Artículo publicado el 29 de noviembre de 2018 en Libertad Digital:
https://www.clublibertaddigital.com/ideas/sala-lectura/2018-11-29/ivan-velez-nudo-espana-86599/
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Nudo
España
«Exiliados», «presos políticos»,
«plurinacionalidad». Todos estos conceptos aparecen en la larga conversación
mantenida por Enric Juliana y Pablo Iglesias Turrión, que ha dado forma a un
reciente libro titulado Nudo España
(Ed. Arpa, Barcelona 2018). En citada la obra, la calculada mesura de Juliana,
editorialista simultáneo, maestro de la dosificación, contrasta con la circunspecta
profundidad de Iglesias. Con un fugaz prólogo fechado en septiembre de 2018, las
páginas de Nudo España sirven para
repasar cuestiones tan dispares como las posibles consecuencias de un futuro
cargado de robótica, o el análisis de la situación política de América Latina,
nunca Hispanoamérica. Sin embargo, y en consonancia con su título, la cuestión
nacional, o quizá sería más ajustado decir, la cuestión plurinacional, es la
que ocupa la mayor parte del diálogo entre dos hombres pertenecientes a
generaciones y ambientes ideológicos diferentes, que no pueden evitar
reconstruir parcialmente sus biografías y desvelar sus fuentes formativas.
Dado el relevante papel que juega
dentro del actual panorama político, esa cogobernanza de la que ha hecho gala,
las palabras de Iglesias merecen más atención que las de su admirado Juliana. Gracias
a ellas, conocemos sus principales referencias ideológicas -los partidos
comunistas español e italiano, los movimientos bolivarianos-, pero también el maniqueísmo
que subyace bajo un discurso en el que se esfuerza por incorporar matices. Sin
mayores aclaraciones, el nunca suficientemente comprendido líder, no deja de
dividir el espectro político en dos bloques: la «derecha» y a la «izquierda».
Tal simplificación le lleva, por ejemplo, a declarar que «la extrema derecha
reaccionaria está asumiendo sin complejos elementos que en el pasado eran
extraños a la derecha, como que el proteccionismo o la protección social puedan
formar parte de su oferta electoral». La sentencia, referida a una derecha
siempre tendente al extremo, ignora que esos grupos, a los que convendría despojar
de etiquetas para señalarlos deícticamente, cifran gran parte de su éxito en
promesas sociales semejantes a las de la doctrina social de la Iglesia,
institución sobre la que también se pronuncia, disculpe el lector la obligada
redundancia, Iglesias. En efecto, don Pablo no duda en incluir entre sus personajes
favoritos al Papa Francisco, miembro del destacado grupo que recibe las
bendiciones del socio prioritario de Pedro Sánchez. Junto a Mario Bergoglio, Miguel
Ángel Moratinos, Zapatero, el periodista orgánico Jordi Évole, Jaume Roures y
Almudena Grandes, figuran en un exclusivo plantel. Frente a ellos, emergen
Albert Rivera y Ciudadanos, a los que Iglesias cita y ataca obsesivamente.
Reconstruido el retablo de personajes distinguidos, el político madrileño confiesa
cuál es el verdadero origen de Podemos. Para decepción de los entusiastas que
creyeron en la ilusión circular que orbitó alrededor el 15M, el Secretario
General de Podemos afirma que la formación morada «no surge de la sociedad
civil, sino de la televisión».
Hijo de sus días, Nudo España, aborda temas de nuestro
presente y de un futuro casi inmediato. Por ejemplo, el ligado a la probable
superjornada electoral del 26 de mayo, condicionada, probablemente, por el
desarrollo del juicio al que han de enfrentarse los golpistas catalanes,
realidad que incomoda a Iglesias, molesto con lo que califica como «la voluntad
de algunos jueces y fiscales, que representa el Estado profundo». Incómodo con
aquella legalidad que garantice la soberanía de la nación española, se lamenta ante
«un exceso de judicialización». Coincidente con las manifestaciones de los
golpistas y sus aliados, para Iglesias, la salida a la crisis vivida en
Cataluña debe ser política. Consecuentemente, los jueces deben inhibirse de
juzgar los delitos en los que pudieran haber incurrido aquellos a quienes
apoyan los lazis.
Antes de acometer el último tramo de
la conversación, Iglesias hace una atractiva reflexión a propósito de la
relación de España con Europa, cuando sostiene que «es una crisis de carácter
“orteguiano”: España sería un problema en sí, en España los conflictos se
traducirían sistemáticamente en guerras civiles y en la ausencia de un proyecto
de país compartido, mientras que Europa sería la solución a todos nuestros
problemas». Las siempre cabalgables contradicciones, aparecen inmediatamente después,
pues Iglesias se reviste de veladuras negrolegendarias para dolerse de que en
España no hubiera reforma protestante, y que el sufragio censitario tuviera
«una aparición tardía», adjetivo muy caro para su maestro Villacañas. A pesar
de su crítica hacia Europa, Iglesias asume plenamente uno de los principales subproductos
de la Ilustración. Como si de un Montesquieu redivivo se tratara, el nuevo
vecino de Galapagar llega a mentar Turquía para hablar de una España
autoritaria.
Aunque el libro se titula Nudo España, la España de la que se
trata en el mismo, apenas se adentra en el tiempo anterior a la II República.
Iglesias trata de bucear en los tiempos de la I República para, a despecho de
las críticas lanzadas en su día por Engels, buscar la justificación a su
proyecto federalista, en el caso de que sea ese, pues en ningún momento queda
explicitado, el futuro que ha diseñado quien impúdicamente nos muestra sus
numerosos aciertos analíticos, en contraposición con la habitual torpeza del
resto del espectro partitocrático español. Y es que Iglesias, fideísta de una
idea plurinacional de España, insiste una y otra vez en presentar a Cataluña y
a España -¿acaso una España residual?- como dos sociedades políticas
completamente diferentes. Sin aclarar qué atributos convierten a la región
catalana en una nación, Iglesias llega a reconocer que la propia Cataluña
también es plurinacional, pues en ella existe «un sentimiento nacional
español», hoy articulado por Ciudadanos.
El mismo Iglesias capaz de diagnosticar los errores
cometidos por el PCE, al afirmar que su historia fue la de un «autoengaño», consistente
en creer que el franquismo estaba siempre a punto de caer, y que las masas
campesinas y obreras tan sólo necesitaban de un empujón para hacer la evolución
siempre pendiente, esgrime un argumento meramente sentimental, y termina por
aferrarse al tópico: la Cataluña dinámica frente a la fría e inmóvil Castilla.
Marcado por la flagrante petición de principio emboscada bajo la fórmula
«derecho a decidir», concluye Nudo España.
Fundamentalista democrático modélico, al menos en lo referido a las aspiraciones
de las facciones separatistas catalanas, Iglesias hurta al lector el modo por
el cual conseguiría la salida –«tanto monta cortar como desatar», sostiene el
nudoso lema de los Reyes Católicos- y posterior regreso de Cataluña a una
España para la que, se supone, ha diseñado alguna estructura. Al cabo, la seducción
personal, incluso la suya, tiene sus límites.
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