Libertad Digital, 5 de junio de 2020:
https://www.libertaddigital.com/cultura/historia/2020-06-05/ivan-velez-el-ministro-que-frapeo-manuel-castells-frap-pablo-iglesias-terrorismo-antifranquismo-90952/
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El
ministro que frapeó
Cuando Pedro Sánchez dio a conocer
la composición del consejo de ministros que iba a abrir la XIV legislatura, la
prensa se hizo eco del currículo del más veterano de ellos, Manuel Castells. Entre
otros méritos se destacó que el de Hellín, según el Social Sciences Citation
Index 2000-2014, Castells es el quinto académico de las Ciencias Sociales más
citado del mundo y ocupa el primer puesto mundial en relación a las Tecnologías
de la Información y la Comunicación (TIC). Una trayectoria académica que
trataremos de complementar en este artículo con algunos datos biográficos que
han pasado inadvertidos durante todos estos meses.
Nacido en 1942, el joven Manuel
comenzó a politizarse a primeros de los años 60, en los que surgió el Frente
Obrero de Cataluña (FOC) a partir de la Asociación Democrática Popular de
Cataluña, organización liderada por José Ignacio Urenda que contó con gentes
reunidas en torno a la revista El Ciervo.
Con una importante presencia de católicos vinculados al Frente de Liberación
Popular (FLP), la estructura inicial del FOC se apoyó en la Nueva Izquierda
Universitaria y sirvió para aglutinar a un grupo heterogéneo de personalidades,
entre las cuales podemos destacar a Miquel Roca, Pasqual Maragall, Alfonso
Carlos Comín, Juan Gomis –ambos beneficiados con becas del Congreso por la
Libertad de la Cultura-, Narcís Serra, Manuel Vázquez Montalbán y el propio
Manuel Castells. Las pretensiones de aquellos colectivos, la conciliación entre
marxismo y cristianismo, se vieron pronto interrumpidas cuando, en el contexto
de las huelgas mineras, algunos miembros de un FLP que contemplaba la vía
violenta, fueron detenidos. Fue entonces cuando Castells pasó a Francia, lugar
en el que obtuvo –así lo cuenta Eduardo García Rico en su Queríamos la revolución. Crónicas del Frente de Liberación Popular (Flor
del Viento, Barcelona 1998)- una de las becas ASTEF que José
Luis Leal se ocupaba de gestionar. Su caso no fue único. Las becas
también llegaron, por ejemplo, a Leguina y Maragall.
Por el felipe García Rico también sabemos que Castells acudió en 1963 a
una reunión en un café de la plaza de Chatelet, en la que participaron Jorge Semprún
y el sacerdote Jesús Aguirre previo a su etapa ducal. El objetivo de aquella
tenida era rescatar a Juan Tomás de Salas, que se hallaba refugiado en la Embajada
de Colombia en Madrid. El plan, trazado en la confianza que en durante el
régimen franquista otorgaba una sotana, era proveer al refugiado de un
pasaporte fijo. Un telegrama enviado por este desde Bogotá, dio al traste con
la ya innecesaria operación, tras la cual, el propio De Salas, Marqués de
Montecastro y Llanahermosa, fue amparado por una beca conseguida por Leal.
Respaldados por los auspicios
franceses, algunos de los becados orbitaron alrededor de Cuadernos de Ruedo Ibérico, revista dirigida por el anarquista
José Martínez Guerricabeitia, en cuyo consejo de dirección figuraban Claudín y
Semprún, expulsados del PCE. En su primer número, correspondiente a junio-julio
de 1965, Castells, bajo el pseudónimo Jordi
Blanc, publicó un artículo titulado, «Asturias: minas,
huelgas y comisiones obreras».
Las
actividades de Castells no se detuvieron ahí. Lorenzo Peña, en su ¡Abajo la oligarquía! ¡Muera el imperialismo
yanqui! Anhelos y decepciones de un antifascista revolucionario (Muñoz Moya
Editores, 2011), estableció la conexión de Manuel Castells con el FRAP en esta
extensa nota ya incluida en su Amarga
juventud:
No hablo en este libro de las dos
reuniones parisinas en las que se creó y se pretendió impulsar el comité
coordinador pro-Frente Revolucionario Antifascista y Patriota: la primera en
enero de 1971 y la segunda en la primavera del mismo año. Lo entonces puesto en
pie apenas era nada, porque simplemente adicionaba al PCEml un individuo que,
viviendo en un aislamiento político absoluto, no representaba nada más que el
pasado: D. Julio Alvarez del Vayo (cuya memoria merece todo respeto); sólo lo
conocían algunos lectores de libros de historia; nadie más. Su colaborador
nominal, Alberto Fernández (de quien ya he hablado más arriba), no compartía
sus posiciones políticas (aunque del Vayo parecía desconocerlo). No otorgué
ninguna significación a mi participación en esas dos reuniones. Para mí eran
reuniones de rutina, de tantas como había tenido, y en las que se estampaban
unas ideas en un manifiesto, al igual que se había hecho otras veces, sin que nadie
supiera si ese comité -carente de verdadera entidad- iba a durar ni si jugaría
algún papel en el futuro. Por mi presencia en esas dos reuniones se me ha
calificado de co-fundador del FRAP. Creo que la calificación es excesiva. Ese
comité coordinador apadrinó la publicación de un boletín que se llamó Acción y a cuyo frente se colocó a
Manuel Castells, sociólogo, residente en París, ex-dirigente del FLP y con el
cual me reuní un par de veces, no surgiendo entre nosotros la menor simpatía
(al menos por mi parte). Creo que Castells abandonó esa empresa poco tiempo
después. En Acción debió de salir
algún artículo mío, pero mi entusiasmo por aquel atisbo o presunto embrión de
pseudo-frente era escaso o nulo.
Convertido en profesor de sociología
de la Escuela de Altos estudios de Ciencias Sociales de París, Castells fue
objeto de interés de Mundo Obrero o de
Nuestra Bandera, en cuyo consejo
editorial figuró. Muy interesado en los movimientos vecinales, participó,
asimismo, en obras colectivas como Madrid
para la democracia: la propuesta de los comunistas. Ya durante el periodo
democrático, el albacetense se asentó en Barcelona y consiguió que Jordi Pujol
le entregase la Universitat Oberta de Catalunya, en la que comenzó a trabajar
su esposa rusa, Emma Kiselyova, directora de la cátedra Unesco de esa
universidad. Pujol no fue el único político con el que Castells congenió.
También lo hizo con Zapatero por sus posiciones respecto a la guerra de Irak y
el secesionismo catalanista. Su apoteosis política llegó, no obstante, a
principios del presente año, cuando le fue entregada su cartera ministerial.
Hecha esta fugaz reconstrucción, es
obligado regresar al reciente rifirrafe escenificado por Cayetana Álvarez de
Toledo y Pablo Iglesias en el Congreso de los Diputados, a cuenta del padre de
este y su calificación, por parte de la diputada del PP, como «terrorista». A
todo el mundo sorprendió la susceptibilidad de Iglesias, acostumbrado a emplear
ese término, bien que de manera confusa, para con diversos adversarios. Por su
parte, Castells, acaso sintiéndose concernido, condenó los «ataques sarnosos»
lanzados contra el padre del vicepresidente, a quien el hispanófobo Gerardo
Pisarello envió su dosis de solidaridad y empatía por su condición de «veterano
luchador antifranquista». Una terna, la solemnemente ofendida, cultivadora de
un rentable mito, el del antifranquismo, incapaz de encubrir la realidad de un
periodo histórico fuertemente determinado por fuerzas internas pero, sobre
todo, por potencias extranjeras que sostuvieron entramados dirigidos desde
París, Berlín o Ginebra, que alimentaron ilusiones revolucionarias hoy evocadas
por nostálgicos y oportunistas.
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