Libertad Digital, 24 de febrero de 2021:
Plegarias
podemíticoandalusíes
Mi madre está todo el día rezando.
Ella es cristiana, mora y judía.
Mi madre está todo el día rezando.
Ella se llama Andalucía.
Con estos versos del grupo Califato
3/4, Isabel Franco, secretaria general de Podemos Andalucía y
diputada de Podemos por Sevilla en el Congreso de los Diputados, se adornó
durante una intervención transida del multiculturalismo que, a su juicio,
caracterizó a Al Andalus –que de manera indocta identifica con la actual
Andalucía- antes de la irrupción de la Monarquía Hispánica (sic), responsable,
a su decir, de «una enorme invasión, genocidio y ocultación». De nada sirvió la
sensiblera defensa de su compañero de partido, Pablo Echenique, que terció
tuiteramente a su favor, aprovechando para insultar a Vox, pues las reacciones
ante tal cúmulo de disparates no se hicieron esperar. Procede, pues, desmontar
morosamente los argumentos, pretendidamente históricos, expuestos por Franco en
sede parlamentaria.
En este sentido, llama poderosamente
la atención la apelación a una monarquía, la hispánica, que no existió en los
idílicos tiempos que añora doña Isabel, nombre de la reina adjetivada
papalmente como «católica». Sea como fuere, la arcadia multicultural ultimada
por la, según nuestra diputada, Monarquía Católica, no fue quien rompió la
armonía andalusí, pues aquel estado, que entendemos que coincide con el
califato, ya se fracturó en taifas durante el siglo XI. Unas taifa que, sépalo
o no Franco, a menudo buscaron el amparo de los cristianos para defenderse u
ofender a sus compañeros de hasta cinco rezos diarios. En definitiva, su
señoría permanece cautiva del mito de las tres culturas, razón por la cual
excluye de sus reivindicaciones regionales a iberos –acaso entendidos como
pueblo originario-, griegos y los imperialistas romanos. Columbramos, puesto
que habla de una Andalucía cristiana, que este credo estaría ligado a los
visigodos…
Que Franco carece de una filosofía
de la Historia solvente, capaz de despejar las ensoñaciones con las que se
deleita, parece algo evidente. Su caso no es único, pues amplios sectores de la
población española en general y de la andaluza en particular, asumen la idea de
un pasado de convivencia entre las tres religiones que el fanatismo cristiano
se encargó de destruir. Sin embargo, un mínimo acercamiento a las fuentes
historiográficas refuta tan nubladas visiones. Nunca hubo tal convivencia entre
musulmanes, judíos y cristianos en la idealizada Al-Andalus. A lo sumo hubo una
cohabitación o coexistencia no exenta de constantes desigualdades y tensiones.
En la tierra coranizada, en la cual la presencia de esclavos era habitual, los
judíos y los cristianos constituían colectivos marginados por unas leyes que,
además de exigir el pago de elevados impuestos, sufrían un evidente
señalamiento y grandes limitaciones de derechos. El avance cristiano, tras
cuyas fronteras también se producían graves desigualdades, no supuso, por lo
tanto, el colapso de un paraíso lleno de plegarias. De hecho, el flujo de
cristianos y judíos hacia el norte fue constante, especialmente a partir del
siglo XI, cuando a la península llegaron los almorávides. El desplazamiento de
este colectivo cristiano, que huía de los fanáticos musulmanes en pos de unas
tierras menos hostiles, dio lugar al mundo mozárabe y al surgimiento de
juderías.
Hechas estas urgentes precisiones,
no podemos cerrar este comentario sin referirnos a la, por decirlo suavemente,
cuestión judía, asunto que ocupa habitualmente a Podemos, partido que en sus
fundacionales días recibió financiación de la República Islámica de Irán, la
misma que sigue constituyendo una amenaza nuclear para Israel. En efecto,
Unidas Podemos, promueve la aprobación de unas mociones llamadas «BDS»
consistentes en declarar a determinados municipios y ciudades «Espacios Libres
de Apartheid Israelí», fórmula que recuerda poderosamente el Judenfrei nazi que, a efectos prácticos,
supone la exclusión la actividad económica, cultural y social de esas
poblaciones, no sólo de las empresas y ciudadanos israelíes, sino de los
españoles vinculados a Israel. En particular, Andalucía concentra el 25% de
estos casos que, de momento, la justicia, gracias a la acción de asociaciones
como ACOM
(Acción y Comunicación sobre Oriente Medio), se ha encargado de desactivar. En
la Andalucía de Isabel Franco, los judíos podrán rezar todo lo que quieran, si
bien lo harán en evidentes condiciones de marginalidad.
Bien sabemos que estos argumentos son
estériles ante una podemita recién comulgada de multiculturalismo, como en el
franquista caso que nos ocupa. Sirvan estas líneas como preservativo para
aquellos que todavía no han sido alcanzados por la matriarcal ensoñación
andalusí.
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