Libertad Digital, 30 de abril de 2021:
Proyecto
de sociedad para la Emancipación universal
Muchos son los aniversarios que se
presentan en este 2021. No en vano, la floración onomástica, centrada a veces
en los asuntos y reivindicaciones más extravagantes, es creciente y ha dado
lugar, incluso, a una industria laudatoria que se despliega en una plétora
mercadotécnica. Dentro de tan continua actividad celebratoria, es seguro que
pasará inadvertido el natalicio de Ildefonso Martínez Fernández,
médico asturiano que, a pesar de su temprana muerte, dejó tras de sí algunos
documentos del máximo interés y una intensa vida política desarrollada en los
ambientes madrileños de mediados del siglo XIX. Entre su producción, destaca su
«Proyecto
de sociedad para la Emancipación universal». El documento, un manuscrito autógrafo recientemente
transcrito por María José Ordóñez Vergara, está fechado en mayo de 1847, es
decir, apenas unos meses antes de la publicación del Manifiesto comunista, que vio la luz en Londres el 21 de febrero de
1484. De hecho, don Ildefonso incluso manejó el término «comunismo», en
concreto, «comunismo de ideas», en las mismas fechas en las que pergeñaba su proyecto
emancipatorio, que debía acompañarse de la publicación de un periódico
doctrinal para el que barajaba dos luminosas manchetas: La Democracia o El Porvenir. Su publicación debía, entrar «en
polémica de principios con los periódicos contrarios en opiniones, porque no
teme las doctrinas que sostienen otros principios porque los cree erróneos e
insubsistentes, y el crisol de la discusión fuera resaltar los principios
democráticos tanto como el sol brilla en medio de las densas nieblas de un día
de invierno». De la previsible victoria dialéctica se derivaría el
establecimiento de «un verdadero comunismo de ideas, pensamientos y doctrinas y
un día poner en ejecución unas mismas acciones regularizadas por un pensamiento
general y cuya tendencia sea hacia un mismo y único fin».
Cinco años antes de alcanzar la
estabilidad laboral en 1851, cuando se hizo con la plaza de médico director de
los baños de Bellús, el joven Ildefonso acariciaba con los dedos una suerte de
final armónico de la Historia, en el cual, el género humano alcanzaría su
ansiada unidad, secularmente hurtada por monarcas y aristócratas, pero también
obstruida por la fragmentación de aquellos a quienes consideraba integrables en
su proyecto: carbonarios, masones, comunistas, socialistas y comuneros.
En un contexto marcado por la
cristalización de las naciones políticas, la industrialización -respondida por
los luditas- y un primer éxodo de la ciudad al campo, factores que podemos
poner en consonancia con elementos de nuestro presente, las ideas de Martínez
Fernández recogen ecos de proyectos desarrollados en suelo hispano. En
concreto, y a una escala muy inferior, casi celular, el gran Proyecto de sociedad para la Emancipación
universal parece una ampliación global del impulsado en Tempul por el
fourierista español Manuel Sagrario de Beloy, discípulo del liberal Joaquín
Abreu, que tanto influyó en el socialista Fernando Garrido.
De hecho, es a los liberales,
carentes de apellido, a los que interpela el doctor para llevar a cabo su
cósmica utopía:
A vosotros liberales toca llevar a
cabo este profundo proyecto, y no dudéis que con más o menos tiempo venceremos,
pudiendo decir con orgullo, yo también ayudé la empresa, mientras que si la
abandonamos los futuros siglos nos apuntarán diciendo: «he ahí un siglo egoísta».
Temed pues liberales el fallo de la posteridad que siempre es justo con los
tiempos que le antecedieron, y embelleced la historia de la humanidad con el
proyecto más precioso y grande que ha podido imaginarse volviendo vuestra vista
entusiasmada hacia ese fondo de miseria, abyección e ignorancia en que se
encuentran la mayor parte de vuestros hermanos, y si no os bastase ese panorama
de tristeza y degradación mirad al cielo y en él veréis impreso con el dedo del
tiempo la máxima de «camina humanidad, aúnate y vencerás»; palabras que no
borrarán los siglos porque son la huella que dejó el gran arquitecto del
universo a quien debéis gloria y honor, y no se la podéis dar mejor que
trabajando en favor de la humanidad y sus sacrosantos fueros. Valor, pues, que el
día llegará. Salud, fraternidad, confianza y el triunfo es inevitable. Dios y
Libertad.
Para llegar a semejante resultado,
Ildefonso Martínez Fernández no tenía duda alguna de que la forma ideal de
gobierno debía ser de tipo federal, sin distinción de razas, pues todas serían
una dentro de una común estructura política pues, tal y como se recoge en su
proyecto: «No hay naciones, no existen Alpes ni Pirineos, ni océano ni
mediterráneo, todos somos hermanos, todos partícipes de la desgracia o la
fortuna de los bienes y los males porque todos os dirigís a un centro solo la
Emancipación, la Libertad», palabras que evocan las que aparecen en Gálatas
3:28:
Ya no hay judío ni gentil, esclavo
ni libre, hombre ni mujer, porque todos ustedes son uno en Cristo Jesús.
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