Artículo publicado el 18 de julio de 2016 en el blog "España Defendida" de La Gaceta:
Extrema derecha, sedevacantismo y yihad
Coincidiendo con la fiesta nacional de Francia, el francés
islamizado que respondía, antes de ser abatido a tiros por la policía, al
nombre de Mohamed Bouhlel, dejó un rastro de cadáveres sobre el Paseo
de los Ingleses de Niza. Los datos que se van conociendo abundan en los
detalles del plan trazado por Bouhlel para llevar a cabo la matanza de politeístas,
que así considera el Islam a quienes, apegados al trinitarismo, no
circunscriben su biblioteca al Corán o se resisten a poner en las metafóricas
manos del Entendimiento Agente Universal sus prescindibles
cuerpos. Paralelamente, los medios de comunicación, incluyendo a las
televisoras nacionales españolas, han tratado una vez más de buscar fisuras en
la fe mahometana de Bouhlel, aportando irregularidades morales en su vida
cotidiana. Al parecer, el francés avecindado en el departamento de los Alpes
Marítimos no observaba el precepto del ayuno durante el ramadán, dato
irrelevante si tenemos en cuenta que el Islam permite a sus agentes el recurso
del disimulo o taqiyya entre los infieles.
En tal contexto, alertan los medios más beatíficamente afines a los
dictados de lo políticamente correcto, de las posibilidades de que la «extrema
derecha» de Le Pen acceda al poder galo, siendo probable que con su
llegada al Elíseo, los adoquines que tapaban las playas francesas hasta el
mitificado mayo del 68, vuelvan a colocarse, para disgusto de los
cultivadores del multiculturalismo. Así, agitando el espantajo de la «extrema
derecha», es como tapan sus vergüenzas tan burdos analistas, incapaces de
encajar la realidad de un islam que lleva en su seno, por más que algún santón
enchilabado lo niegue, las ideas que llevan a un hombre sometido a ceñirse el
cinturón bomba o a empuñar el arma a la que diera nombre un patriota ruso
encuadrado en el heroico Ejército Rojo: Mijaíl Timofeyevich Kaláshnikov.
Sin embargo, la tan cacareada «extrema derecha» que aparece en las
telepantallas acusa una gran imprecisión, pues sus límites y características
aparecen casi siempre borrosos, por más que palabras como «xenofobia»,
«intolerancia» o «ultranacionalismo» acompañen al mentado rótulo. Pese
a tal confusión, máxime en un día como hoy, 18 de julio, la pregunta sobre lo
que es la «extrema derecha» en España, variante patria de una «extrema derecha»
europea, encontrará muchas respuestas deícticas, aquellas que señalarían al
franquismo cuya más reproducida iconografía nos remite a saludos con
Hitler y palios protectores. Un franquismo, en el que habrían cohabitado
nazis y católicos de los cuales sobreviven todavía algunas reliquias en forma
de plataformas o partidos cultivadoras de tan lejanas esencias. Un régimen
político comúnmente denominado «nacionalcatolicismo» que
necesariamente habría de cambiar cuando la Iglesia Católica Apostólica Romana
dio ese gran giro conocido como Concilio Vaticano II tras el
que se dio vía libre a la libertad religiosa y se aprobaron reformas que marcarían
enormes distancias con lo hombres de la Iglesia que se agarraron a la guerrera
de Franco al verse amenazados por diferentes modulaciones de la izquierda
política.
En la estela de tal Concilio es donde hemos de situar una particular
iniciativa ideológica que culminó con el secuestro, por parte de las
izquierdas, del también impreciso «socialismo» cuyas bases fraguaron durante el
franquismo, marcado por un anticomunista periodo de acumulación capitalista que
articuló un mercado capaz de establecer las condiciones objetivas para que
cristalizara un democracia partitocrática que pronto dominarían los
socialdemócratas europeístas abjuradores del marxismo que ocuparon el poder
tras los famosos «cuarenta años de vacaciones» con que los
viejos comunistas replicaron a quienes presumían de histórica honradez.
Un socialismo que, en su dimensión obrerista, estuvo acompañado por
organizaciones como la Hermandad Obrera de Acción Católica, con sus
conocidas centrales regionales en Cataluña y las Vascongadas: FOC y ESBA que
daban por hecha la fragmentación de la clase obrera nacional española que
defendía el más sindicalista falangismo que perdió peso durante los años 50.
Regresemos ahora a la imagen fija, tan cara para los caricaturistas, de
militares acompañados por hombres ensotanados. La estampa perdura, mas
introduce gran confusión, pues a mediados de los 60 los clérigos habían mutado,
quedando como marginal alternativa las organizaciones sedevacantistas que
aún perduran casi como elemento anecdótico y curioso que, ahora sí, puede ser
identificadas con una derecha plenamente reconocible por su intento de mantener
la pureza ritual religiosa. Críticos de los resultados del Concilio que orilló
los órganos para introducir las guitarras en las iglesias, para introducir
lenguas vernáculas en lugar del latín, los sedevacantistas contemplan con
añoranza el Syllabus de Pío
IX en el que ya se advertía de las «nefandas maquinaciones de los
hombres inicuos, que arrojando la espuma de sus confusiones, semejantes a las
olas del mar tempestuoso, y prometiendo libertad, siendo ellos, como son,
esclavos de la corrupción, han intentado con sus opiniones falaces y
perniciosísimos escritos transformar los fundamentos de la Religión católica y
de la sociedad civil, acabar con toda virtud y justicia, depravar los corazones
y los entendimientos, apartar de la recta disciplina moral a las personas
incautas, y muy especialmente a la inexperta juventud, y corromperla
miserablemente, y hacer porque caiga en los lazos del error, y arrancarla por
último del gremio de la Iglesia católica». Rigoristas de la liturgia romana,
los últimos resistentes del viejo orden consideran que la sede romana permanece
vacante al entender que los últimos Papas -Juan XXIII, Pablo VI, Juan Pablo
I, Juan Pablo II, Benedicto XVI y Francisco- son herejes por impulsar o
mantener los postulados del Concilio tras cuya implantación cambió el rostro de
un franquismo que sigue viéndose bajo el prisma maniqueo derecha/izquierda.
Laicos y afrancesados
fueron los días del zapaterato; europeístas y democráticos
continúan siendo los de Rajoy, quien ha de cargar, por aquello de
la lucha electoral, con la adjudicación de cierta carga franquista, con un
rancio derechismo, en suma. Lejos del combate partidista, la Europa que
embelesa por igual a nuestros políticos, construida durante el último medio
siglo a golpe de altas dosis democracia de mercado, recibe, impotente y
acomplejada, los golpes yihadistas que buscan la implantación de regímenes
teocráticos en unos territorios en los que la religión se contempla como una
cuestión personal conservable a lo sumo por su carácter cultural. El viejo el
lema de Condorcet: «No cesaremos hasta que la cabeza del último rey
cuelgue de las tripas del último sacerdote», parece una extravagancia
cuando se contempla cómo la censura actúa para presentar como delincuentes o
locos a los soldados de Alá.
No hay comentarios:
Publicar un comentario