Libertada Digital, 25 de junio de 2021:
La
gran venganza
El santanderino Jesús Laínz es,
probablemente, uno de los escritores que más tiempo ha dedicado a roturar un
terreno histórico tan convulso como aquel en el que cristalizaron los
nacionalismos fragmentarios que amenazan la soberanía de la nación española.
Desde su Adiós España, publicado
exitosamente en 2004, el montañés ha
dado a la imprenta un considerable número de volúmenes en los que el lector
puede hallar abundantes claves para entender cómo se ha llegado a la
preocupante situación actual. El último de esos libros, todos ellos publicados
en Ediciones Encuentro, es La gran
venganza. De la memoria histórica al derribo de la monarquía, recopilación
de artículos aparecida poco después de que lo hiciera el capítulo «Memoria de
la destrucción contra la destrucción de la memoria», incluido en el libro
colectivo “Memoria histórica”, amenaza
para la paz en Europa (ECR Grupo, 2020).
Estructurado en cuatro bloques, La gran venganza es un libro que debe
mucho a José Luis Rodríguez Zapatero, impulsor de la Ley de Memoria Histórica, aprobada
por el Congreso de los Diputados el 31 de octubre de 2007, después de un
intenso periodo propagandístico en el que los medios afines -quien subvenciona,
manda- se volcaron en implantar una visión maniquea del pasado que obligó a
muchos a indagar acerca de la ideología o bando en el que se movieron sus
abuelos. Más de dos décadas después, sabedores de los réditos dados por esa
ley, sus beneficiarios -la autodenominada izquierda española y los
secesionistas de todo pelaje- manejan ya un anteproyecto de Ley de Memoria
Democrática que, sin duda, contará con los idénticos propagandistas, los mismos
que se han volcado en tratar de justificar los indultos del inquilino de la
Moncloa, cuyo discurso conecta de nuevo con el último libro de Laínz. «La venganza no es un valor
constitucional», afirmó Sánchez días antes de indultar a los golpistas a los
que debe su cargo y con los que comparte el proyecto de balcanizar, con las
necesarias dosis de europeísmo y federalismo, España, para mayor gloria y
dividendos de las oligarquías regionales y de terceras potencias. Es evidente
que entre las posiciones ideológicas de Laínz y Sánchez media un abismo, sin
embargo, el sonoro empleo de la palabra venganza, les une de alguna manera. Un
modo que cabría calificar de psicologista. Si para el montañés el uso
interesado que se hace del pasado de nuestra nación por las facciones antes
citadas responde a una venganza tomada por los perdedores de la Guerra Civil,
para el madrileño, las acciones judiciales emprendidas por el Estado contra los
golpistas, a los que su persona nunca calificará de este modo, vendrían
motivadas por un sentimiento parecido del que, no obstante, se puede escapar
con la administración de ingentes cantidades de concordia.
A esta semejanza, que podríamos
calificar de visceral, le acompañan factores netamente racionales que se alejan
de esa visión simplista según la cual las innumerables mentiras de Sánchez en
relación al golpismo catalanista responden a intereses puramente personales. Y
ello porque, a pesar de que parece evidente que tal impulso existe, a este le
acompañan programas largamente elaborados para cuya puesta en marcha nadie
ofrece más posibilidades que el tornadizo ex alumno del Ramiro de Maeztu. Una
serie de planes que resultan más comprensibles gracias a obras como la de Laínz,
repleta de testimonios y materiales de hemeroteca que permiten entender de qué
modo, bajo la coartada de una particular interpretación de la memoria, se
retuercen y se vaporizan biografías y reliquias con fines tan plenamente
actualistas como el que cierra el subtítulo del libro.
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