Del hermético y católico imperio (español)
La
reacción que sigue a la simple mención del Imperio español sirve a menudo para sondear
las coordenadas ideológicas del contexto en el que se introduzca tan polémico
par de palabras. Las posiciones adoptadas, de acusado maniqueísmo, correrán en
paralelo al alineamiento izquierda/derecha en el que los concitados se ubiquen.
Viene
esto a cuento por el hecho de que nos encontremos en el contexto de las
conmemoraciones de los bicentenarios de los procesos de independencia de las
naciones hispanas que muchos, ignorando el afrancesado y masónico origen de tal
vocablo, preferirán, plegándose a la moda de lo políticamente correcto que
siempre rehúye de lo español, preferirán denominar latinoamericanas.
Es
en estas circunstancias plagadas de fastos, discursos e interpretaciones varias
de lo ocurrido hace dos siglos, en el que se ha publicado la obra del filósofo
español, Pedro Insua Rodríguez (Vigo 1973): Hermes
católico. Ante los Bicentenarios de las naciones hispanoamericanas
(Pentalfa, Oviedo 2013), de la que haremos algún insuficiente, dada la
profundidad de la obra, comentario.
El
libro llama la atención por las dos palabras que conforman su título: Hermes católico, siendo así que la
primera de ellas remite al mundo clásico y mítico, al Hermes que vino a
introducir orden en un mundo violentado por las prótesis de que dotó al hombre
Prometeo. Si Hermes alude a las fuentes clásicas, «católico» se referirá, sobre
todo, en el caso que nos ocupa, al campo escolástico.
Y
es que el erudito y fino ensayo debido a Insua constituye un preciso bisturí
que se interna en una materia tan delicada como es el hecho de que a finales
del siglo XV, una de las más potentes sociedades políticas europeas: España, en
el despliegue imperial que trataba de envolver al mundo islámico, se halló ante
un continente inesperado, ante unos vastos territorios que, a diferencia del
Marte ahora explorado, no se reducían a una cuestión geológica, pues sobre esa
tierra existían ya sociedades humanas. «¿Qué hacer?», es la necesaria pregunta
a la que hubieron de enfrentarse nuestros compatriotas.
La respuesta dio lugar a varias
paralizaciones del avance hispano y a sus correspondientes controversias
–Salamanca y Valladolid- en las cuales tuvieron un papel relevante las figuras
más importantes de una época en que religión y política –estamos hablando de un
imperio a cuya cabeza se situaba su católica majestad- estaban íntimamente
ligados sin que pueda por ello, acusar de cesaropapismo a los monarcas españoles,
en contraste, por ejemplo con monarquías como la inglesa, que sigue dominando
la iglesia anglicana.
Es dentro de tales controversias
donde Insua muestra su maestría a la hora de moverse en el terreno de unos
debates de tanta altura. Y es que, según vamos leyendo el ensayo, veremos cómo
el despliegue español pasa de tener tintes propios del agustinismo político a
irse escorando a posiciones tomistas. En definitiva, lo que el autor expone con
enorme claridad, es cómo, tras los debates en los que se enfrentan las visiones
de Las Casas y Vitoria/Sepúlveda, el ortograma triunfante girará en torno a la
«guerra justa» y las iniciativas hispanas tendentes a introducir civilidad, «policía»
según la terminología de la época, en sociedades sumidas en la barbarie hasta
el punto de que el propio antropólogo Morgan, tan caro para Engels, reconociera
tal labor en el desenvolvimiento español.
Todavía resultará más sorprendente
para muchos lectores saber que los indios no perdieron sus propiedades, pues
estas simplemente quedaron tuteladas, mientras se alcanzaba el ingreso de los
indígenas en la ciudad de Dios a través del Imperio español. Las perspectivas
teológica y política, a menudo se mezclan. Así como, insistimos, las propuestas
de los protagonistas de los citados debates. Mientras Las Casas verá incluso en
la antropofagia una suerte de eucaristía propia de estos «mansos corderos» tras
los cuales se lanzaban los «crudelísmos lobos» españoles, Sepúlveda propondrá
la extirpación de tales prácticas.
La ideología dominante, sin embargo, se ha
encargado, desde Bolívar a Chávez, de ensalzar la figura de Las Casas dejando
en la penumbra la de un Sepúlveda que Insua se encarga de rescatar. En el
fondo, la idea de imperio –analizada con maestría por Gustavo Bueno en su
distinción entre imperios generadores y depredadores- resulta por sí misma
insoportable en determinados ambientes, y ello a pesar de que el mundo lo han
construido estructuras de tal escala y carácter. Hispanoamérica, por supuesto,
no es una excepción, sino el resultado de la acción imperial, como todo aquel
que esté mínimamente versado en el desarrollo del imperio hispano sabe. Un
simple vistazo al mapa sirve para comprobar cómo las fronteras coinciden con
jurisdicciones españolas, no indígenas.
Todas
estas cosas y muchas más se encuentran en este Hermes católico, altamente esclarecedor para aquel que sin
prejuicios quiera acercarse a aquellos universales acontecimientos, vedado, sin
embargo, para los que se mantengan blindados por su negrolegendario fideísmo.
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