Libertad Digital, 26 de marzo de 2020:
https://www.clublibertaddigital.com/ideas/tribuna/2020-03-26/ivan-velez-se-busca-marshall-pedro-sanchez-plan-marshall-ue-coronavirus-90336/
https://www.clublibertaddigital.com/ideas/tribuna/2020-03-26/ivan-velez-se-busca-marshall-pedro-sanchez-plan-marshall-ue-coronavirus-90336/
Se busca Marshall
Ebrio de europeísmo, en el curso de
una de sus interminables intervenciones televisivas, Pedro Sánchez reclamó a la
Unión Europea la puesta en marcha de un Plan Marshall capaz de impulsar un gran
programa de inversiones públicas en todo el territorio cubierto por el azul
marino y las estrellas marianas. Una petición de auxilio coherente con la
trayectoria descrita por los partidos hegemónicos españoles de entre cuyas
filas se alzaron voces como las de García Margallo, quien, en extravagante
metáfora conyugal en relación a la Unión del futuro, se mostró dispuesto a «ceder
toneladas gigantescas de soberanía». Con el Reino Unido ya desgajado de este
proyecto puesto en marcha durante la Guerra Fría, el reclamo de Sánchez choca
con una tozuda realidad: España es contribuyente neto dentro de este club. La
pregunta que surge en este contexto, máxime después de ver el trato norteño
dado a los PIGS durante la actual pestilencia coronavírica es: ¿quién va a
pagar y a quién beneficiaría semejante plan inspirado en aquel que pusieron en
marcha los Estados Unidos de Norteamérica contra la Unión Soviética?
Sánchez, tal nos tememos, es un
subproducto europeísta más, consecuencia lógica de su pertenencia a una
sociedad, plurinacional según Iglesias Turrión, que se distingue por ser la que
con más beatería adora el mito de Europa. Una Europa que, tras la irrupción del
célebre virus, ha visto cómo las fronteras nacionales, esas que se han tratado
de borrar con planes juveniles apadrinados por el mismo Erasmo al que no le
placía España y con una moneda común, nunca desaparecieron. Pese al
voluntarismo unionista del doctor, la realidad es que las medidas adoptadas
durante esta crisis de final incierto, han sido diferentes en cada nación y que
cada uno de los miembros del club busca ayuda allá donde la pueda encontrar,
incluyendo una China que, naturalmente, juega sus bazas geoestratégicas y
comerciales.
No poseemos la ciencia media para
columbrar qué pasará en el futuro, sin embargo, sí conocemos lo que ocurrió en
el pasado. Allí donde Sánchez o sus asesores han hallado un nuevo rótulo que
pueda arrojar algún rédito mediático, mientras se desea la llegada de un punto
de inflexión en unas gráficas tras las que se oculta una gran mortandad y una
grave crisis económica que, aunque haya propiciado el uso de metáforas alusivas
a un escenario bélico, no se ajusta a los devastadores efectos de una guerra
como la que terminó en 1945. Somos, por otro lado, conscientes de que la
apelación de marshalliana de Sánchez, busca ofrecer la imagen identificable de
una estrategia salvadora, casi siempre buscada fuera de nuestras fronteras por
nuestros gobernantes. Conviene, no obstante, aprovechar la evocación de
aquellos días para extraer alguna que otra conclusión.
Fue después de una guerra real con
unos intereses muy concretos, no precisamente basados en un ingenuo altruismo,
impensable dentro del tablero de la política, cuando los Estados Unidos
pusieron en marcha el Plan Marshall, que comenzó a fraguarse en 1947 y se
extendió por Europa hasta 1952. El Plan tenía entre sus principales objetivos
el levantamiento de un dique anticomunista que sirviera para implantar un
conjunto de democracias propicias para el establecimiento de un mercado menos
regulado que el que funcionaba tras los Urales. Como es sabido, España, carente
de un sistema político homologado con el estadounidense y todavía lastrada por
su colaboración con el Eje, como muy bien reflejó el divisionario Berlanga en el
filme ambientado en la folclorizada Villar del Río, vio pasar de lejos aquel
Plan. Sin embargo, nuestra nació no se quedó fuera del influjo norteamericano,
naturalmente.
Un año después de la extinción de
ese Plan, España entró oficialmente en la órbita norteamericana con la firma,
en septiembre de 1953, de los convenios España-EEUU, que sirvieron para la
implantación de bases militares norteamericanas en España a cambio de ayuda
económica y técnica. Este aval supuso un revés para los comunistas españoles,
cuyas posibilidades de éxito pasaban por una España aislada, pero también para
los liberales, monárquicos donjuanistas y nacionalistas fraccionarios, que vieron
cómo el gigante americano daba sus bendiciones al general Franco, en quien Washington
vio al gobernante –de un Estado centralizado- capaz de llevar a cabo el trabajo
de acumulación capitalista necesario para la implantación de una democracia de
mercado, requisito indispensable para entrar en la Comunidad Económica –y
subrayamos este adjetivo hoy desaparecido- Europea. Marshall, en efecto, no
pasó por España, pero el país del dólar desplegó un amplio programa de becas de
las cuales se beneficiaron diversos sectores profesionales. Entre ellos el de
la Medicina.
Dos años después de aquella firma,
en 1955 llegó a España la campaña «Átomos para la Paz», presente en las ferias
de muestras de Valencia y Barcelona. Las exposiciones venían acompañadas de
documentales como El átomo y la
agricultura, El átomo y la ciencia
biológica o El átomo y la medicina,
contrapartida audiovisual de la colaboración que condujo a la construcción de
centrales nucleares en España. Aquel despliegue, que incidía en las bondandes
sanitarias de la tecnología atómica, venía a completar un amplio sistema de
becas al que se acogieron cientos de estudiantes y profesionales españoles que
viajaron a los Estados Unidos para completar su formación, un alto número de
los cuales estaban vinculados a la medicina –los hermanos Grisolía entre
ellos-, la farmacia, la óptica o la química, disciplinas imprescindibles para
el desarrollo de fármacos y remedios contra las enfermedades.
En definitiva, el actual sistema
médico español, tanto el público como el que opera bajo la fórmula de MUFACE, a
la que se acogen egregias figuras de nuestra socialdemocracia, es deudor, en
gran medida, de aquellas estrategias de posguerra que sentaron las bases de
nuestro hoy amenazado, por una insostenibilidad que va más allá de lo
epidémico, sistema de bienestar. Teniendo en cuenta estos precedentes, cabe preguntarse,
dónde habita hoy, en un contexto en el cual el pulso económico enfrenta a
Estados Unidos con China, ese Marshall al que saludar con alegría.
No hay comentarios:
Publicar un comentario