El Mundo,10 de junio de 2019:
https://www.elmundo.es/cultura/2019/06/10/5cfd466e21efa0744a8b4641.html
https://www.elmundo.es/cultura/2019/06/10/5cfd466e21efa0744a8b4641.html
Pimienta, canela y jengibre, los otros 'metales preciosos' de la conquista de América
A punto de alcanzar el ecuador del
año, los actos conmemorativos de la primera circunnavegación son, sin duda, los
más relevantes, máxime después de que el Gobierno socialista, abrumado por su complejidad, apartara de sí un cáliz, el
cortesiano, que AMLO se encargó de rellenar. En estas circunstancias, la gesta
de Elcano es un pretexto ideal para exponer asuntos como el que pretendemos,
morosamente, presentar en esta pieza.
El origen hemos de buscarlo en la
primavera de 1492, cuando, en las capitulaciones otorgadas a Cristóbal Colón, se
hablaba de «perlas, piedras preciosas, oro, plata», pero también de «especiería»,
bienes materiales que acompañaban al objetivo más preciado, incluido en el salvoconducto
en latín entregado a navegante por los Reyes Católicos. En él se subrayaba el fin
principal de la empresa: «fidei ortodoxe aumentum», es decir, el aumento de la
fe ortodoxa. Meses después, la flota colombina echó sus anclas en un
archipiélago que no era la antesala de Las Indias, sino de lo que se demostró
ser un inesperado continente que transformó la concepción del mundo. Como
consecuencia del descubrimiento, Portugal y España, potencias marítimas
hegemónicas, trataron de establecer con precisión la longitud de unas líneas
que, en Tordesillas, dividieron en dos el globo. En ese contexto, la ubicación
de las Molucas fue el impulso que llevó a Magallanes a buscar un paso natural que
permitiera acceder a tan rico enclave. La polémica a propósito de la propiedad
de las islas se resolvió en 1529, con la firma del Tratado de Zaragoza en el
que España vendió, reservándose el derecho de recompra, las islas a Portugal
por 350.000 ducados. De este modo, la Especiería, que había contado con una
factoría española en Tidore y con la Casa de Contratación de La Coruña para canalizar
aquel comercio, quedó fuera del orbe hispano, circunstancia que ofreció la
oportunidad de construir una suerte de Especiería Occidental en las no menos
occidentales Indias, actividades productivas que rompen el tópico de unos
españoles ávidos únicamente de metales precisos.
Las nuevas tierras favorecían la
posibilidad de aproximar el acceso a
materias y productos propios de Oriente. Entre ellos destacaba la seda, cuya
implantación en la Nueva España nos remite a Hernán Cortés, que el 1 de octubre
de 1526 pidió por carta a su padre el envío de carneros y merinos y «simiente
de seda». Una década más tarde, solicitaba un trato favorable a su soberano,
empleando estos argumentos:
cómo yo he seido el primero que en
esta tierra he criado árboles de morales y he cridado y aparejado seda y he
hallado las tintas de carmesí e otras colores convinientes e provechosas para
ella, y porque de criarse y multiplicarse en esta Nueva España en mucha
cantidad de los dichos árboles de morales redundará en señalado servicio de Sus
Magestades e acresçentamiento de su Real Patrimonio, mucho provecho de los españoles
e naturales conservación e buen tratamiento dellos…
Las «tintas carmesí» las procuraba
la cochinilla, inexistente en Europa, razón por la cual alcanzó precios
desorbitantes.
La llegada del primer virrey,
Antonio de Mendoza y, más tarde, la de su hijo, el conocido como don Francisco
de Mendoza, El Indio, supuso un
impulso para esa suerte de Especiería Occidental. Debilitada la ruta hacia Oriente,
máxime tras el desastre de la expedición de López de Villalobos, don Francisco
buscó una alternativa. Una vez terminada su relación geográfica del Perú, encargó
en 1552 el Libellus de Medicinalibus
Indorum Herbis, dedicado a la medicina inca. El libro debía acompañar a un
propósito diferente al señalado en su título. En efecto, Mendoza viajó a la Corte
para entregar a Carlos I unas muestras de jengibre y raíz de China cosechadas
en la Nueva España. El éxito mendocino venía a dar cumplimiento a una real
provisión fechada en 1518, en la que se estimulaba a los españoles para
cultivar clavo, jengibre y canela en América. Animado por aquel éxito, años
después, Mendoza redactó un documento en el que solicitaba una serie de ventajas
para cultivar, a ambos lados del Atlántico: pimienta, clavo, canela, jengibre y
sándalo. Dentro de aquella operación, a las condiciones económicas se añadió la
del secreto que debía guardarse en relación a esas actividades, pues Portugal,
que atesoraba la genuina Especiería, nada debía saber de ellas.
Don Francisco de Mendoza, al que se
le exigieron unos plazos para hacer las plantaciones, logró así un monopolio
del que el rey obtendría grandes beneficios. No obstante, en el caso de que la
rentabilidad fuera muy elevada, la corona podría recuperar todo el control a
cambio de una elevada renta anual para Mendoza. A pesar de las altas
expectativas, el negocio fracasó. En 1571, con Martín Enríquez como virrey
novohispano, el monopolio de Francisco de Mendoza, fallecido en 1563, cesó y
dio paso al cultivo de jengibre en Andalucía.
Años antes, en 1565, Andrés de
Urdaneta había logrado completar el tornaviaje que abrió la ruta que unió
España con aquella Indias que trató de alcanzar Colón. Por ellas navegó el
Galeón de Manila o Nao de China, que a las dos Indias con Europa.
Iván Vélez
No hay comentarios:
Publicar un comentario