática con
la que se pretende mantener el efecto de la referida a la Memoria Histórica.
Pese al pretexto de las filtraciones y eflorescencias que pueda producir la
tierra sobre la que se asentaba la cruz, las manifestaciones hechas por la
alcaldesa -«esa Cruz no tiene ninguna connotación religiosa»-, muestran hasta
qué punto el verdadero motivo de su retirada es ideológico.
El tiempo dirá si la decisión tomada
pasa factura al actual consistorio y si, en función del efecto logrado, cunde o
no el ejemplo en otros municipios en los cuales una cruz puede valer una
alcaldía. Más allá de estos efectos prácticos y de las ofensas que tales actos
pueden suponer, ofensas que, en todo caso, siempre se dirigen contra cristianos
pues las dirigidas a la secta mahomética se pagan caras, el actual iconoclasmo
guerracivilista es, desde el punto de vista historiográfico, un grave error,
dado que la erradicación de estos monumentos supone una importante merma a la
hora de elaborar una historia fenomenológica que requiere de relatos, pero
también de reliquias que puedan explicar que hace más de ochenta años, en
efecto, hubo quien murió aferrado a un credo y a una concreta manera de
entender España.
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