lunes, 28 de abril de 2014

Homenajes a Antonio Machado. El antifranquismo y la reconciliación nacional

Artículo publicado en el El Catoblepas, número 146, abril 2014, p. 3:
http://www.nodulo.org/ec/2014/n146p03.htm
Homenajes a Antonio Machado. El antifranquismo y la reconciliación nacional
Iván Vélez
Historia de los homenajes a Machado en el marco de la reivindicación del poeta por parte del bando republicano y su papel en la llamada reconciliación nacional.

«A Líster, Jefe en los ejércitos del Ebro»
Tu carta -oh noble corazón en vela,
español indomable, puño fuerte-,
tu carta, heroico Líster, me consuela,
de esta, que pesa en mí, carne de muerte.
Fragores en tu carta me han llegado
de lucha santa sobre el campo ibero;
también mi corazón ha despertado
entre olores de pólvora y romero.
Donde anuncia marina caracola
que llega el Ebro, y en la peña fría
donde brota esa rúbrica española,
de monte a mar, esta palabra mía:
"Si mi pluma valiera tu pistola
de capitán, contento moriría".
En los estertores de la primavera de 1938, ya instalado en Barcelona, Antonio Machado escribía este soneto que se publicó en Hora de España (n.18, junio de 1938). Sobre la tierra hispana, dos bandos, dos Españas según muchos de los intérpretes de tan sangrientos episodios, se batían con el imprescindible apoyo de terceras potencias que daban al traste con la maniquea dualidad machadiana.
El 22 de febrero de 1939, miércoles de ceniza, Machado, recientemente exiliado, moría en el Collioure donde le dieron tierra después de que sus familiares rechazaran el ofrecimiento de que el poeta fuera enterrado en París[1] con la esperanza de que la victoria republicana –seis milicianos llevaron su ataúd cubierto por la bandera tricolor- pudiera favorecer el regreso de sus restos a la heroica Madrid.
Recientemente, la Consejería andaluza de Cultura ha sopesado la posibilidad de la exhumación de sus restos para ser enterrados en su Sevilla natal, si bien nada hay de nuevo en ello, pues ya en 1941 hubo un proyecto al que siguió otro en 1957 promovido por la Real Academia de la Lengua, si bien José Machado, exiliado en Chile, se negó a autorizar el traslado a suelo español de los restos de su hermano. Manuel Fraga Iribarne, ministro de Información y Turismo, todavía retomaría el proyecto sin éxito. En 1958 los restos de Machado y su madre fueron trasladados a una tumba propia, financiada mediante una suscripción popular a la que se sumaron personajes como Malraux, la editorial Gallimard o el sindicato UGT.
Reivindicado por el bando perdedor de la Guerra Civil, el autor de Campos de Castilla recibiría, con el pasar de los años, sucesivos homenajes en los cuales participaron facciones que aumentaban el ya de por sí plural grupo que tenía por común denominador la palabra «republicano».
La primera conmemoración a la que nos referiremos es el homenaje celebrado el 19 de febrero de 1947 en la ciudad de México. Ocho años después de su muerte, fue la Editorial Séneca, fundada por españoles exiliados –José Bergamín y Emilio Prados a instancias de Negrín[2]-, la que se ocupó de la organización. El acontecimiento fue recogido por la revista literaria Las Españas (nº 4, 19 de marzo de 1947), fundada en ese mismo país en 1946[3].
Intervinieron en este número: Manuel Altolaguirre, Rosa Ballester, José Bergamín, Paulita Brook, Anselmo Carretero, Juan José Domenchina, Santiago Garcés, Juan Gil Albert, Concha Méndez, José Moreno Villa, Adolfo Sánchez Vázquez, José Luis Sánchez Trincado, Ramón J. Sender, José María Semprún y Gurrea, Antonio Suárez Guillén y Daniel Tapia.
El número, no obstante la gran presencia de artículos relacionados con la figura y la obra de Machado, incluía otros temas. Destaca entre ellos el tratamiento de la labor del intelectual dentro de un escrito de  resonancias orteguianas: «¿Cuál es la Misión del Intelectual en Esta Hora?», obra de José María Semprún y Gurrea (1893–1966), catedrático de Filosofía del Derecho en la Universidad de Madrid y padre de Jorge Semprún. En la portada llama la atención un artículo de Bergamín titulado «Pilatos y el Verdugo», en el que se lanza un duro ataque a Salvador de Madariaga a cuenta de su inhibición en la defensa de la República, a lo que se une su anglofilia –se llega a afirmar que su idioma es el inglés-. Bergamín concluirá asignando a Franco el papel de verdugo y a Madariaga el Pilatos dentro del panorama político español. Por último, hemos de destacar un artículo del castellanista Anselmo Carretero Jiménez (1908-2002): «Castilla en el panorama de las Españas», en el que se afirma la histórica condición federal de esta región y de toda España[4], una condición extendida a la totalidad de España que rebrotará años más parte gracias al esfuerzo de otros homenajeadores.
Es sin embargo a partir de la página 8 donde se da cuenta del acto en recuerdo a Machado. El mismo se abrió con el concurso de José Manuel Gallegos Rocafull (1895-1963), clérigo gaditano, licenciado en Teología y Filosofía, miembro de Acción Católica y republicano cuya pasión le procurará una prohibición, proveniente del Vaticano, de continuar con las actividades propagandísticas que acabará con la suspensión a divinis cursada por el obispo de Córdoba, Adolfo Pérez Muñoz, en 1937, tras la cual se traslada a México, donde será Catedrático de Filosofía de la UAM. Es allí donde se le levanta la suspensión, volviendo a oficiar como capellán de la iglesia de la Coronación.
Durante la ceremonia se leyeron composiciones hechas para la ocasión por Sánchez Vázquez, Gil Albert, Altolaguirre, Concha Méndez, Moreno Villa, Domenchina, mientras que ilerdense Paulino Masip recitó poemas de Machado.
Al margen de las gentes de la literatura, al acto acudieron, según informa la revista, otras personalidades que ofrecen un rápido panorama de la composición del exilio que se instaló en México tras la guerra. Destacan el Embajador de la República Española en México y Presidente de la Junta de Auxilio a los Republicanos Españoles (JARE): Luis Nicolau d'Olwer y su esposa, la feminista y socialista, contraria a otorgar el derecho de sufragio a la mujer en 1931, afiliada al PCE en 1936, Margarita Nelken Mansberger; José Luis de la Loma de Oteyza, ingeniero agrónomo ex alumno de Giner de los Ríos, que ocuparía el puesto de director del Catastro del Departamento del Distrito Federal y participó en la organización del Instituto Hispano Mexicano Ruiz de Alarcón; el escritor costarricense Vicente Saenz y su esposa; el azañista Tomás González Ballesta; el pintor Gabriel García Maroto; la poetisa y traductora para el Fondo de Cultura Económica, Ernestina Champourcin, esposa de Domenchina, ex secretario de Azaña; el doctor Manuel Márquez; el socialista caballerista Julio Luelmo; la pintora Soledad Martínez; el dramaturgo mexicano Wilberto Cantón; el ugetista y socialista malagueño José E. Rebolledo; José Torres; González Porcel, Henríquez Calleja, Paulita Brook, Miguel Prieto, Pilar Puig, Juan Rejano, Rancaño y sra., Rodolfo Hallfter, el doctor Puche, Rosita Ballester, Eladio Lozano, Vicente González, José L. Valencia y Anselmo Carretero. El acto recibió además las adhesiones de Rafael Altamira, Luis Santullano y Ceferino R. Avecilla.
Como era previsible, el grupo recurrió en tan oportuna ocasión a las dos Españas machadianas. Así, se oyó la siguiente cita de don Antonio: «España inferior que ora y embiste –cuando se digna usar de la cabeza-», mientras se reivindica la otra, de la cual una buena muestra se hallaba en el salón, la España con la que se identifican los homenajeadores, la de la II República, que se trataba de mantener con vida para «ser mañana». Demos la palabra a los exiliados oradores:

Don Antonio sigue desnudo de tierra suya, desgajado de ella, como nosotros, como nuestro pueblo; pero un día que debemos ganar, su pobre cuerpo subirá a vestirse tierra nuestra, allí donde nació “no a la vida, al amor”, “en las estepas del alto Duero” “donde Primavera tarda pero es tan bella y dulce cuando llega”…
Por su recuerdo nos llega claro y profundo el latido de España, la voz casi perdida de su millón de muertos, todo su dolor y toda su grandeza. Que esa voz suya que suena a corazón suene en el nuestro, en el esfuerzo de  hoy y en la alegría de mañana, cuando la tierra nuestra sea nuestra, en verdad, otra vez ganada y para siempre libre.

A los diez años de su muerte, en 1949 Machado es recordado en un número a él dedicado en los Cuadernos Hispanoamericanos que, dirigidos por Pedro Laín, dependían del Instituto de Cultura Hispánica. En dicho trabajo se trataba de limar las aristas ideológicas de Machado para presentarlo como un poeta popular. A este propósito se sumarán en dicha publicación Eugenio de Nora y José María Valverde.
Fuera de España, Machado continuaría siendo una referencia para las izquierdas definidas de la época, especialmente para los comunistas, activos en su exilio o clandestinidad. EL PCE lo incluirá en su patriótico «Mensaje del PCE a los intelectuales patriotas»[5], fechado en abril de 1954, del cual extractamos estos pasajes en los que se alude al poeta sevillano:

Las hiperbólicas alabanzas al honor de la bandera no pueden ocultar la tragedia nacional que significa ese acto de compra y venta de España, entre los yanquis y franquistas.
Ello viene a dar razón, una vez más, a Antonio Machado, quien decía que los señoritos –y el franquismo representa un señoritismo de la peor especie– invocan la patria para venderla.
***
Fueron ellos, los franquistas, los causantes de la muerte de Antonio Machado, cuyo canto a la lucha, a los anhelos y esperanzas del pueblo en una España culta y democrática, independiente y feliz, constituye el broche de oro de su gran obra y digna vida, acortada por el martirologio del éxodo bajo las bombas de los aviones fascistas y el dolor y la tragedia que se abatía sobre España.
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En la emigración se reunieron insignes figuras de la intelectualidad: poetas como Antonio Machado, Alberti, Juan Ramón Jiménez, Pedro Salinas, León Felipe, Pedro Garfias, Rejano y Herrera Petere; pintores como Picasso, Castelao, Bardasano, Miguel Prieto, José Renau y Alberto; escritores como Casona, Benavides, Bergamín, Zamacois, César Arconada, Chabás, Castrovido y Fabián Vidal; músicos como Falla, Pablo Casals, Bacarisse y Rodolfo Halfter; directores de cine como Luis Buñuel; doctores y hombres de ciencia como Márquez, Pedro Carrasco, Blas Cabrera, Pío del Río Ortega, Martínez Risco, Ignacio Bolívar, Cuatrecasas, Odón de Buen, Honorato de Castro, Negrín, Bejarano, Otero, Segovia, Costero, Planelles, Bonifaci y Fraile; historiadores, juristas e investigadores como Altamira, Ossorio y Gallardo, Alcalá Zamora, Ruiz Funes, Roces, Nicolau d'Olwer, Bernaldo de Quirós, Sánchez Román, Bosch Guimpera, Fernando de los Ríos y Pompeyo Fabra; arquitectos como Sánchez Arcas, Lacasa, Giner de los Ríos y Tomás Bilbao, y tantos otros valores científicos o culturales españoles que el franquismo obligó a dispersarse por el mundo asestando con ello un golpe demoledor a la cultura española. Muchos murieron lejos de la Patria, otros siguen firmes, manteniéndose en el camino del honor que eligieron al sumarse a la lucha del pueblo por la independencia y la libertad de España.
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Nada escapó a la vesanía del Santo Oficio franquista. Y en su «índice de libros prohibidos» se incluyen las obras maestras de la literatura y del pensamiento científico español y universal, desde el siglo XV a nuestros días. Huarte y Vives, Larra y Espronceda, Galdós y Valle Inclán, Jovellanos y Floridablanca, Machado y Blasco Ibáñez y tantos otros artífices que habían expresado en su obra el amor al hombre, ensalzando el progreso y la cultura, cantando las gestas del pueblo frente al invasor extranjero, fustigando a la reacción o difundiendo entre el pueblo las ideas democráticas, republicanas y socialistas, fueron puestos fuera de la ley y secuestradas sus obras de las bibliotecas públicas, mientras aquellos librepensadores que las pusieron a resguardo en su casa, arriesgan en este simple acto de rebeldía la libertad y en no pocos casos la vida.  
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El pueblo español, que cuenta con una cultura milenaria que arranca de Tarsis, del Estado más antiguo del Occidente de Europa; que inspiró las obras de Cervantes, Lope de Vega y Calderón; que dio artistas como Velázquez, Ribera, Murillo y Goya, filósofos materialistas como Huarte, humanistas como Luis Vives y Las Casas, navegantes como Solís, Pinzón y Sebastián Elcano, cosmógrafos como Enciso y Alonso de Santa Cruz, sabios como Servet y Cajal, librepensadores como Jovellanos, teóricos del realismo como Larra, escritores patriotas como Galdós y Antonio Machado, que tanto hicieron por forjar la conciencia nacional de las masas, sabrá defender su cultura humanista y popular, sus tradiciones de amor a la libertad, de lucha por su independencia, y no dará tregua ni cuartel al asimilador cosmopolita yanqui que roba y saquea las riquezas de su patria, que pretende destruir su gran cultura, ni a sus sátrapas franquistas. La lucha entablada por el pueblo español contra los vendepatrias franquistas y los imperialistas yanquis es a vida o muerte.
***
Pero el Partido Comunista de España, el Partido de Miguel Hernández, el partido junto al cual transcurrieron los últimos años de vida y de trabajo de Antonio Machado; el Partido de Pablo Picasso tiene derecho a pedir a los intelectuales, incluso a los más alejados de su política, que traten de conocerle tal cual es, objetivamente, a través de su propia ideología, de sus propios principios y objetivos, y no a través de la pintura grosera que de ellos hace el franquismo, enemigo del pueblo y enemigo de la intelectualidad. Semejante conocimiento objetivo, incluso si no implica la adhesión a nuestras ideas, sólo puede facilitar el establecimiento de un frente de lucha común contra los enemigos de nuestra Patria, los imperialistas yanquis y sus perros franquistas.

Al Mensaje del PCE le siguió, en febrero de 1955, el «Retorno de Antonio Machado» de Rafael Alberti, que vio la luz en el semanario Les Lettres Francaises.
Un lustro después, en 1959, se cumplieron dos décadas del fallecimiento del poeta, aniversario que propició la celebración de dos homenajes, uno en la Segovia en la que dio clases don Antonio, y otro en el propio Collioure en el que le sorprendió la muerte. Ambos se celebraron el 22 de febrero, a los que siguió otro en Madrid el 3 de marzo en el Paraninfo de la Universidad Central e incluso un acto de recuerdo en La Sorbona con la participación de Bataillon. El aniversario tuvo una amplia repercusión en las publicaciones de la época, en las que aparecerán textos laudatorios. Por citar algunas revistas, podemos referirnos a Acento Cultural vinculada al SEU, así como en Praxis, Cuadernos de Arte y Pensamiento, Caracola o Ínsula[6].
En cuanto a los homenajes de febrero, estos tuvieron lugar, uno en la Segovia en la que dio clases don Antonio, y otro en el propio Collioure en el que le sorprendió la muerte.
El primero de ellos contó entre sus organizadores con el pintor Juan Manuel Díaz Caneja y Jesús Gonzalez de la Torre. El homenaje se apoyó en un manifiesto firmado por Menéndez Pidal, director de la Academia de la Lengua, Gregorio Marañón, Pérez de Ayala, Teófilo Hernando, Joaquín Garrigues, Gabriel Celaya, Lauro Olmo, Buero Vallejo y un grupo de poetas catalanes, a los que hemos de sumar a Julián Marías, Ridruejo, Pedro Laín, Aranguren, Alfonso Sastre, Raúl Morodo, Moreno Galván y Luis Felipe Vivanco entre otros[7], cuyas actividades futuras gravitarán en parte alrededor del Comité español del CLC. El homenaje, como se puede comprobar, reunió a descontentos con el Régimen ya sea por su republicanismo más o menos liberal, su filiación orteguiana ya operativa como factor aglutinador tras la muerte del filósofo, y aquellos que pertenecían al PCE.
En ambos homenajes tuvo gran relevancia la figura de Dionisio Ridruejo, encargado de editar las obras completas del poeta, a las que dedicó, en 1941, un prólogo en el que se omitían algunas partes de la obra machadiana poco asimilables en la atmósfera ideológica del momento. Ridruejo mantuvo, durante toda su vida, una gran admiración por el poeta sevillano cuyo origen hemos de buscarlo en sus años mozos, cuando estuvo interno en  el colegio de los Maristas de Segovia. Allí conoció a Antonio Machado, profesor de francés en el Instituto de la ciudad y encargado del curso de gramática española. En el examen de esta asignatura, al cual debió presentarse Ridruejo, Machado le firmó un sobresaliente.
Más tarde, en el primer número de Escorial –noviembre de 1940- Ridruejo dedica un artículo a Machado titulado «El poeta rescatado», en el que recuerda cómo conoció al poeta y lamenta su muerte en Francia. Añade que murió en soledad y desatendido –después de estar en un campo de concentración[8]– «el único fragmento verdadero de “cultura universal” de que los enemigos habían dispuesto, el único que por los puertos pirenaicos recibió aquella Francia a quien Dios perdone, ya que los hombres le han dado su castigo». Ridruejo, que contó con Manuel Machado en su revista, dedicó a Antonio Machado este soneto:

Subió tu voz, con gravedad hermosa,
desde el dorado fruto de Sevilla
al yermo planetario de Castilla
donde la tierra de tu amor reposa.

A tu paso, la España dolorosa
era, en campo lunar, tierna semilla,
pero al granar su fresca maravilla
tu verso ausente le negó su rosa.

Hoy, cerrado el rencor en la alegría,
al cumplir el volumen de su gloria,
con un ala de fiel melancolía,

trae España tu muerte hacia su Historia
y hace hierro de amor tu poesía,
vengando de ti mismo tu memoria.

Años más tarde, tras su renuncia a un franquismo que no encajaba con sus hedillistas ideales, Ridruejo organizará en 1952 el Primer Congreso de Poesía en Segovia patrocinado por el historiador Joaquín Pérez Villanueva (1910-1994), quien un año antes fue promovido por Joaquín Ruiz-Giménez como director general de Enseñanza Universitaria. Pérez Villanueva, a su vez, será quien nombre a Antonio Tovar rector de la Universidad de Salamanca y a Pedro Laín Entralgo de la de Madrid. Tras dicho congreso se fundarán las Casas de la Poesía en Madrid y Barcelona gracias a una comisión en la que se incluyen, entre otros, a José Luis Cano o Marià Manent[9].
En 1953 Ridruejo organizará unos encuentros poéticos en la Universidad de Madrid, ya bajo el amparo de Pedro Laín, que ya en 1945 había publicado La generación del 98 en la que se encuadra a Machado, y del propio Ruiz-Giménez. La vinculación del Ministro con Ridruejo, a cuenta de lo literario, continuará con la apertura del local llamado Tiempo Nuevo en el centro de Madrid, donde se reunirán estudiantes y un conjunto de individuos más o menos situados en la periferia del poder.
Pero avancemos de nuevo hasta 1959. El homenaje de Coilloure, alentado por el PCE, contará con un ilustre comité de honor integrado por Louis Aragon, Jean Paul Sartre, Marguerite Duras, Simone de Beauvoir, Raymond Queneau y Pablo Picasso, autor de un dibujo realizado para la ocasión, entre otros.
 Al Homenaje de Coilloure adhirieron: Menéndez Pidal, Marañón, Lafora, Hernando, Aleixandre, Dámaso Alonso, Celaya, Blas de Otero, Nora, Ridruejo, Laín, Joaquín Garrigues, Valentín Andrés Álvarez, Gallego Díaz, Montero Díaz, Lapesa, Marías, Cela, Jesús Fernández Santos, Sastre, Buero, Herrera Petere, Alberti, Aub, Léon Felipe, Bardem y Berlanga[10]. Acudieron a la cita francesa Jorge Semprún, Manuel Millares, Jaime Gil de Biedma, Carlos Barral, José Manuel Caballero Bonald, Blas de Otero, José Agustín y Juan Goytisolo, Ángel González, José María Castellet, Manuel Tuñón de Lara, e incluso el ministro de la II República Pablo Azcárate.
Dada la relevante participación de miembros del Comité español del Congreso por la Libertad de la Cultura en tales conmemoraciones, los Cuadernos del Congreso por la Libertad de la Cultura (París, mayo-junio 1959, n. 36, p. 30), informaron puntualmente de lo ocurrido en tan concurrido cementerio, empleando también la fórmula de las dos Españas con ánimo conciliador. Quien firma el artículo, «Ante la tumba del poeta», que reproducimos en su totalidad, es Ignacio Iglesias:

22 de febrero de 1939… Veinte años hace, pues, que la muerte se llevó al más grande poeta español contemporáneo. Antonio Machado, que nació –al igual que aquella gavilla de españoles egregios del 98, de cuya generación fué el poeta máximo– bajo el signo de la preocupación por España, murió precisamente en el tristísimo momento en que se consumó el tremendo desgarrón nacional, tras una sangrienta guerra civil que resultó para el país entero algo así como un cataclismo cósmico. Consignemos, para honor y dolor de la poesía y de los poetas, que la guerra se inició con el asesinato de Federico García Lorca y finalizó con la muerte de Antonio Machado, falleciendo también en el curso de la misma ese otro gran lírico que fué Miguel de Unamuno; luego, aún murieron otros, por ejemplo el cautivo Miguel Hernández y el peregrino Juan Ramón Jiménez…
Sabido es que aquella voz poética cargada de misterio, que fué la de Machado, representó uno de los más profundos decires humanos en lengua española, pues no en vano el poeta expresó corno nadie sus meditaciones acerca del sentido del vivir, de la temporalidad de la existencia y la significación de la muerte. En él, además, la poesía significó expresión auténtica del ser, por lo que su vida coincidió en todo momento con su conciencia. Tal vez sea esto lo que explica la pervivencia de la obra de Machado, el indestructible arraigo del pensamiento machadino. Replegado sobre sí mismo, hundido en una meditación sin fin («converso con el hombre que siempre va conmigo…»), el poeta sugirió igualmente la melancolía que nace de las aspiraciones insatisfechas, el dolor púdico, la infinita piedad humana, la fugacidad del tiempo y lo efímero de la vida.
22 de febrero de 1959… Veinte años más tarde, un nutrido grupo de españoles de buena voluntad, deseosos de reanudar el diálogo roto y de comenzar a colmar el abismo abierto por una lucha fratricida en la que, al fin y al cabo, todos hemos resultado vencidos, decidieron juntarse en torno a la tumba del poeta. Para lograr ese propósito, que surgió sencilla y espontáneamente, cual algo lógico y natural impuesto por las circunstancias mismas de la vida hispánica, no faltaron las buenas voluntades ni se escatimaron los esfuerzos. Y un domingo de febrero, en el diminuto cementerio de Collioure, pueblecito marino cercano a la frontera española, donde entre cipreses y bajo el azul del cielo mediterráneo está enterrado Machado, se reanudó el diálogo, al propio tiempo que se rendía homenaje al hombre bueno que en vida tanto soñara con una España de todos y para todos.
Estaban presentes numerosos jóvenes españoles llegados de Madrid y Barcelona, junto con otros no tan jóvenes ya, procedentes de distintos lugares de Francia; españoles de las dos Españas, obligados hasta entonces a permanecer separados. Y al lado de todos ellos, otros que también hubieran querido estar allí, pero que no pudieron, y que llenaron su ausencia con un hermoso mensaje firmado por casi un centenar de intelectuales, a cuya cabeza figuraba, cual se debe, el venerable don Ramón Menéndez Pidal. Tras amistoso diálogo de unas horas con aquellos jóvenes españoles, nos vinieron a las mientes las líneas escritas por Machado hace bastantes años: «Cierto que la guerra no ha creado ideas nuevas –no pueden las ideas brotar de los puños–; pero ¿quién duda de que el árbol humano comienza a renovarse por la raíz, y de que una nueva oleada de vida camina hacia la luz, hacia la conciencia?»

Por su parte, la revista del PCE Nuestras Ideas (nº 6, Bruselas, mayo 1959), recogió el homenaje en un artículo titulado «Significado de un homenaje a Machado», en el que se habla con insistencia, reclamándola, de la reconciliación nacional[11] y alude a la carta que el 11 de febrero dirige desde Madrid Menéndez Pidal y en la cual se reclama la repatriación de sus restos. En el artículo se extractan las palabras de Gerardo Diego: «No quiero falte la expresión de mi deseo de que tales metas se realicen con el espíritu de concordia y unidad a que alude la convocatoria»; las de José María Valverde: «No hay duda de que esta conmemoración cuenta con el sentir unánime de todos los que entienden España y en cualquier país —lo que es ese uso profundo del lenguaje humano que llamamos poesía. Por otra parte, aquí se evidenciará la natural unión, en tarea y patria, de los escritores españoles. El hecho de que los escritores de la generación hoy «decana» se vieran como ustedes recuerdan —«separados geográficamente» pertenece, para nosotros los más o menos jóvenes —insistiendo en sus palabras— a los «acontecimientos ya lejanos»; mosén Josep Dalmau: «Este encuentro de diferentes en un mismo lugar inspira confianza, aviva la esperanza... El intelectual pese a su dualismo geográfico —se encuentra en un estado de madurez capaz de encontrar un denominador común suficientemente amplio y profundo, este homenaje la demuestra, que permita unas bases de convivencia, de progreso y hermandad».
La conclusión de todo ello es clara para los comunistas:

Con motivo del homenaje a Antonio Machado se ha constituido, en la práctica, un frente nacional de los intelectuales españoles que se oponen a la corrupción, a la incuria y a la estrechez del régimen actual.

Ejercitando, así lo entendemos, la idea de corrupción no delictiva, y señalando acusatoriamente por su instrumentalización al «Homenaje Nacional a Antonio Machado» celebrado en Soria, en el cual habló el alcalde de la ciudad D. José Luis Liso, e intervinieron los poetas Salvador Jiménez, Salvador Pérez Valiente, Alcántara, López Anglada, Rafael Morales, y Adolfo Muñoz Alonso como reacción al de Coilloure.
Otro 22 de febrero, el de 1962, la editorial Ruedo Ibérico organiza un nuevo homenaje, junto a un concurso de novela y poesía, este último ganado por el comunista Ángel González con Grado elemental, en el cual participaron, entre otros, el editor José Martínez Guerricabeitia, el historiador Manuel Tuñón de Lara –autor en 1967 de Antonio Machado, poeta del pueblo- , Vicente Girbau, José Ángel Valente, Eugenio de Nora, Manuel Lamana, Carlos Barral, José María Castellet, José Agustín Goytisolo, Manuel Millares y el crítico de arte y miembro del partido clandestino de Ridruejo PSAD, José María Moreno Galván, éste último ya presente en actos precedentes y al que encontraremos en celebraciones ulteriores.
Tres años más tarde, en 1965, comenzará a publicarse en París la revista Cuadernos del Ruedo Ibérico[12], en la que colaborará el propio Moreno Galván bajo el pseudónimo de Juan Triguero, debutando con el polémico artículo: «La generación de Fraga y su destino». Tras la publicación se encontraban exiliados españoles liderados por el anarquista José Martínez Guerricabeitia (1921-1986). Ruedo Ibérico será un lugar de acogida para Fernando Claudín y Jorge Semprún tras su expulsión, en noviembre de 1964, del Partido Comunista de España debido a sus veleidades revisionistas. Pronto, Cuadernos del Ruedo Ibérico, que también dedicará espacio al poeta, se convertirá en rival de la revista del PCE: Nuestra Bandera, reproduciendo sobre el papel las eternas fricciones entre las diferentes generaciones de izquierdas políticas que ya se habían puesto de manifiesto en la Guerra Civil de la que tanto unos como otros pretendían pasar página.
Es también Moreno Galván quien nos lleva a otro homenaje, el que, con el título de «Paseos con Antonio Machado», se organiza en Baeza el 20 de febrero de 1966. Días antes de tales fastos, en el semanario Triunfo (n. 193, p. 28, 12 de febrero de 1966), una foto del busto de obra del escultor Pablo Serrano, ilustraba el artículo por él firmado.
En su comisión de honor figuraban, además del juez de Baeza, Vicente Aleixandre, Dámaso Alonso, José Luis López Aranguren, Blas de Otero, Camilo José Cela, Antonio Buero Vallejo, Gabriel Celaya, Joan Fuster, Jaime Gil de Biedma, Pere Quart, María Aurelia Capmany, José Hierro, Salvador Espriu y Francesc Valverdú. No obstante, en el arranque de su organización figuran los socios del Club de Amigos de la Unesco de Madrid (CAUM).
Los asistentes al mismo recorrieron Baeza camino del monumento que se iba a inaugurar en el Paseo de las Murallas. Tras una tensa espera, la policía, pese a que el acto estaba autorizado, ordena el desalojo de la vía, carga y detiene a 27 personas. Entre ellas, el propio Moreno Galván[13] y el pintor Eduardo Úrculo. Dieciséis de ellos fueron puestos en libertad por la noche y once fueron conducidos a Jaén, donde obtuvieron la libertad al día siguiente tras pagar multas que oscilaban entre 5.000 y 25.000 pesetas que se pagaron gracias a los dineros obtenidos de una subasta de obras donadas por Picasso, Miró y Calder, entre otros.
No sería este el último homenaje a Machado. Todavía en 1975, en vida de Franco, se conmemora el centenario de su nacimiento y se vuelve sobre su figura a través, por ejemplo, de los Cuadernos Hispanoamericanos que se fijaron en él en 1949. Con Machado popularizado por los omnipresentes cantautores de la época –en este caso convertidos en arreglistas de autorías impropias-, los homenajes aludidos sirvieron para ir dando cohesión a diversos grupos antifranquistas que tras la muerte del general mostrarían sus verdaderas intenciones y objetivos.




[1] Véase Machado, José, Ultimas soledades del poeta Antonio Machado: recuerdos de su hermano José, Ediciones de la Torre, Madrid 1999.
[2] La editorial se funda en México y tiene entre sus objetivos iniciales publicar las obras completas del poeta, para lo cual se negocia con los hermanos exiliados de don Antonio: José y Joaquín. Tomamos estos datos del artículo de: Javier Muñoz Soro y Hugo García Fernández: «Poeta rescatado, poeta del pueblo, poeta de la reconciliación: La memoria política de Antonio Machado durante el Franquismo y la Transición», Hispania. Revista Española de Historia, n. 234 enero-abril 2010, pp. 137-162.
[3] Díaz, Elías, Pensamiento español 1939-1973, Ed. Cuadernos para el Diálogo, Madrid 1974, p. 60.
[4] José Luis Rodríguez Zapatero reconoció en su momento, la influencia recibida de este militante socialista fascinado por el imposible político de la nación de naciones.
[5] El mensaje completo puede consultarse en http://www.filosofia.org/his/h1954ip.htm
[6] Nos remitimos de nuevo al referido trabajo de Javier Muñoz Soro y Hugo García Fernández.
[7] Véase Antonio Fernández Insuela, Aproximación a Lauro Olmo: (vida, ideas literarias y obra narrativa), (Servicio de Publicaciones de la Universidad de Oviedo, Oviedo 1986).
[8] José María García de Tuñón Aza aclara que esto es falso, en su artículo: «Dionisio Ridruejo, político y poeta», http://www.nodulo.org/ec/2011/n109p09.htm
[9] Véase Penella, Manuel, Dionisio Ridruejo, biografía, RBA, Barcelona 2013, p. 344.
[10] Lista tomada del libro de Elías Díaz, Notas para una Historia del pensamiento español (1939-1973), Ed. Cuadernos para el Diálogo, Madrid 1974, p. 155.
[11] El PCE había publicado en junio de 1956, coincidiendo con el XX aniversario del comienzo de la guerra civil, una declaración, «Por la reconciliación nacional, por una solución democrática y pacífica del problema español».
[12] En relación con Cuadernos del Ruedo Ibérico, véase el artículo de Gustavo Bueno Sánchez, «Los Cuadernos de Ruedo Ibérico se hacen redondos», El Catoblepas, n. 19, septiembre 2003, p. 22, http://www.nodulo.org/ec/2003/n019p22.htm
[13] Además de su sintonía ideológica con Ridruejo, José María Moreno Galván ya fue colaborador en los 50 de la revista de Camilo José Cela Papeles de Son Armadans, escritor y publicación muy relacionados con el arranque del Comité español del CLC.

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