Libertad Digital, 8 de abril de 2021:
Madariaga
Traspasado por el dolor, el pasado 6
de abril, Arnaldo Otegui escribió este tuit al conocer la noticia del
fallecimiento de Julen Madariaga:
Ha fallecido Julen Madariaga,
fundador de ETA y militante de HB y de Aralar. Abertzale y comprometido con la
libertad de nuestro pueblo. Mis condolencias a familiares y amigos. Irabazi
arte!
Una rosa socialista cerró un trino,
por no decir graznido, en el que el nuevo ídolo del sindicalismo plurinacional,
el hombre de la paz zapateril, el referente del mundo lazi, reconocía eso que
resulta tan incómodo para uno de los pilares del gobierno de coalición: la
conexión, más que evidente, entre EHBildu y el mundo del hacha y la serpiente.
Como es lógico, semejante mensaje, que en Instagram y Facebook supuso una pena
de bloqueo de 24 horas de duración, suscitó múltiples reacciones. Entre ellas
la del historiador español Jesús Laínz, que rescató esta cita del finado:
Nuestra política de defendernos de
la violencia del tiránico ocupante por medio de la violencia no la hemos
elegido nosotros los vascos; nos la han impuesto.
Palabras, las del ideólogo etarra
que ha adoptado la forma cadavérica, que convertirían al ocupante de la
fantasmagórica Euskal Herria, Vizcaya para Sabino, es decir, a España, en
culpable de los mil asesinados de ETA y de su interminable rastro de sangre,
extorsión y extrañamiento de cientos de miles de vascos. Las ideas de don Julen,
que en sus últimos años se desmarcó de la estrategia criminal, laten tras el
mensaje de Otegui, rematadas con ese Irabazi
arte!, es decir, con un «¡Hasta ganar!» que en su momento era el grito
preferido de los terroristas callejeros y que ahora, en tiempos de repliegue
armado y legitimación del brazo político secesionista, se ha transferido a los
campos de fútbol en los que se libra una batalla menos cruenta pero igual de disolvente,
tal y como se puede comprobar echando un vistazo a las equipaciones de los
futbolistas o comprobando cómo, amparadas en una particular interpretación de
la libertad de expresión, las pitadas a los símbolos nacionales españoles, son
ya habituales. La vía oteguiana, y el tuit referido así lo confirma, supone la
continuación del proyecto de Madariaga por otros medios, pues los empleados
bajo el influjo del muerto, a quien se ha
Unos medios ajustados al mismo
propósito, la secesión de una región española, que han sido propiciados por los
sucesivos Gobiernos de la nación, todos ellos confortablemente acogidos bajo el
frondoso nogal peneuvista al que empiezan a salirle algunas ramas rebeldes. En
efecto, conforme el PSOE y el PP se iban plegando a las exigencias peneuvistas
con el fin de cuadrar las cuentas de escaños para acceder a La Moncloa, la
abertzalización ha ido avanzando hasta tal límite, que comienza a suponer una
amenaza para el partido hegemónico en la Comunidad Autónoma Vasca. Un avance
que viene propiciado por componentes internos al mundo araniano,
fundamentalmente la lengua normalizada, la onomástica y la toponimia, pero
también por otros de procedencia menos localizable. Factores de índole
planetaria que exceden, por su implantación política, las famosas chanzas
acerca de la universalidad natalicia vasca: aquellos que tienen que ver con
proyectos globalizadores apoyados en pequeñas comunidades que resultan muy
manejeras para las grandes corporaciones y los imperios que, de diferentes
formas, configuran nuestra realidad.
Es a esta estrategia a la que
sirven, sépalo o no, cierre el puño o adorne sus mensajes con rosas, Otegi y
sus correligionarios, para los cuales no hay más Madariaga que Julen, pues de
otro, de Salvador de Madariaga, nada saben, aunque acaso estén más próximos a
sus ideas de lo que creen, pues este último, relevante figura durante la Guerra
Fría operó dentro de una estrategia imperial, la del mundo al que respondía su
acendrado liberalismo, que alumbró una CEE cuya transformación ha dañado tanto
nuestro tejido industrial e incluso nuestra solidez como nación, con el
acogimiento de golpistas, y en su día de etarras, incluido. Al cabo, entre las
obras del diplomático figura una en cuyo título, Memorias de un federalista, se contiene la fórmula en la que se
cifran todas las esperanzas de los múltiples y variados compatriotas que, al
igual que le ocurría a ese líder político ya ajustado a los quicios
autonómicos, no pueden decir España
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