Zenda, 25 de marzo de 2019:
https://www.zendalibros.com/la-conquista-mexico-quinto-centenario/
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La conquista de México en su Quinto Centenario
En 1651, Antonio de
Solís y Rivadeneyra publicó su Historia
de la conquista de Méjico. Más de
un siglo había transcurrido desde que Cuauhtémoc había sido apresado mientras
huía de la devastada Tenochtitlan. La captura del último tlatoani certificó el sometimiento del imperio mexica a aquel
puñado de españoles capitaneados por Hernán Cortés. En definitiva, desde hace
tres siglos largos, la conquista de México figura en muchos de los títulos que
reconstruyen la caída de la ciudad de Tenochtitlan, aquella que fascinó y
aterró por igual a los barbudos.
Coincidiendo con los quinientos años
de la llegada de los españoles a las costas continentales y con el encuentro de
Moctezuma y Cortés, parece oportuno revisitar las crónicas. Así lo consideró La
Esfera de los Libros cuando, en febrero de 2018, me encargó este libro. Aceptado
el reto de escribir sobre un tema tan manido, era obligado establecer cierto orden
y delimitar los confines de la historia que se pretendía contar. Una historia
confeccionada a partir de las fuentes clásicas. He aquí la primera exigencia,
pues a pesar de que los españoles eran dados a dejar por escrito, con objetivos
mundanos pero también trascendentes, sus acciones, existen dos corrientes
principales de crónicas: la cortesiana y la bernaldiana. En el primer caso, las
Cartas de Relación de Cortés abren un
conjunto que se completa con la obra de Francisco López de Gómara. Toda una
serie de historias de México se acogen a esta influencia de exaltación del
héroe de Medellín. La otra la protagoniza la Historia verdadera de la conquista de la Nueva España, obra que
reparte los méritos de aquella hazaña entre el colectivo e incorpora una
deliciosa viveza, incluso crudeza, en muchos de sus pasajes. Entre estos dos
polos he tratado de moverme, con la intención de descubrir al Cortés que se
oculta tras su propio mito y con la de tratar de ofrecer un cuadro realista de
aquella heterogénea hueste que anduvo entre volcanes y navegó sobre el lago
Texcoco. Existe otra familia de estudios, los apoyados en esas fuentes, ya
convertidos en verdaderos clásicos, como es el caso de la obra de Thomas, que
se apoya, como es mi caso, en la obra de Cervantes de Salazar; o las más
recientes, debidas a Restall o Camilla Townsend, autora de una obra dedicada a
doña Marina. Toda esta bibliografía demuestra que el Anáhuac distaba mucho de
ser una Arcadia feliz en la que imperaba un supersticioso y pusilánime
Moctezuma.
Muy al contrario, y ese ha sido uno
de los principales objetivos del libro, aquella era una realidad compleja que
supo entender Cortés, que se convirtió en un libertador –del yugo mexica, se
entiende- de totonacas o tlaxcaltecas. Paralelamente a esta acción pactista,
existió un sordo pulso entre Moctezuma y Cortés que es necesario recrear. Un
extraño pulso diplomático bajo el que se desarrolló el viaje a la ciudad de los
lagos. De hecho, Cortés recibido ceremoniosamente en la capital, a la que
accedió junto al emperador. Comenzaba ahí una fase, de atmósfera cortesana,
interrumpida por la llegada a la costa de Narváez, que rompió el tenso
equilibrio alcanzado en Tenochtitlan.
Una nueva fase narrativa se abre en
ese momento, pues la reconstrucción de las batallas, de la Noche Triste y de la
ofensiva anfibia final, exigieron la búsqueda de un ritmo y un tono épico que
no descuidara la cruda realidad a la que da lugar la guerra. Tomada
Tenochtitlan, se planteó un interrogante: ¿cómo cerrar La conquista de México? La respuesta la dieron la biografía de
Cortés y las diferentes cartografías mexicanas. En efecto, los fronteras de los
Estados Unidos Mexicanos no coinciden con las del periodo de máxima expansión
del Virreinato de la Nueva España. Tal posibilidad obligó a acometer la
desgraciada expedición a Las Hibueras o las expediciones hacia los territorios
norteños. Incluso a prestar atención a las empresas marinas en las que estuvo
involucrado Cortés, aquellas en cuyos límites aparecieron tierras que
recibieron nombras tan fantásticos como California. Todo ello forma parte de
esta obra que se aproxima a la fascinante conquista de México.
Iván Vélez
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