OkDiario, 25 de junio de 2019:
https://okdiario.com/opinion/hernan-cortes-bigger-than-life-sin-pelicula-que-haga-justicia-4295554
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Hernán Cortés: el héroe y el mito
Como ocurre con
todos los grandes hombres que han dejado su impronta en la Historia universal,
Hernán Cortés se mueve entre los datos que los documentos propios y los de sus
coetáneos se conservan, y las trazas del mito o mitos que gravitan sobre el de
Medellín. Por lo que a su aspecto se refiere, la apariencia de Cortés oscila
entre el retrato que de él hizo el acuarelista alemán Christoph Weiditz, que lo
trató y lo pintó en El libro de los
trajes, cuando el conquistador tenía cuarenta y dos años, y el busto de
bronce dorado que esculpió Manuel Tolsá a
finales del XVII para ser colocado en el Hospital de Jesús fundado por el
conquistador y todavía en funcionamiento. En él, el anguloso rostro weiditziano
suaviza sus rasgos y eleva sus ojos hacia el cielo de un modo similar a las
representaciones de Alejandro, con quien tantas veces se ha comparado a Cortés.
A esos hitos plásticos ha de unirse el célebre mural de Rivera, en el cual la
deformidad física trata de hacer aflorar las malformaciones morales de un
hombre en el que se concentrarían todos los atributos de la Leyenda Negra. Muchos
son, en definitiva, los corteses a los que dio vida Hernán Cortés Monroy
Pizarro Altamirano, hidalgo nacido probablemente en 1485 en Medellín y muerto
el 2 de diciembre de 1547 en Castilleja de la Cuesta de mal «de cámaras», años
después de que él mismo incorporara estas elocuentes palabras en su Quinta Carta de Relación, dirigida al
emperador Carlos: «Según lo que yo he sentido, Muy Católico Príncipe, puesto
que desde el principio que comencé a entender en esta negociación yo he tenido
muchos, diversos y poderosos émulos y contrarios».
Hernán fue un muchacho inquieto al
que sus padres quisieron encauzar por la vía de las letras, es decir, de las
leyes, enviándolo a Salamanca, donde vivía su tío Francisco Núñez de Valera,
escribano casado con la hermanastra de su padre, Inés Gómez de Paz. Allí
aprendió Gramática y todos los rudimentos legales que tan útiles le fueron
durante su vida. Con los saberes y experiencia adquiridos, junto con algunas
recomendaciones, el joven estuvo en condiciones de pasar a América. La primera
ocasión se presentó en 1502, dentro de la gran flota de Nicolás de Ovando, a
quien acaso conoció durante la estancia de éste en la Extremadura a la que
Cortés había regresado. Al parecer, el muchacho no pudo embarcarse debido a las
lesiones que se produjo al caer desde un tejado mientras cortejaba a una mujer
casada. La fecha comúnmente aceptada de su viaje a Las Indias es el año 1504.
Lo hizo a bordo del navío La Trinidad.
Así lo declaró él mismo años más tarde en un memorial dirigido al Emperador. Su
primer destino fue La Española. Allí trabajó durante seis años en la escribanía
de la villa de Compostela de Azúa, antes de pasar a Cuba, donde se convirtió en
un hombre influyente y adinerado que alcanzó un profundo conocimiento de los
españoles que vivían en la isla. Esta intuición le acompañó durante toda su
vida y le permitió salir airoso de difíciles trances.
Todo ello determinó que el
Gobernador de Cuba, Diego Velázquez de Cuéllar, se fijara en él para encabezar
la tercera de las expediciones a Tierra Firme con las que aquel hombre trataba
de obtener la vanguardia en la carrera hacia el continente. Fue en Veracruz
donde, aupado por los descontentos, fundó un cabildo, se erigió en capitán
general y justicia mayor y envió una serie de tesoros, que llegó a contemplar
Alberto Durero, y documentos, según los cuales, aquel municipio se situaba bajo
la obediencia del rey Carlos y cortaba amarras con un Velázquez al que movía el
interés puramente personal. También fue allí donde barrenó y echó al través las
naves, impidiendo el regreso del bando velazquista a Cuba. El mito prefiere hacer
arder aquellas naves, si bien, en ningún documento de la época se habló del
fuego.
A partir de entonces, el de Medellín
mantuvo constantes contactos con los emisarios de Moctezuma, al tiempo que
establecía una serie de alianzas con los pueblos tributarios del emperador
mexica. Sin duda, fueron sus habilidades diplomáticas, unidas a su severidad en
la aplicación de la justicia, las que permitieron que su hueste, de poco más de
quinientos españoles, se viera sensiblemente aumentada con la incorporación de
guerreros nativos. La audacia de Cortés le llevó a entrar en la ciudad lacustre
de Tenochtitlan, corazón del imperio mexica, donde poco después, tras conocerse
el ataque lanzado sobre la Villa Rica de Veracruz, hizo prisionero a Moctezuma,
cuya captura garantizó durante un tiempo la seguridad de los españoles. Meses
después, la llegada a la costa de Pánfilo de Narváez, enviado por Velázquez, rompió
aquella extraña atmósfera cortesana. Hostigados por los mexicas, los españoles
abandonaron Tenochtitlan en la catastrófica Noche Triste, a la que siguió la
batalla de Otumba y la contraofensiva en la cual tuvieron un papel fundamental
los aliados tlaxcaltecas. Tras un duro asedio, invadida por la pestilencia
favorecida por el hacinamiento de sus habitantes, la ciudad cayó
definitivamente en manos españolas con la captura de Cuauhtémoc. La victoria
precedió al nombramiento de Cortés como Marqués del Valle de Oaxaca. Al señor
novohispano le fueron concedidos 23.000 vasallos y grandes extensiones de
tierra. A este éxito se unió su ascenso en la escala social española, gracias a
su boda con Juana de Zúñiga, que le dio a su hijo Martín, tocayo del Martín que
tuvo con doña Marina, al que quiso tanto como para solicitar al Papa una bula
de legitimidad y procurarle el hábito de Santiago.
La conquista del Imperio mexica no aquietó
a Cortés. Convertido en armador, sus barcos navegaron por el Pacífico
atravesado por Elcano en ayuda de quienes siguieron aquella derrota. Con él al
mando de una flotilla, ascendió hacia el norte para descubrir y dar un nombre
mitológico a una nueva tierra: California. Todo ello ocurrió después de que
emprendiera una catastrófica expedición por la selva de Honduras en pos del
rebelde Cristóbal de Olid. Si estos fueron los lugares en los cuales destacó su
figura, el sometimiento al Juicio de Residencia, por el que estaban obligados a
pasar todos los gobernantes españoles, le mantuvo rodeado del papel al que
tanto debía. Al cabo, la legitimación de sus acciones la logró gracias a su
habilidad con su pluma. Envuelto en mil pleitos y en razonamientos a propósito
de la conveniencia de la encomienda indiana, Cortés pasó sus últimos años en España,
donde recibió el trato propio de un hombre que había alcanzado la gloria en un
mundo nuevo y exótico. Antes de que su cuerpo fatigado exhalara su último
aliento, el de Medellín era ya espejo de conquistadores. Moría el hombre, nacía
el mito.
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